La sombra del General. Leonardo Killian
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Название: La sombra del General

Автор: Leonardo Killian

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Imaginerías

isbn: 9789878636344

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СКАЧАТЬ nazis”, “hay que juntarse con los sindicalistas peronistas”, machacaba.

      Más que una cuestión ideológica, la atracción pasaba por otra cosa. El gordo era un tipo normal, no un chupacirios de sacristía.

      Tacuara no era un partido político. Ni siquiera estaban claras las consignas y la política general. Muchos eran muchachos de barrio que se compraban un llavero con una cruz de Malta para darse aires, otros eran pibes que “querían estar en algo”. Y estaban los hijos de milicos y de canas que odiaban a los judíos, eran los que generalmente llegaban a jefes.

      Él mismo era el hijo de un cabo de la Federal a quien habían dado de baja por coimero y que también odiaba a los judíos. Sobre todo ahora, que tenía que trabajar para ellos como encargado de personal en una textil de San Martín.

      Iban a escuchar al padre Meinvielle que hablaba pestes de los comunistas, los judíos y de Perón, a quien llamaba “el Kerenski argentino”.

      El gordo José Joe Baxter ya estaba en otra cosa y no tardó en llegar la ruptura.

      Los chupacirios de Meinvielle formaron la Guardia Restauradora Nacionalista y el gordo la siguió llamando Tacuara, pero le agregó MNR. Movimiento Nacionalista Revolucionario como el de la revolución boliviana.

      Ezcurra siguió con la Tacuara a secas.

      A Baxter lo fue a ver junto con el Turco, que también estaba enojado por lo mal que lo habían tratado con el asunto de la carta.

      El gordo Joe los atajó de entrada.

      —¿Fidel marxista? ¿Saben cómo preparó el asalto al Moncada? Con el Manual de las Escuadras de Falange. Sí, muchachos, el de Primo de Rivera.

      “¿La marcha de Santiago a la Habana? Leyendo cómo Mussolini había hecho la Marcha sobre Roma.

      “Fidel es un nacionalista cubano más peronista que Evita. La CIA lo tiene fichado como peronista desde el Bogotazo.

      “Por supuesto que se escribe con Perón.

      “¿No escucharon hablar de John William Cooke?

      “No. No es un actor, pendejos. Era un diputado nacionalista del bloque peronista y se fue a Cuba a pelear junto a la Revolución.”

      Baxter los llenó de revistas y algunos libros. Les contó de su viaje por Argelia de cómo lo conoció a Perón.

      —Es un Viejo Vizcacha. Me esperaba con la foto de Mussolini en el escritorio. Cuando le dije que ya no estábamos más con esa gente, guardó el cuadrito y me dijo que me estaba probando… Seguro que si va Ghioldi lo espera con una de Palacios.

      Muchachos, ¿Ezcurra no se los quiso coger? A mí me parece que le gustan los pibes.

      Con el Turco y más tarde con el Pocho, tiraron las cruces a la mierda y cambiaron de bando alegremente. Ya no se hizo problemas por sus gustos musicales; Lennon y Lenin podían convivir en paz. Memorizó la frase de despedida del gordo para anotarla en su libreta: “El que ataca al nacionalismo del oprimido termina defendiendo el imperialismo del opresor”. Lenin, carta a Rosa Luxemburgo.

      TROMA 10

      El Pocho le había acercado los documentos.

      —Tomá y copialos. Para que tengas con qué responder a esos bolches que dicen que somos unos retrógrados. Acá está claro que no somos ni de derecha ni de izquierda. Ese es un esquema viejo. Dale, anotátelos en la libretita esa y de paso, ya es hora de que las tengas… —agregó enigmático.

      El Pocho no dejaba de sorprenderlo. Le dio un manojo de ganzúas.

      —¿Y esto? —vos no preguntés y agarralas. Nunca se sabe cuándo te van a hacer falta.

      Se saludaron con el brazo en alto

      —¡Arriba Tacuara!

      —Arriba —contestó serio.

      Ya en su casa, los pasó a la libreta tan prolijamente como pudo. Desechó la mayoría, pero dos le parecieron estupendos.

      ¡Viva el mundo nuevo! ¡Viva la Italia fascista! ¡Viva la Rusia soviética! ¡Viva la Germania de Hitler! ¡Viva la España que haremos! ¡Abajo las democracias burguesas parlamentarias!

      Ramiro Ledesma Ramos,

      jefe de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalistas, (J.O.N.S.) 1931.

      El movimiento de hoy, que no es de partido, sino que es un movimiento, casi podríamos decir un anti partido, sépase desde ahora, no es de derechas ni de izquierdas…

      La Patria es una unidad total, en la que se integran todos los individuos y todas las clases; la Patria no puede estar en manos de la clase más fuerte ni del partido mejor organizado. La Patria es una síntesis trascendente, una síntesis indivisible, con fines propios que cumplir, y nosotros lo que queremos es que el movimiento de este día, y el Estado que cree, sea el instrumento eficaz, autoritario, al servicio de una unidad indiscutible, de una unidad permanente. Con eso ya tenemos el motor de nuestros actos futuros y de nuestra conducta presente. Porque nosotros seríamos un partido más si viniéramos a enunciar un programa de soluciones concretas. Tales programas tienen la ventaja de que nunca se cumplen. En cambio, cuando se tiene un sentido permanente ante la Historia y ante la vida, ese propio sentido nos da las soluciones a lo concreto, como el amor nos dice en qué caso debemos reñir y en qué caso nos debemos abrazar, sin que un verdadero amor tenga hecho un mínimo programa de abrazos y de riñas. He aquí lo que exige nuestro sentido total de la Patria y del Estado que ha de servirla. Que todos los pueblos de España, por diversos que sean, se sientan armonizados en una irrevocable unidad de destino”.

      José Antonio Primo de Rivera,

      Falange Española de la J.O.N.S.

      TOMA 11

      Con el Turco y el Pocho Álvarez se denominaban “los tres mosqueteros”. Se encontraban en Barrancas de Belgrano. Ahí se tomaban el tren hasta el Tigre y después seguían en una lancha hasta la isla. El viejo Abdo tenía una casita de fin de semana, la usaba de bulín y parece que también organizaba fiestas negras con los amigotes del Once. Si había algo que sobraba en la isla era el whisky.

      El Turco le decía que iba con los muchachos a pescar. Cada uno traía su fierrito. En el bolso con las zapatillas y alguna remera, había aprendido a esconder el bufo y la cajita de balas.

      Después de comer algo, se entonaban con el alpiste y empezaban a tirar. Una caja de veinte cada uno. Ni una más ni una menos. Ponían una madera con un blanco dibujado con tizas y el que hacía más puntos no pagaba la vuelta. En esto, el Turco era imbatible. Ya cuando tomaban el tren en Belgrano, el Turco era el único que sacaba solo de ida.

      Eran muy pibes, al tercer vaso ya estaban del otro lado. Gritaban cuando algún tiro pegaba en el centro, se empujaban y no paraban de putear al supuesto cipayo que esperaba el plomo desde el blanco.

      El Turco y el Pocho fueron los dos únicos amigos que recordaba haber tenido. Los únicos tipos a los que fue a despedir, ya en un cajón y reventados a balazos calibre 11,25 por la cana, diez años después.

      Habían СКАЧАТЬ