Aquiles y su tigre encadenado. Gonzalo Alcaide Narvreón
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Название: Aquiles y su tigre encadenado

Автор: Gonzalo Alcaide Narvreón

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия:

isbn: 9788468538143

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      –Ya casi –dijo Aquiles.

      Marina continuó con su ritmo de sube y baja, hasta que sintió que el cuerpo de Aquiles comenzaba a temblar.

      El gemido ahogado emitido por su marido, dio cuenta de que estaba siendo nuevamente llenada por su esperma.

      Permanecieron un momento en esa posición y besándose.

      Marina se paró y se acomodó el biquini, mientras que Aquiles levantaba su bermuda y ajustaba los piolines de la cintura

      –Vas a hacer que nos metan presos –dijo Aquiles.

      –¡Por favor...! en esta playa somos todas parejas sin chicos; encima, hay muchos europeos y ellos tienen la cabeza más abierta que nosotros, así que olvídate...–dijo Marina.

      Hacía apenas un rato que Aquiles le estaba dando a Marina un discurso sobre la libertad del lugar, diciéndole que nadie se horrorizaría por gritos y gemidos y ahora era ella la que lo dejaba descolocado con su actitud de total desparpajo y de liberalismo extremo, practicando sexo en un lugar público. Fuero saliendo del mar y permanecieron un rato en la orilla, disfrutando del sol y del agua que acariciaba sus pies.

      Se dirigieron hacia la palapa y se recostaron en las reposeras. Sobre la de Aquiles, el canadiense había dejado el equipo de snorkel.

      –Che, este está con binoculares –dijo Aquiles, haciendo referencia al canadiense.

      Marina se incorporó y miró hacia la palapa vecina.

      –Bueno... si nos estaba observando, acabamos de brindarle un buen espectáculo y gratis –dijo Marina.

      La mujer se dio cuenta de que Marina los miraba y le regaló una sonrisa, a la que Marina respondió amablemente.

      –Acordate lo que te digo... estos dos, en cualquier momento nos invitan a su cabaña –dijo Marina.

      –No seas tonta –dijo Aquiles, recordando inmediatamente las experiencias vividas por Marcos y Paula, cuando había hecho un trío con una mujer y luego con un hombre.

      Si bien la situación no había sido exactamente la de intercambio de parejas, era lo más cercano que conocía y que había hecho un amigo suyo junto a su mujer.

      –De que hablaban hace un rato cuando se cruzaron dentro del agua –preguntó Marina.

      –Nada... las cosas típicas de las que uno habla cuando está en un lugar así... de lo increíble del lugar, del agua cristalina, de los peces... Me preguntó si el equipo de snorkel era mío y le dije que en el puestito de la playa te los prestaban –respondió Aquiles.

      – ¿Y para qué le diste el tuyo? –preguntó Marina.

      –Porque yo ya salía y para que no tuvieses que irse hasta allí y luego tener que regresar al mar –respondió Aquiles.

      –Este canadiense es medio extraño –dijo Marina.

      –Se llama Ethan –dijo Aquiles.

      –Ah... ella se llama Cristie... me lo dijo hace un rato cuando pasó a mi lado para ir hasta el barcito –dijo Marina.

      –La verdad es que no da ganas de moverse de aquí, pero yo diría de ir a almorzar –dijo Aquiles, como no dando trascendencia al comentario hecho por Marina sobre lo raro que le resultaba el canadiense.

      –Yo diría que antes de almorzar, deberíamos sacar la ropa de las valijas y ordenarla en los placares –dijo Marina.

      –Como quieras –dijo Aquiles, pensando en lo maniáticas que podían ser las mujeres con la ropa y con el orden. De ser por él, dejaba todo dentro de las valijas y sacaba ropa a medida que la necesitase; poco le importaba guardar todo ordenado dentro de un placar.

      Se incorporaron, agarraron los toallónes, el equipo de snorkel y caminaron hacia el sendero que los conducía hacia su cabaña, devolviendo de paso los toallónes húmedos y el equipo.

      Recorrieron el sendero entre iguanas que reposaban bajo el sol y mapaches que saltaban inquietos de un lado hacia el otro.

      Ingresaron a la cabaña y ambos se quitaron la ropa húmeda. Marina se puso un solero blanco y Aquiles otra bermuda de baño.

      Comenzaron a desempacar y a guardar la ropa en estantes, en cajones y en perchas.

      –Guardá el dinero, los pasaportes y los celulares en la caja fuerte –dijo Marina.

      –A sus órdenes capitán –respondió Aquiles, respetando el compromiso que habían tomado de que no utilizarían los teléfonos durante su estadía en ese lugar y que, por una cuestión de seguridad y para hacer uso del GPS, solo los utilizarían cuando fuesen a visitar los lugares que tenían planificados.

      –Tenemos que organizar bien cuando vamos a hacer los recorridos planeados –dijo Aquiles.

      Habían viajado con la idea de visitar algunos puntos claves que resultaban imperdibles y más, para ellos que disfrutaban de la aventura.

      Chichén–Itzá, con su mítica Pirámide de Kukulkán, destino por excelencia en La Riviera Maya, era lo que les quedaba más alejado. Cerca de la ciudad Maya, se encontraba la ciudad colonial de Valladolid. En el mismo trayecto, el cenote Ik’kil, al que Aquiles no iba a dejar de ir. Un poco más cerca, la zona arqueológica de Cobá, con su pirámide Nohoch Mul.

      Apenas un poco más al norte de donde se alojaban, estaba la zona arqueológica de Tulum, única ciudadela Maya construida sobre el mar, con su mítico castillo en la cima del acantilado.

      Otra de las excursiones que tenían en mente y que se las había recomendado especialmente Adrián e Inés, era el parque natural de Xel–Ha, que poseía varias actividades para realizar, entre las que se encontraba la posibilidad de nadar con delfines, cosa que Aquiles no pensaba perderse.

      Sabían que la excursión a Chichén–Itzá y a todo lo que quedaba cerca o dentro de esa ruta, les tomaría un día entero, lo mismo que la visita a Xel–Ha y que la visita a Tulum, solo les tomaría medio día.

      Dependiendo del clima y de las ganas, decidirían si harían alguna visita a los destinos próximos a Cancún, o si los dejarían para otro viaje. Con la idea de no tener que atarse a horarios ni a días preestablecido, es que habían decidido alquilar un vehículo como para manejarse de manera independiente y, en todo caso, ir decidiendo sobre la marcha que hacer. Lo concreto, era que, el ultimo día, irían a Playa del Carmen, donde devolverían el Jeep y embarcarían en un Ferry para trasladarse a Cozumel, donde permanecerían la segunda semana de sus vacaciones.

      –Ahora terminemos con esto y vayamos a almorzar que muero de hambre –dijo Marina.

      Aquiles agarró una remera sin mangas color celeste, ojotas blancas y ambos salieron rumbo hacia uno de los restaurantes para saciar sus apetitos.

      Capítulo 3

      Al ritmo de Brasil

      La festiva ciudad de Rio de Janeiro recibía a Alejandro y a su grupo de amigos con un día espectacularmente СКАЧАТЬ