Casi amor. Chiara F. Citterio
Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Casi amor - Chiara F. Citterio страница 3

Название: Casi amor

Автор: Chiara F. Citterio

Издательство: Bookwire

Жанр: Книги для детей: прочее

Серия: Casi amor

isbn: 9789878332222

isbn:

СКАЧАТЬ style="font-size:15px;">      De pronto, siento la cara mojada. Estoy llorando. Mucho. No puedo parar. No son lágrimas de tristeza, son lágrimas de desesperación. Toda mi vida está cambiando después de lo que sucedió esa noche… La noche que los dos prometimos olvidar.

      «Difícil con un niño o niña en el medio».

      ¿Debería decírselo a Nate? La respuesta es no. A él ni le importaría.

      Capítulo 2

      Último día feliz

      Ring, ring. El timbre. Un sonido que siempre me trajo libertad. Ahora, lo único que quiero hacer es pegarme la cabeza contra la pared y levantarme en otra dimensión.

      Mi mejor amiga, Bella, viene y me abraza por atrás.

      —Te voy a extrañar mucho, mucho, mucho estas vacaciones.

      —Bella, por favor, no me estás dejando respirar.

      Ella me suelta, su mirada es triste. Sus ojos verdes, que siempre están llenos de vida, hoy me miran con una melancolía enorme. Intento consolarla, pero como no tengo los mejores dones para la comunicación, hago las cosas peores. Mi amiga es de esas chicas que uno dice: «¿cómo puede ser tan linda?». Su cabello es rubio y llega hasta la cintura. Y siempre sonríe. Bella es bella sin maquillaje, sin nada artificial. Parece de esas que tienen una playlist entera con boybands, pero no es su caso ya que es puro rock pesado lo que ella escucha.

      —Vamos, Bella, no llores. —La abrazo—. Ni siquiera me fui y ya estás sensible. —Le doy unas palmadas en la espalda—. Tienes que ser un poco más fuerte. Si no, vas a ser una triste hormiga rubia todo el verano…

      Se despega de mí.

      —¿Triste hormiga rubia? ¿Qué significa eso?

      Cuando estoy a punto de responderle, Nate se acerca y me levanta por el aire.

      —¡Suéltame ya! —grito.

      Si no me suelta, sin dudas voy a vomitar.

      —Nop —dice él mientras me coloca en su hombro—. Vas a estar en California todo el verano así que lo mínimo que puedes hacer por mí es estar así un tiempo. Y sin patalear.

      —Si me bajas, te traigo esos chocolates americanos que tanto te gustan.

      Mi mejor amigo mide un metro con ochenta y cinco centímetros, es rubio y sus ojos son almendrados. La mandíbula es de esas que piensas que fue tallada a mano, definida, recta, musculosa. Además, tiene un pack de abdominales increíble que va a juego con su gran sentido de la moda. Completamente perfecto.

      Juega al fútbol y tiene un grupo de chicas que lo acompaña a donde sea. Lo normal sería que, al ser tan buenos amigos, los dos nos hubiésemos enamorado de forma profunda y hubiéramos declarado nuestro amor de una manera cursi y romántica.

      Pero no. Obvio que no. Nate sale con chicas que parecen Barbies humanas y yo, con mi metro sesenta y ocho, y mi cuerpo bonito, pero estándar, no soy suficiente. Tampoco ayuda que siempre esté vestida de negro.

      Nate me baja de forma automática y me abraza muy fuerte. No puedo odiarlo. No me sale. Ahora, con él abrazándome y diciéndome lo mucho que me va a extrañar. No puedo. Yo estoy enamorada de Nate desde que tengo uso de la razón, pero él no de mí. Me lo dejó claro después de esa noche.

      De repente, me llega un mensaje de mi mamá al celular.

      Hija, te estoy esperando en la puerta. Sal pronto, por favor, si no, llegaremos tarde al avión.

      —Amigos queridos… es la hora de mi partida. Deséenme suerte o morirán.

      Los dos me abrazan y, en ese instante, siento que estoy a punto de llorar. Pero no lloro, soy un puto iceberg.

      Camino hasta subirme al auto de mi mamá. Me cuesta mirarla. Estoy muy enojada con ella por lo que me está haciendo. Bajo la ventanilla y saludó a mis amigos. Nate está abrazando a Bella que llora. Creo que él también tiene los ojos llorosos o quizá son ideas mías.

      Suspiro.

      ¡Dios, cuánto voy a extrañar a estos dos!

      ***

      Mientras observo por la ventana, pienso en mí. Ahora, tengo los ojos grises; eso de que los ojos pueden cambiar de color con el tiempo es cierto. Antes eran celestes como el mar y ahora son esto que me queda; es como si las lágrimas se hubiesen llevado todo el color.

      Mi papá murió hace dos años y yo sigo sin superarlo. Nunca voy a poder hacerlo. Pero mi mamá sí, ya lo hizo. Ella es abogada y viaja mucho por su trabajo. En su último congreso, conoció a un productor de Hollywood y se enamoró de él. Bastante rápido, diría yo. Por eso, pasaremos las vacaciones en Los Ángeles.

      ¡Yey! —Es sarcasmo—. Odio a los norteamericanos y, más aún, a sus estúpidas playas.

      No solo voy a tener que pasar mi verano allí y conocer al novio de mi mamá, sino que también a su hijo.

      Diversión… allá vamos.

      Capítulo 3

      Bienvenida al infierno

      Son las cinco de la mañana y con mi mamá estamos sentadas desde hace dos horas. Estamos esperando a que llegue Alexander, su novio. Lástima que él no responda a los mensajes ni a las llamadas ni a nada. Excelente manera de empezar mi relación con él.

      Miro a mi madre y noto que no lo puede disimular: está nerviosa. Mi mamá es rubia, no natural, claro; ama utilizar ese dorado artificial. Puaj. Es todo lo contrario a mí, aunque ambas preferimos llevarlo corto por la mandíbula. La diferencia es que mi madre va a la peluquería más cara que hay, y yo me lo corto sola en casa. Ella siempre está bien vestida. Nunca se la ve con el maquillaje corrido o mal arreglada, es una obsesiva de todo, desde su casa hasta la de sus amigas. Siempre que está nerviosa, como ahora, se rasca las manos hasta el punto de que llega a lastimárselas. Cosa que, ejem, he heredado.

      —Algo le debe de haber pasado. Él no es así. Estuvimos hablando días y días sobre este verano, sobre lo perfecto que queríamos que fuera todo…

      —Mamá, ya es la cuarta vez que me lo cuentas. Tu supuesto perfecto novio se olvidó de que hoy veníamos y listo.

      Mi mamá me fulmina con la mirada. Sin embargo, justo en ese momento, veo a un hombre que viene hacia nosotras y lo reconozco al instante. Nunca vi una foto de él. Pero sé que es él.

      —Mil millones de disculpas por hacerlas esperar tanto. Me quedé sin batería en el celular. Y… tuve un pequeño problema con mi hijo, Félix.

      —No hay problema, Alex, en serio.

      «Ugh, asco». Mi mamá le da una de esas sonrisas que le solía hacer a mi padre. Me genera vergüenza y terror ver que se las dedica ahora a este hombre.

      Alexander nos ayuda con las valijas y lo seguimos hasta su camioneta. Mi mamá se sienta en el СКАЧАТЬ