El continente vacío. Eduardo Subirats
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Название: El continente vacío

Автор: Eduardo Subirats

Издательство: Bookwire

Жанр: Философия

Серия: Historia

isbn: 9786075475691

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СКАЧАТЬ esas cuestiones, relacionadas con el proceso colonizador y que exigían por tanto su definición conceptual, las eludía con metáforas y figuras elusivas el prestigioso embajador. Guerra contra gentiles, conquista, reducción, pacificación, colonización, todo ese proceso histórico era reformulado bajo los términos más ambiguos o simplemente eufemísticos de «injerto cultural» o de «trasplante», y a lo sumo como «imposiciones de otras culturas».8 Ni siquiera sugirió León-Portilla la peculiaridad histórica de la colonización lusohispana de América, su significado como cruzada y el consiguiente proceso de uniformización compulsiva de las formas de vida, de los sistemas de reconocimiento de lo real, y las representaciones y creencias que al fin y al cabo subyacen a la modernidad americana a modo de fundamento tectónico.9

      En su lugar, León-Portilla esgrimió categorías como «matriz milenaria americana» y «cultura originaria» de Amerindia. Principios suntuosos que el embajador exaltó con un entusiasmo que recordaba la retórica milenarista de Vasconcelos sobre una raza matriz y heroica, y de envergadura cósmica, aunque los tonos de que hacía gala el antropólogo fueran mucho más suaves y parecieran más sensatos. Entre otras cosas ya no hablaba este antropólogo en nombre de los vitalismos fundamentalistas de comienzos de siglo. Más bien esgrimía el credo más persuasivo de una estrategia universal de diferenciación regional y regionalista, asimismo fraguada por los nacionalismos europeos que renacían en el panorama militar de la Europa de fin de siglo.

      Al mismo tiempo, el discurso de León-Portilla contemplaba una perspectiva política y pragmática para el dilema antropológico, social y económico del indio americano. En sus argumentaciones trataba de integrar la resistencia indígena en el orden del Estado nacional bajo los floridos colores de un nacionalismo panamericano e indigenista. Identidad india y principio constitutivo de un poder nacional. El indio como representación simbólica de rasgos monumentales y significados heroicos que ocultan dimensiones sombrías.

      Interesante era, sin embargo, la perspectiva bajo la que León-Portilla exponía su programa simbólico de una identidad indoamericana: no la historia y el discurso de la emancipación colonial, y menos aún la memoria de una resistencia que de hecho comienza el mismo día en que los europeos tomaron posesión de América. Tampoco planteaba lo que constituye la condición lógica de la identidad de lo moderno: la supresión de formas de vida, el vaciamiento de la memoria histórica, y la violencia colonizadora y epistemológica que define este proceso negativo. Su objetivo lo constituía más bien aquel mismo ideal doctrinario de identidad en el que se fundaron los nacionalismos europeos del siglo XIX. Esta identidad europea moderna que se ha sustantivado a espaldas y contra la memoria histórica, contra su propia riqueza espiritual ligada al mundo espiritual islámico, al misticismo hebreo y a los mitos paganos, y al África y las culturas orientales. En fin, el antropólogo mexicano y la conciencia más retrógrada de la ciudad letrada latinoamericana era incapaz de reconocer la constitución de esta identidad moderna como la imposición de un modelo abstracto de pensar y de ser exterior y ajeno a la historia espiritual de América que representan obras como las de Rulfo, Asturias, Roa Bastos, Mario de Andrade o Arguedas.

      Identidad versus memoria. Identidad como simulacro. Identidad como compensación y ocultamiento de un proceso efectivo de racionalización y uniformización de las formas de vida que afectaba también al indio como zona residual del desarrollo capitalista. Inconfesada o inconscientemente se reproducía por boca del famoso antropólogo mexicano el mismo perspectivismo que los misioneros del siglo XVI llevaron al Nuevo Mundo por todo legado espiritual: la conciencia de una crisis de los valores del cristianismo europeo, que iba a sanar sus heridas en la promesa apocalíptica de una conversión de millones de seres humanos.

      La tesis de León-Portilla rezaba: «un mundo en acelerado proceso de globalización». Se refería ciertamente al mundo de la civilización industrial y de las culturas metropolitanas dominantes, y a las estrategias político-económicas definidas a partir de su expansión tecnológica y financiera. Al igual que los misioneros de antaño, el antropólogo elevó aquella situación específica a principio y modelo universales. Frente a esta uniformización, el antropólogo elevaba la antítesis: Amerindia, el elemento arcaico y primordial de una «cultura originaria», la cultura de la América precolombina.

      Esta perspectiva no partía en realidad de una supuesta cuestión indígena, sino de la misma crisis de las culturas históricas europeas tal como ha sido sentida y expresada en su literatura, en las artes y en el pensamiento filosófico desde los mismos comienzos de la cultura metropolitana e industrial, a mediados del siglo XIX. Su real punto de partida es el malestar en las culturas históricas europeas derivado de su propia racionalidad civilizadora, de la ausencia de un verdadero proyecto histórico y de su crisis de identidad. La producción técnica, y con ella los valores de la racionalidad económica, se imponen en la moderna civilización industrial como una segunda naturaleza y como una norma universal de vida. Bajo estas circunstancias, la filosofía europea se había preguntado, desde Nietzsche, Tönnies, Simmel o Spengler, por el significado de la destrucción y decadencia de las formas históricas de vida. La teoría crítica de Horkheimer y Adorno había formulado también este dilema, tras la primera guerra mundial y a raíz de los conflictos que ella despertó entre internacionalismo democrático y nacionalismo fundamentalista y autoritario, como un aspecto central del conflicto entre las democracias europeas y el progreso capitalista.

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