Название: Casi amor
Автор: Chiara F. Citterio
Издательство: Bookwire
Жанр: Книги для детей: прочее
Серия: Casi amor
isbn: 9789878332222
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Cuando terminamos, mi mamá me da el dinero para que me compre ropa y me dice dónde están los locales. Me da culpa; está intentando que yo sea feliz con ella, pobre, pero no sabe que es imposible.
Capítulo 5
Nuevas amistades
Me pongo una campera de jean y salgo a comprar algo para usar. Puedo sonar medio vampira al repetirlo, pero quiero dejarlo bien claro: odio el sol, el verano y el calor. Por eso, prefiero vivir en Londres, es mi clima perfecto, con mis amigos perfectos, donde mi vida es perfecta.
Camino un poco y veo vidrieras. Leo «Vintage Clothing».
Me encanta la ropa vintage así que me decido por ese local. De inmediato, encuentro un vestido negro y ajustado, sé que me quedará bien con mis Vans negras.
Cuando estoy por pagar, veo a una chica delgadísima, de cabello marrón y lacio, que está robándose unos aritos. No sé qué hacer, nunca estuve en una situación así. Me acerco a ella para preguntarle por qué lo está haciendo.
—Ey, tú…
La ladrona se da vuelta con cara de pocos amigos.
—¿Sí?
—Te vi guardando eso en tu cartera.
—¡Ja! ¿Esto? Son solo unos aretes y están muy caros, no puedo comprarlos.
Es muy simpática y me convence enseguida. Agarro los aritos y los llevó a la caja. Ella me grita que, por favor, pare; que no lo volverá a hacer; que bla, bla, bla.
Una chica coreana me atiende en la caja:
—¿Solo el vestido?
—Y los aritos —añado.
La expresión de la chica que acabo de conocer se vuelve a una de asombro. Pronto, compro las dos cosas y salimos:
—¿Por qué hiciste eso?
—¿Por qué no? —inquiero yo.
—Porque no me conoces.
—Hola, me llamo Emma y vine a pasar las vacaciones en la casa del novio de mi mamá.
—Yo me llamo Donna y vivo aquí desde siempre.
—¡Listo! Ya somos amigas.
Donna se ríe:
—¿Tomamos un helado? Invito yo.
«¿Helado? Tan solo pensarlo, hace que babee».
—¿Tienes para invitarme un helado, pero no para unos aros?
—Graciosa deducción. No vamos a pagar el helado, claramente.
Me río y la sigo. Es todo lo opuesto a Bella, pero me cae bien. Cuando llegamos a la heladería, un chico rubio nos sonríe.
—Hola, Donna y amiga de Donna.
—Emma, Mark. Mark, Emma —nos presenta.
—Hola, Emma, ¿un helado?
—Imposible negarme a un helado —respondo.
—Es inglesa, me encanta —afirma él cuando escucha mi acento.
Nos quedamos un rato y charlamos sobre cómo es la vida en Londres cuando, de repente, Félix y Theo entran. Tengo que recordarme cerrar la boca porque Theo es perfecto, tanto que molesta.
—¡Qué hermoso es encontrarme con mi nueva hermanita! —dice Félix mientras me aprieta las mejillas.
Me suelto, ¿qué diablos le pasa?
—¡Apártate, ya!
«¿Me parece a mí o Theo sonríe? ¿Se está riendo de mí?».
—Bueno, bueno… Si estás con ese humor, no te llevaré a la fiesta hoy.
—Ugh, como quieras.
—Félix, para… —interviene Theo. No sé por qué me produce como un escalofrió escuchar por primera vez su voz.
—¿Hablas?
Él tan solo me mira. Bah, lo de «solo» es una manera de decir porque, en realidad, me atraviesa con la mirada. Y yo se la sostengo.
Puedo ver lo lindo que se ve con su cabello despeinado, una remera blanca y esos ojazos que…
—Sí, pero solo cuando estoy vestido —responde. Donna abre los ojos, Félix sonríe orgulloso de su amigo y yo… yo sigo sin bajar mi mirada—. Digamos que, cuando me viste desnudo, no sentí que fuera necesario hablar, chica pervertida.
«Justo cuando me estaba cayendo bien». Ughhhh.
Capítulo 6
Fiesta a toda velocidad
Mientras me maquillo suena We Can Work it Out de The Beatles a todo volumen. Los americanos nunca van a entender la maravilla de esta banda. Pronto, me pongo un brillo labial, ya que tengo puesta mi sombra de ojos negra. Siento que si tuviera los ojos marrones, en vez de grises, me quedaría mucho mejor.
«Al que si le quedan bien los ojos celestes es a Theo».
«No, no, no, no pienses en él», me digo.
Tocan la puerta.
—Está abierto —anuncio.
Entra Félix y me da arcadas su olor a colonia.
—Hermanita, ya nos están esperando abajo. —Mira lo que tengo puesto—. Ponte un abrigo, vas a tener frío.
Busco la cazadora de cuero sintético que tengo en la valija y salgo, no sin antes mirar el desorden que dejo en mi nuevo cuarto: tengo que ordenarlo urgente.
Cuando salimos de la casa, nos está esperando un auto deportivo de color rojo. La ventanilla se baja y lo veo al volante. Es Theo. Se me corta la respiración un segundo. No sé qué me está pasando.
Tomo aire y subo atrás. Intento no mirarlo, pero no puedo evitar sentirme atraída por el aroma de un perfume delicioso. No es como el de Félix, este es intenso, amaderado, sensual, casi animal.
«Mmmm… Esto cada vez me gusta menos».
«O más».
De pronto, Theo acelera a fondo y me saca de mis pensamientos. Me mira por el espejito y me guiña un ojo. Creo que espera que le sonría de forma tonta, como deben sonreírle todas las chicas que se cruzan en su camino. Pero no, apenas le presto atención. Félix se da vuelta.
—Espero que no le tengas miedo a la velocidad, hermanita.
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