Casi amor. Chiara F. Citterio
Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Casi amor - Chiara F. Citterio страница 4

Название: Casi amor

Автор: Chiara F. Citterio

Издательство: Bookwire

Жанр: Книги для детей: прочее

Серия: Casi amor

isbn: 9789878332222

isbn:

СКАЧАТЬ

      Me siento a su lado.

      —Félix, Emma. Emma, Félix —nos presenta Alexander.

      No me presenta al chico de pelo negro que mira por la ventanilla, sin girar para saludarme.

      «Raro», pienso.

      —Y él es mi amigo, Theo —dice, por fin, Félix.

      Theo gira, pausado, como si no le quedase otra alternativa. Y yo me quedo, de pronto, sin aire. Le sonrío, aunque él no me devuelve la sonrisa.

      «Idiota, pero qué lindo». Tiene el pelo más perfecto que vi; despeinado, pero no tanto. Sus ojos celestes son del color del cielo un día de primavera en el que hay calor, pero que aun así se puede soportar.

      ¡Ojalá no tenga hoyuelos, son mi fantasía de hombre perfecto!

      Intento desviar la mirada, pero se me hace físicamente imposible. Es como un imán, no entiendo qué me pasa…

      Alexander me hace unas preguntas tontas y redundantes a las que yo contesto de la forma más escueta posible. Cuando no me está haciendo preguntas absurdas, está mirando a su hijo por el retrovisor con una mirada desaprobadora.

      Félix le susurra algo a Theo y este se ríe. Mierda. Dos hoyuelos. Nada bueno puede salir de esto.

      Cuando llegamos a la casa, intento abrir la puerta del auto lo más rápido que puedo. Al mirar dónde viven, siento que no lo puedo creer. ¡Es una mansión! Alexander me contó que estamos en el barrio de Santa Mónica. Exacto, como en las películas.

      Ellos también se bajan. Theo pasa por delante de mí, sin mirarme, y entra directo. Félix, en cambio, me ayuda con las valijas.

      Alexander y mi mamá se bajan del auto mientras comparten una mirada embelesada.

      «Ridículos».

      —Félix, muéstrale la habitación a Emma, por favor —pide su padre.

      Félix asiente y entramos. La casa por fuera ya se ve muy bonita, pero por dentro es espectacular.

      —Perdón… pero ¿tendrías algo con chocolate? —pregunto. No me puedo contener más. Necesito comer algo dulce ya.

      El pelirrojo me deja sola unos segundos y vuelve con unas galletitas.

      —Gracias —digo.

      Félix vuelve a caminar, yo lo sigo; me muestra el baño y luego mi habitación. Le agradezco por su ayuda y él se va. Yo me quedo atónita mientras miro mi habitación de verano. Es inmensa. Los americanos y su ego de demostrar todo su dinero en metros cuadrados.

      Abro mi valija para buscar mi pijama. Quiero darme una ducha, no dormí en el avión porque me quedé leyendo. Sabía las consecuencias, pero no me importaron.

      Bostezo y salgo al pasillo. Entro al baño sin tocar y me arrepiento de inmediato. Theo está desnudo y, Dios, ¡qué hermoso es! Tiene músculos que ni siquiera sabía que se pueden tener si no eres Zac Efron y, bueno, me quedo unos segundos de más hasta darme cuenta de mi error. Quiero balbucear algo que ni yo entiendo qué es.

      Deseo desaparecer de la faz de la tierra. Estoy por retirarme, con la respiración agitada, y giro:

      —¿Apenas llegas y quieres meterte en la ducha con mi mejor amigo?

      Me enfrento a Félix.

      —Mal comienzo, hermanita.

      «Ni me lo digas».

      Capítulo 4

      Mal día

      —Emmita, hija, levántate. Ya son las dos de la tarde. Alexander preparó unas hamburguesas para comer en familia.

      Abro los ojos con lentitud porque la luz radiante que entra por mi habitación no me deja ver. ¡Cómo extraño Londres y sus días de lluvia!

      Me escondo debajo de las sábanas:

      —No tengo hambre. No voy a bajar

      —Emma Smith, no te estoy dando una opción. Es una orden. Te bañas, te pones algo cómodo y bonito, y bajas con nosotros.

      Me destapa y se va, me deja gruñendo, sola. Empiezo a buscar ropa en mi valija y no encuentro nada que me sirva para hoy. Tengo que ordenar, urgente.

      «Esto me va a servir», pienso y termino por elegir un vestido rosa, con flores, y unas sandalias blancas.

      Voy al baño y escucho a Félix de fondo.

      —Qué lástima para ti que no esté Theo ahí dentro.

      Me doy la vuelta y le saco el dedo del medio.

      Entro al baño y vomito. Tengo que tomar una decisión sobre esto que crece en mi panza. ¡Qué manera de empezar el día!

      ***

      Bajo las escaleras, con un aspecto mucho más agradable que el de hace media hora, y me encuentro a Félix y Alexander en medio de una discusión.

      —Después de lo de anoche, no te tendría que dejar salir.

      —Por favor, papá, fue un error. Uno solo, no voy a terminar en la cárcel como ayer.

      «¿Félix fue a la cárcel? ¿Por eso llegó tarde Alexander al aeropuerto?».

      Se dan cuenta de mi presencia:

      —Okey, te dejo ir solo si llevas a Emma.

      «¿Qué? ¿A dónde me quieren llevar?». Félix me regala una mirada aterradora y yo lo observo con mi mejor cara de póker.

      —Está bien —dice Félix—. Pero no cenaré aquí. Emma, estate lista para salir a las diez. —Y se va.

      Me quedo quieta en mi lugar porque no entiendo absolutamente nada de lo que acaba de pasar. Alexander se empieza a reír.

      —Ven a comer, Emma. Debes tener hambre —me dice—. Te explicaré lo que acabas de ver.

      Sonrío y sigo a Alexander hacia la cocina. Cuando llegamos, veo que mi mamá pone las ensaladas sobre la mesa. Me siento y comienza un silencio incómodo:

      —Ayer, Theo y Félix fueron arrestados por conducir muy rápido. Demasiado rápido. Por eso, llegué tarde al aeropuerto. Hoy, me dijo que quería volver a salir, por lo que le dije que lo dejaba ir solo si te llevaba a ti. Me pareció una buena idea para que conozcas gente nueva y te diviertas.

      —Bueno… eh… sí, gracias por hacer eso, pero bueno yo… mmm… —pienso en una excusa rápida, pero ninguna me suena convincente—, no tengo nada para ponerme.

      —Ay, hija, eso no es problema. Te daré algo de dinero para que te compres algo lindo.

      Sonrío y asiento. СКАЧАТЬ