El odio que das. Angie Thomas
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Название: El odio que das

Автор: Angie Thomas

Издательство: Bookwire

Жанр: Книги для детей: прочее

Серия: Novela juvenil

isbn: 9788412177947

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      Afuera, los coches arrancan a toda velocidad y la gente corre en cualquier dirección. Khalil me lleva hasta un Chevy Impala aparcado bajo una farola con poca luz. Me empuja dentro por el lado del conductor y me paso al asiento del copiloto. Arrancamos con un chirrido y dejamos el caos en el espejo retrovisor.

      —Siempre sucede alguna mierda —masculla—. No se puede organizar una fiesta sin que le disparen a alguien.

      Habla como mis padres. Exactamente por eso no me dejan salir, como dice Kenya. Por lo menos, no en Garden Heights.

      Le envío un mensaje a Kenya con la esperanza de que esté bien. Dudo que las balas fueran para ella, pero las balas van donde quieren ir.

      Kenya contesta rápido.

      Estoy bien.

      Pero veo a esa perra. Estoy por darle una tunda.

      ¿Dónde estás?

      ¿Esta mujer habla en serio? ¿Acabamos de salir corriendo para salvar la vida, y está dispuesta a pelear? Ni siquiera contesto sus tonterías.

      Me gusta el Impala de Khalil. No es del todo ostentoso como los coches de otros tipos. No he visto que lo hubiera tuneado antes de entrar, y el asiento delantero tiene la piel agrietada. Pero por dentro es de color verde limón, así que en algún momento lo han debido cambiar.

      Empiezo a rascar una raja del asiento.

      —¿A quién crees que le habrán disparado?

      Khalil saca su cepillo del compartimento de la puerta.

      —Probablemente a algún King Lord —dice, cepillándose los lados rapados de su cabeza—. Cuando llegué a la fiesta entraron unos Discípulos. Algo estaba a punto de estallar.

      Asiento. Desde hace dos meses, Garden Heights ha sido un campo de batalla por unas estúpidas guerras territoriales.

      Yo nací reina porque papá solía ser un King Lord. Pero cuando él abandonó el juego, terminó mi estatus de realeza callejera. Aunque haya crecido en ella, no entendía eso de luchar por calles que no son de nadie.

      Khalil deja caer el cepillo en la puerta y sube el volumen de la radio, poniendo al máximo una vieja canción de rap que papá escucha siempre. Frunzo el ceño.

      —¿Por qué siempre escuchas eso?

      —Mujer, ¡no me salgas con eso! Tupac era el puto amo.

      —Sí, hace veinte años.

      —Qué va, incluso ahora. Es decir, mira esto —me señala con el dedo, lo cual significa que está a punto de empezar uno de los momentos filosóficos de Khalil—: Tupac nos dejó el concepto Thug Life, es decir: The Hate U Give Little Infants Fucks Everybody, que significa El odio que das a los más pequeños nos jode a todos.

      Arqueo las cejas.

      —¿Qué?

      —¡Escucha! The Hate U Give Little Infants Fucks Everybody. T-H-U-G L-I-F-E. Thug es maleante, life es vida. Quiere decir que el odio que la sociedad nos da cuando somos jóvenes regresa y les patea el trasero cuando crecemos y nos volvemos adultos y más salvajes. ¿Entiendes?

      —Joder. Sí.

      —¿Lo ves? Te había dicho que era algo relevante —asiente llevando el ritmo y rapea con la música. Ahora me pregunto qué es lo que él está haciendo para joderlos a todos. Creo saberlo, pero espero estar equivocada. Necesito escucharlo de su boca.

      —¿Entonces por qué has estado tan ocupado? —pregunto—. Hace unos meses papá me dijo que renunciaste a la tienda. No te veo desde entonces.

      Se acerca al volante.

      —¿Dónde quieres que te acerque, a la casa o a la tienda?

      —Khalil…

      —¿A tu casa o a la tienda?

      —Si estás vendiendo esa mierda…

      —¡Ocúpate de tus propios asuntos, Starr! No te preocupes por mí. Estoy haciendo lo que tengo que hacer.

      —Y una mierda. Ya sabes que papá te echaría una mano.

      Se limpia la nariz antes de mentir.

      —No necesito que nadie me ayude, ¿vale? Y ese trabajo de sueldo mínimo que me daba tu padre no cambiaba nada. Me cansé de elegir entre pagar la luz o comprar comida.

      —Pensé que tu abuela trabajaba.

      —Así es. Cuando enfermó, los payasos del hospital dijeron que la dejarían trabajar con ellos. Dos meses después, no era capaz de cumplir con su parte del trabajo porque cuando te ponen la quimio es imposible arrastrar esos malditos cubos de basura por todos lados. La despidieron —sacude la cabeza—. Gracioso, ¿no? El hospital la despidió por estar enferma.

      Se hace el silencio en el Impala, excepto por Tupac que pregunta: ¿En quién crees? No lo sé.

      Mi teléfono vuelve a vibrar, probablemente sea Chris que está pidiendo perdón o Kenya que pide refuerzos contra Denasia. En lugar de eso, aparecen en la pantalla los mensajes de mi hermano mayor, todos en mayúsculas. No sé por qué hace eso. Probablemente cree que me intimida. En realidad, me saca de quicio.

      ¿DÓNDE ESTÁS?

      MÁS VALE QUE TÚ Y KENYA NO ESTÉIS EN LA FIESTA.

      HE OÍDO QUE HA HABIDO UN TIROTEO.

      Lo único peor que tener unos padres sobreprotectores es tener unos hermanos mayores sobreprotectores. Ni el buen Jesús Negro me puede salvar de Seven.

      Khalil me mira de reojo.

      —Seven, ¿eh?

      —¿Cómo lo has sabido?

      —Porque siempre parece que quieres golpear a alguien cuando él te habla. ¿Recuerdas esa vez en tu cumpleaños que estuvo todo el tiempo diciéndote qué deseos tenías que pedir?

      —Y le di un puñetazo en la cara.

      —Luego Natasha se enfadó contigo por decirle a su novio que se callara —dice Khalil entre risas.

      Hago un gesto de exasperación.

      —Me desesperaba con su pequeño enamoramiento por Seven. La mitad del tiempo pensaba que venía sólo para verlo.

      —No creas, era porque tenías las películas de Harry Potter. ¿Cómo solíamos llamarnos? El Trío del Barrio. Más apretados que…

      —El interior de la nariz de Voldemort. Qué frikis éramos.

      —Lo sé, ¿no es cierto? —dice.

      Nos reímos, pero falta algo. Falta alguien. Natasha.

      Khalil СКАЧАТЬ