Aquiles y su tigre encadenado. Gonzalo Alcaide Narvreón
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Название: Aquiles y su tigre encadenado

Автор: Gonzalo Alcaide Narvreón

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия:

isbn: 9788468538143

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СКАЧАТЬ aparecía el icono de WhatsApp bajo el contacto de Brunna.

      Le envió un mensaje que inmediatamente fue respondido con el icono del pulgar para arriba, en señal de aprobación, seguido de un emoticón tirando un beso con un corazón.

      Alejandro sintió que se le aceleraba el pulso... Más allá de que no le interesaba entablar ningún tipo de relación seria, todos habían viajado con la idea de divertirse y de ponerla las veces que pudieran durante lo que durasen sus vacaciones. Después de todo, probablemente el emoticón solo se tratara de una manera de demostrar empatía y nada más que eso.

      A pesar de que era una espléndido y caluroso anochecer que invitaba a permanecer en la playa, decidieron regresar al hotel para tomar una ducha y para antes de ir a cenar, poder tirarse un rato en sus camas, disfrutando del confort que proporcionaba el aire acondicionado en esa primera y tórrida noche carioca.

      Capítulo 8

      Extraña velada

      Ingresaron a la cabaña y encontraron que todos los candelabros irradiaban la cálida luz generada por las velas. Aquiles salió directamente a la terraza para dejar colgado el toallón que no había podido devolver.

      Marina fue tras él y se le antojó relajarse dentro de la tina instalada afuera, por lo que abrió los grifos y un chorro de agua tibia y cristalina comenzó a caer por una pieza de madera en forma de media caña, que oficiaba de grifo.

      –Qué lindo que es todo esto... nada de mármoles ni de brillos; solo madera y piedra, me encanta –dijo.

      –Si... realmente está todo estudiado al mínimo detalle y conectado ciento por ciento con la tierra y con el agua –dijo Aquiles.

      Marina se quitó la maya y desnuda, apoyó sus brazos sobre la baranda junto a Aquiles, que estaba concentrado mirando el reflejo de la luz de la luna sobre el mar. La lejanía con centros urbanos, hacía que la noche resultara absolutamente cerrada, salvo por la luz de la luna, el titilar de las estrellas, la luz de alguna embarcación que pasaba frente a ellos y las luces de velas y candelabros instalados en el complejo.

      Aquiles giró y observó la desnudez de Marina.

      –Ah... bueno... esto sí que se llama liberación y cero prejuicios –dijo.

      –¿Quién me va a ver? si enfrente solo hay rocas y los laterales están protegidos –contestó Marina, dándole un beso en los labios y caminando hacia la tina para cerrar los grifos.

      Aquiles la observaba obnubilado, deleitado por su belleza y cautivado por su personalidad.

      Lo que Marina acababa de decir, no era del todo correcto, ya que, desde algunas de las terrazas de otras cabañas, se podía observar la de ellos, como ellos podían ver a las demás.

      Marina ingresó a la tina que estaba excesivamente llena y el agua comenzó a rebalsar por los bordes, cayendo sobre la madera y escurriéndose, para caer finalmente sobre las rocas.

      Apoyó su cabeza contra el borde y cerró los ojos, reflejando en su rostro un estado de distención y de placer absoluto.

      Aquiles continuaba mirándola sin ningún tipo de intención relacionada con lo sexual; ya había tenido suficiente por ese día. Simplemente, observaba su belleza y confirmaba el amor que sentía por esa mujer.

      Se subió al camastro doble que pendía de sogas atadas a troncos y se acostó boca arriba para deleitarse con el paisaje que la naturaleza le estaba regalando.

      Permanecieron por una hora así, relajados, descansando y disfrutando de un lugar único y de un momento probablemente irrepetible.

      Justo en el momento en el que Aquiles comenzaba a cerrar sus ojos para caer en lo que seguramente sería un profundo sueño, escuchó el movimiento del agua generado por Marina al incorporarse para salir de la tina.

      Abrió nuevamente sus ojos y la miró.

      –¿Podrías alcanzarme un toallón de adentro que me olvidé de agarrarlo? –le pidió Marina sonriente.

      Aunque pocas ganas tenía de levantarse, dibujando una sonrisa en su rostro, se bajó del camastro y fue en busca del toallón.

      Regresó a la terraza con dos toallónes en la mano y le entregó uno a Marina, que secó rápidamente su cuerpo y lo envolvió con el blanco toallón que ató por sobre sus pechos.

      Aquiles, aprovechando que la tina estaba repleta de agua, se quitó el slip y se metió dentro de ella.

      Permaneció un rato ahí dentro, mientras observaba como Marina, sentada frente a un espejo, comenzaba a humectar con cremas su cara y todo su cuerpo.

      Me pasas el shampoo, grito Aquiles...

      Marina fue hacia el guardarropa y salió a la terraza con el frasco de shampoo.

      Aquiles lavó su cabeza y cerrando los ojos, se sumergió para enjuagarse. Se incorporó, agarró el toallón y luego de secar su cuerpo, lo ató a la altura de la cintura.

      Marina lo miró y sintió nuevamente ganas de poseerlo. Estaba asombrada por su propia voracidad sexual que la estaba invadiendo y que no podía controlar.

      Aquiles ingresó a la cabaña y Marina, mirándolo morbosamente, dijo:

      –Estoy necesitando unos masajes en la espalda...

      –Ja... me imagino... suficiente por hoy amor; ya sabemos cómo terminan los masajes que te hago en la espalda –respondió Aquiles sonriendo.

      Y era cierto... cada vez que Marina pedía que le hiciera masajes en su espalda, fuese porque realmente los necesitaba o porque buscaba otra cosa, indefectiblemente, terminaban en una sesión de sexo. Aquiles untaba sus manos con crema y de manera incontrolable, al apoyar las palmas sobre la espalda de Marina, se le producía una erección y terminaba penetrándola.

      Aquiles amaba tenerla boca abajo y jugar sobre su espalda, bajando hacia sus glúteos con las manos embadurnadas de crema, volver a subir, embadurnar su miembro y comenzar a deslizarlo entre las nalgas de Marina, subiendo y bajando, hasta lograr que se volviese loca y que rogara por ser penetrada.

      Casi siempre, la penetración era vaginal y en muy pocas ocasiones, Marina permitía que la penetrase analmente.

      Cualquiera de las dos opciones, generaban en Aquiles una sensación de dominación que lo excitaba enormemente y sabía cómo manejar las embestidas como para variar la profundidad de la penetración. Marina, aunque rara vez llegaba al experimentar un orgasmo en esa posición, amaba y disfrutaba plenamente al ser poseída de esa manera; la sensación de ser dominada y la imposibilidad de moverse, la calentaba sobremanera.

      Aquiles se acercó a Marina y le dio un beso en el cuello. Marina tuvo una sensación de escalofrío que la invadió por completo.

      –Si no querés que abuse de vos, no hagas eso –dijo Marina, refiriéndose al beso que acababa de recibir.

      –Amor, entre las sesiones de sexo de hoy y el cansancio, difícil que se me pare nuevamente –dijo Aquiles.

      Esa era una de las grandes ventajas que poseía la fisiología СКАЧАТЬ