Aquiles y su tigre encadenado. Gonzalo Alcaide Narvreón
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Название: Aquiles y su tigre encadenado

Автор: Gonzalo Alcaide Narvreón

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия:

isbn: 9788468538143

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      –Sí, lindas mujeres –dijo Tomás.

      –Che, antes de ir al hotel, por que ustedes dos no se compran un par de sungas y se dejan de joder con esos pantalones hasta las rodillas... vieron la cantidad de veteranos con las panzas colgando que las usan sin pudor... Ustedes que tienen lomazos, en lugar de lucirlos, parecen dos viejas –dijo Facundo, insistiéndole a Alejandro y a Marcelo.

      –Que rompe pelotas que sos –dijo Marcelo.

      –Vamos... síganme que a dos cuadras hay un local que se especializa en trajes de baño y tiene un montón de variedades y a buenos precios –insistió Facundo.

      Resignados, le siguieron el paso, al menos para que no rompiera más los huevos con el tema sungas... En todo caso, después verían si se las ponían o no, o si se animaban a quitarse la bermuda estando en la playa.

      Llegaron al local y guiados por Facundo, comenzaron a buscar.

      Estaba claro que ninguno de los dos compraría nada estridente ni llamativo. Irían por los colores clásico y tranquilos.

      –Miren que buenas están estas, exclamó Facundo, agarrando una de color fucsia con rayas negras y otra blanca.

      –Pero vos estas totalmente trastornado... ni en pedo me pongo eso –exclamó Marcelo.

      Facundo largó una carcajada, ya que había hecho el comentario exprofeso, sabiendo cual sería la reacción de sus amigos.

      Continuaron buscando y sin dar más vueltas, Marcelo agarró una sunga negra de piernas cortas y Alejando eligió una tipo slip color azul oscuro con un par de rayas rojas en uno de los costados y otra como la de Marcelo.

      –Che, ¿me quedará bien ésta? digo, porque no sé si acá entrará mi paquete... –dijo Alejandro riendo.

      –Fijate que diga número 3, esa te va a quedar bien; yo uso número 5, porque si no, no sé dónde ocultarlo –contestó Facundo en tren de broma.

      –Dale boludo, en serio... –insistió Alejandro.

      –Agarren talle 3 que es el que uso yo y somos más o menos iguales –contestó Facundo.

      Encontraron el talle en los modelos que habían elegido y fueron hacia la caja a pagar.

      Facundo, para aumentar su colección, se llevó la blanca que le había mostrado a Marcelo y a Alejandro en tren de broma.

      Salieron del local y sobre la marcha decidieron meterse en un restaurante para almorzar. Todos pidieron hamburguesas al plato que acompañaron con ensaladas de diferentes variedades y con cerveza bien fría.

      –Huf... entre el madrugón para ir al aeropuerto, el mar y esta cerveza, creo que me tiro en la cama y me desmayo –dijo Tomás.

      –Sí, a mí se me están cerrando los ojos –agregó Alfredo.

      Pidieron la cuenta, pagaron y comenzaron a caminar hacia el hotel.

      –Huy... miren quienes vienen ahí –dijo Marcelo.

      Las cuatro brasileras que habían encontrado en la playa, venían caminando en dirección contraria, sonrientes y “al ritmo de Brasil.” Todas con el torso descubierto, vistiendo solo los corpiños de sus bikinis, y con shorts de jean diminutos, que apenas cubrían sus glúteos.

      Dos de ella eran de piel blanca y morochas, una con ojos marrones y la otra con tremendos ojos azules que contrastaban con el color de su pelo. Las otras dos eran de piel más oscura, de pelo enrulado color castaño, labios carnosos y muy buenos pechos.

      Las cuatro hablaban sin pausa y sonreían, como festejando la vida a cada paso que daban.

      –Tremendas están estas garotas –dijo Alejandro.

      –Un fuego la morocha de ojos claro –dijo Facundo.

      –Vos sí que tenés un amplio mercado –dijo Alfredo, dirigiéndose a Facundo– te gustó el moreno de la playa, te gusta esta mina; siempre tenés algo de donde escoger.

      –Y... si... es una de las ventajas de ser sexualmente amplio –respondió Facundo.

      Alejandro se quedó colgado con esa frase... Facundo, en lugar de haber dicho “soy bisexual” se había definido como “sexualmente amplio...” justamente como el mismo se había autodefinido frente a Aquiles, cuando tuvo que blanquearle parte de su vida íntima.

      Al cruzarse, se saludaron entre medio de risas y Marcelo, descaradamente, las invitó a que los acompañaran hasta el hotel, recibiendo la negativa de las garotas, que regresaban a su departamento para almorzar.

      –Che, boludo... ¿cómo les vas a decir de una que vengan al hotel con nosotros? –dijo Alfredo.

      –¿Qué tiene de malo? no les dije que vengan a tener sexo con nosotros; simplemente lo dije para entablar relaciones internacionales –dijo Marcelo, riendo.

      Continuaron caminando y como acto instintivo, giraron sus cabezas para observar la retirada del grupo de mujeres, que lucían sus abultados glúteos que escapaban de las piernas de los diminutos shorts.

      La morocha de ojos claros también giró su cabeza y al encontrarse con las miradas de los cinco hombres, esbozó una sonrisa; descaradamente, acercando la palma extendida de la mano a su boca, sopló sobre ella, como tirándoles un beso...

      –Huy.... Dios... si nos portamos bien, creo esta noche hay fiesta –dijo Alfredo.

      Ingresaron al hotel y fueron directamente a sus habitaciones, sin quedar en horario alguno como para regresar a la playa.

      Alejando fue directamente al baño para tomar una ducha. Regresó con un toallón atado en su cintura y vio que Facundo estaba frente al espejo probándose su nueva sunga blanca, que ciertamente, marcaban notablemente su bulto.

      –Che... cuando se te moje ¿no se te va a transparentar todo? –preguntó Alejandro, que sin quitarse el toallón se había tirado sobre la cama.

      –No... tiene doble tela interior justamente para evitar eso –respondió Facundo.

      Alejandro agarró la bolsa en la que tenía su nueva adquisición y se incorporó para llevarla al placar.

      –Probátela a ver si está bien el talle –dijo Facundo.

      –No... después veo –respondió Alejandro.

      –No seas tonto –insistió Facundo.

      –Alejandro, con la intención de que Facundo se dejara de romper los huevos con el tema, agarró las sungas de dentro de la bolsa y dejó caer el toallón al piso, quedando de espaldas a Facundo, que fijo su vista en los firmes y redondos glúteos cubiertos de pelos que lucía Alejandro.

      Levantando una pierna y luego la otra, se probó las mallas que le calzaba impecablemente bien. Contenían a la perfección el volumen de sus glúteos, haciéndolos lucir aún más firmes.

      –Me quedan bien... la pegaste con el talle –dijo СКАЧАТЬ