Aquiles y su tigre encadenado. Gonzalo Alcaide Narvreón
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Название: Aquiles y su tigre encadenado

Автор: Gonzalo Alcaide Narvreón

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия:

isbn: 9788468538143

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СКАЧАТЬ su miembro, nada podía hacer para lograr una penetración.

      –¿Vamos a comer o preferís que pidamos que nos traigan algo acá? –preguntó Aquiles.

      –Mejor vayamos a algún restaurante –contestó Marina.

      Aquiles se quitó el toallón que dejó sobre el borde de la otra tina que había en el interior de la cabaña; se puso un bóxer de piernas largas, que contenía firmemente su bulto y que lo hacía sentir muy cómodo. Agarró una bermuda azul marino y una chomba de manga corta color salmón; se puso zapatos náuticos azules, cinturón al tono, roció un poco de perfume en su cuello y ya estaba listo para ir a cenar.

      Marina se puso una bombacha de encaje con piernas, agarró un solero sin mangas en la gama de azules, celestes y verdes, que se puso sin usar corpiño. Se calzó sandalias blancas y puso sobre sus hombros una chalina blanca. Roció un toque de perfume en su cuello y en sus muñecas y pintó sus labios casi imperceptiblemente, con un color rosa viejo.

      Ambos muy naturales, muy descontracturados; muy ellos, y acordes con el lugar.

      Salieron de la cabaña y se encontraron con un espectáculo completamente distinto y acogedor. A ambos lados del camino, antorchas encendidas y candelabros que iluminaban la pasarela, dándole un toque salvaje y autóctono. Todo lucía como si siempre hubiese estado allí, como si la propia naturaleza hubiese creado todo, sin la intervención del hombre.

      Avanzaron tomados de la mano y recorrieron diferentes lugares para conocer un poco más el complejo.

      Se acercaron a unas mesas circulares rodeadas por sillones, que estaban contenidas por otros círculos de ramas y que parecían estar volando por sobre el manglar. Claramente, estaban diseñadas para varias personas.

      En una de ellas estaban sentados Ethan y Cristie, que, al verlos, hicieron un gesto con las manos como invitándolos para que se acercaran.

      –Huy no... –exclamó Aquiles, que tenía ganas de pasar una velada tranquila y distendida junto a su mujer.

      –Mínimamente, nos tenemos que acercar para no pasar por maleducados –dijo Marina sonriendo y saludándolos con la mano.

      Caminaron hacia esa mesa y saludaron sonrientes.

      Claramente, los canadienses acababan de llegar y estaba con los menús en sus manos.

      –Por favor, siéntense y compartan la noche con nosotros –dijo Ethan.

      Aquiles pensó rápidamente que responder. Quizá, podía decirles que simplemente habían salido a recorrer el complejo para conocerlo y que cenarían en su cabaña, o quizá, podía decir que ya habían cenado...

      Sin darle tiempo a responder y decidiendo por ambos, Marina ingresó por un costado y se acomodó sobre un almohadón al lado de Ethan, dando por cerrado el caso. Aquiles la siguió, pensando en las palabras utilizadas por Ethan al invitarlos... “compartir la noche” en lugar de “compartir la cena...”

      El marco era espectacular. Salvo por la iluminación sobre la mesa y por la de las pasarelas, solo la luz de la luna iluminaba la espesura del manglar, que se esparcía como un mar verde.

      Comenzó la conversación típica sobre el espectacular día que había sido y sobre le hermosura de la noche y del lugar.

      Si bien ambos hablaban fluidamente inglés, no dejaba de resultar un esfuerzo extra el tener que comunicarse en otro idioma y con gente a la que apenas conocían.

      Se acercó el camarero y acordaron pedir una botella de vino y agua sin gas.

      –¿Qué tenés ganas de comer? –Aquiles le preguntó a Marina.

      –Creo que pollo grillado con unas papas noisette, ¿vos? –preguntó Marina.

      –Me tentaron los ravioles de ricota a la crema, creo que voy con eso –respondió Aquiles.

      Ethan y Cristie conversaban entre ellos, consultándose sobre el menú, que obviamente, estaba escrito en castellano y en inglés, por lo que no tendrían problemas para hacer sus elecciones.

      Nuevamente se acercó el camarero trayendo las bebidas y dos bowls con huacamole, acompañados por una canasta repleta de nachos. Preguntó si estaban listos para hacer el pedido y cada quien solicitó su plato.

      Pollo grillado con papas noisette, para Marina, Cochinita Pibil para Cristie, ravioles a la crema para Aquiles y Tikin-Xic para Ethan.

      Marina y Aquiles se miraron pensando en que consistirían los platos que habían pedido sus compañeros de velada, pero ya le habían devuelto las cartas al mesero.

      –¿En qué consisten los platos que pidieron? –preguntó Marina.

      –El mío pescado y el de Cristie cerdo... vamos a ver si hicimos una buena elección –contestó Ethan.

      –¿Cómo dijo el camarero que se llama esto? –preguntó Cristie, refriéndose al contenido de los bowls.

      –Huacamole –respondió Marina, explicándole que contenía y como se preparaba.

      Los dos canadienses probaron y les pareció delicioso.

      Marina le contó sobre la receta para preparar sándwiches de palta, especialidad de Aquiles y recurso al que frecuentemente solían acudir cuando no había ganas de cocinar, especialmente durante el verano.

      Lentamente, el resto de las mesas se iban ocupando y el ritmo de los meseros se intensificaba.

      –Hermosa piel y muy lindo bronceado –dijo Cristie, dirigiéndose a Marina.

      –Gracias –respondió Marina, golpeándole la pierna a Aquiles por debajo de la mesa.

      –Se nota que ambos son deportistas... vos, además de tener una increíble piel, tenés un muy buen físico y el traje de baño blanco de una pieza que lucías esta tarde, te queda de maravilla; y tu marido, luciendo su físico de “Macho latino” y vistiendo solo un slip blanco... una pareja soñada –dijo Critie, con total naturalidad, dirigiéndose a Marina.

      Ahora fue Aquiles el que le pegó un golpe por debajo de la mesa.

      Marina respondió al golpe agarrándole el bulto y largó una carcajada que no pudo contener, provocada por la frase “Macho latino” dicha por Cristie, en un castellano trabado.

      –Gracias, fue lo único que Marina atinó a responder.

      –Tratamos de mantenernos activos... vamos al gym, corremos, yo nado... –dijo Aquiles.

      –Eso está muy bien y se nota –dijo Ethan.

      –Uds. también se mantienen en forma –dijo Aquiles, solo con la intención de devolver la gentileza.

      –Intentamos... Con el trajín diario, a veces es difícil encontrar tiempo como para hacer deportes –respondió Ethan.

      –¿Tienen hijos? –preguntó Marina.

      –No, no tenemos –respondió Cristie, de manera un tanto cortante.

      Marina СКАЧАТЬ