Название: Erebus
Автор: Michael Palin
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
isbn: 9788418217074
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Apenas se había puesto a ello cuando llegaron noticias de que había doce barcos balleneros, con los seiscientos hombres de sus tripulaciones, atrapados en el hielo en el estrecho de Davis, entre Groenlandia y la isla de Baffin. El Almirantazgo acordó enviar una misión de rescate y, como era previsible, encomendó a James Clark Ross la tarea de dirigirla. Este escogió un barco llamado Cove, construido en Whitby, y nombró a Francis Crozier primer teniente de la nave.
Mientras Ross y Crozier navegaban con rumbo norte de Hull a Stromness y se adentraban en el Atlántico Norte, el Almirantazgo empezó a buscar barcos de refuerzo por si hacía falta enviar más ayuda. De las dos bombardas que se habían transformado para la navegación polar en las expediciones de Parry, uno, el HMS Fury, había embarrancado en las rocas frente a la costa de la isla de Somerset y el otro, el Hecla, se había vendido años atrás. Eso dejaba solo al HMS Terror, un barco de la clase Vesuvius, construido en 1813, con un largo historial de servicio activo a su espalda, y al Erebus, que aún no había sido probado en ese tipo de aguas. El 1 de febrero de 1836, una tripulación reducida acudió a Portsmouth para quitarle el polvo al Erebus y trasladarlo hasta Chatham, a la espera de que se requiriese su intervención. En el ínterin, el Cove se topó con un tiempo terrible y una galerna lo golpeó con tanta furia que, en general, la gente opinó que lo que impidió que el barco se fuera a pique fue el liderazgo flemático y la gran sangre fría de James Ross. Tras regresar a Stromness para hacer reparaciones, Ross, Crozier y el Cove zarparon de nuevo hacia el estrecho de Davis. Para cuando llegaron a Groenlandia, resultó que todos los balleneros, con la excepción de uno, ya habían sido liberados del hielo.
A pesar de esto, los esfuerzos por efectuar el rescate se consideraron heroicos. Francis Crozier fue ascendido a comandante (que, aunque resulte confuso, es el rango por debajo de capitán) y a James Ross se le ofreció el título de caballero. Para gran desilusión de sus muchos seguidores, lo rechazó, al parecer porque consideraba que el pasar a ser sir James Ross haría que lo confundieran con su conflictivo tío, recientemente ennoblecido.
No obstante, «el hombre más atractivo de la Marina», según Jane Griffin, la futura esposa de John Franklin, tenía, sin embargo, mucho menos éxito en su vida privada. Entre sus muchos viajes, Ross había conocido y se había enamorado de Anne Coulman, la hija de dieciocho años de un adinerado terrateniente de Yorkshire. Ross había hecho lo correcto y escrito a su padre para expresarle sus sentimientos hacia Anne con la esperanza de recibir permiso para visitarla en la casa familiar. Coulman le respondió indignado, acabó inapelablemente con todos los planes de futuro para la relación y expresó su conmoción por que Ross albergara tales sentimientos «por una mera niña que todavía va a la escuela». Pero el señor Coulman tenía otros motivos para oponerse a tal unión. «Su edad [Ross tenía treinta y cuatro años] comparada con la de mi hija su profesión y las muy inciertas y peligrosas perspectivas que tiene ante usted me prohíben siquiera considerar su proposición».
Anne, sin embargo, estaba tan enamorada de James como él de ella. Durante los años siguientes, continuaron viéndose en secreto. La tenaz oposición de Coulman a su matrimonio hizo que Ross escribiera a Anne enojado y frustrado: «No me habría parecido posible que las emociones mundanas pudieran tener una influencia tan grande como para destruir los afectos más profundos del corazón y hacer que un padre tratara a su hija con tal insensibilidad y rigor». Por fortuna, una de las mejores cualidades de James Ross era su persistencia. Cuando decidía algo, no era fácil disuadirlo. Mantuvo el contacto con Anne, y ella con él. Su perseverancia se vería al final recompensada.
El HMS Terror pronto zarpó en otra misión. Abandonó Medway en junio de 1836 como buque insignia de la última ambiciosa expedición de George Back para ampliar los conocimientos sobre el noroeste del océano Antártico. Hacia septiembre ya estaba atascado en el moviente hielo y sufrió su presión durante todo el invierno. Al final, el trozo de hielo se desprendió de la plataforma y, todavía encajado en un témpano flotante, navegó a la deriva hasta llegar al estrecho de Hudson. Con el casco dañado y asegurado con una cadena, el Terror alcanzó por los pelos la costa de Irlanda, donde embarrancó sin más ceremonias.
Antes del desastre, George Back tuvo unas palabras de elogio hacia el Terror que podrían haberse dirigido a todas las bombardas: «Hondo y de gruesa madera como era y, aunque cada acometida hundía el bauprés en el agua, su cabeceo era tan tranquilo que apenas se tensaban los cabos». Su descripción del barco en buen tiempo hace que el sapo parezca un príncipe: «Con los sobrejuanetes y todas las bonetas desplegadas por primera vez, el gallardo barco exhibió orgulloso todo su expandido plumaje y flotó majestuosamente sobre las olas del mar».
El Erebus no tuvo una ocasión similar para impresionar. Aunque había estado sumamente cerca de entrar en acción, al final simplemente había cambiado un muelle por otro. En Chatham se le retiró el aparejo y volvió a engrosar la lista de «ordinarios». Estaba convirtiéndose en el barco que «casi zarpa» de la Marina Real.
Capítulo 3
El sur magnético
Durante todo el principio del siglo xix, el océano Antártico continuó siendo terra incognita. La expedición de James Weddell al Polo Sur entre 1822 y 1824 —descrita en sus memorias de 1825— llegó más al sur que ninguna otra hasta entonces, pero no avistó tierra alguna.
Cuando la recién formada Asociación Británica para el Avance de la Ciencia se reunió en Newcastle en el verano de 1838, el magnetismo terrestre era uno de los temas más importantes del orden del día. Se estimaba que había llegado el momento de cobrarse el premio. Una vez que entendieran el funcionamiento del campo magnético de la Tierra y lo codificaran, las brújulas y los cronómetros podrían disponerse con absoluta precisión y la navegación dejaría de ser un proceso errático que dependía de los cielos y suposiciones. El resultado sería el equivalente decimonónico de un GPS.
Uno de quienes defendía con más intensidad la necesidad de esta investigación era Edward Sabine, un oficial de la Artillería Real que había navegado con Ross y Parry al Ártico. Como asesor científico del Almirantazgo, durante los últimos diez años había defendido con vehemencia que Gran Bretaña debía utilizar su superioridad naval para recabar información valiosa sobre el campo magnético de la Tierra. Pero también estaba de acuerdo con el influyente Alexander von Humboldt, un noble prusiano que había realizado los primeros estudios sobre el geomagnetismo durante un célebre viaje a Sudamérica en 1802, en que, solo si los diversos países colaboraban, podría reducirse el mundo a una serie de principios claros, empíricos y científicos.
La teoría que vinculaba el geomagnetismo y la navegación ya había sido desarrollada por Carl Friedrich Gauss, un astrónomo de la Universidad de Gotinga. Para poner sus ideas en práctica, Sabine y otros propusieron que se estableciese una red de estaciones de observación a lo largo de todo el orbe que informarían de sus datos simultáneamente. James Clark Ross había descubierto el polo norte magnético y establecido que era diferente del norte geográfico, también llamado «norte verdadero». СКАЧАТЬ