Название: Como desees
Автор: Cary Elwes
Издательство: Bookwire
Жанр: Зарубежная прикладная и научно-популярная литература
isbn: 9788417743857
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—En ese caso quiero hacer mi libro favorito —respondió Rob.
—¿Cuál es?
—La princesa prometida.
—¡Cualquier cosa menos eso! —replicó al instante.
Y así, el proyecto se estancó durante un tiempo.
Pero Rob era perseverante. Aunque tiene un espíritu extraordinariamente cálido y generoso, y no es propenso al tipo de ego desenfrenado que no es poco común entre las altas esferas del talento de Hollywood, no es ningún pusilánime. De hecho, su clara determinación y su visión fueron las mayores responsables de que la película se convirtiera en una realidad.
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ANDY SCHEINMAN
Por aquel entonces, Bill Goldman ya había contactado con el padre de Rob, Carl Reiner, para llevar a cabo el proyecto. Pero Carl no tenía tiempo, o no sabía cómo hacerlo, o lo que sea. Por el motivo que fuera, simplemente no sucedió. Unos trece años más tarde Rob me dijo: «Creo que es un gran libro y que tendríamos que intentar sacarlo adelante».
En un momento dado, casi lo cerramos con Columbia Pictures. Fue entonces cuando oí una de mis frases favoritas del mundo del cine. El jefe de Columbia dijo: «Ten cuidado con los guiones de William Goldman. Te engaña con su buena escritura».
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El tiempo ha probado, sin duda, que Rob era el hombre adecuado para dirigir el proyecto. Como la mayoría de gente que la ha leído, era un gran admirador de la novela. También tenía una confianza suprema en su habilidad de mezclar los distintos géneros que llenaban sus páginas: amor, aventura, fantasía, drama, comedia, acción. Rob cogía estos elementos y lo ponía todo patas arriba. Se divertía haciéndolo y, a su vez, creaba una película divertida para los demás. Lograr esto requiere mucha seguridad, y no creo que muchos directores en aquel entonces, o ahora, hubieran podido sacarlo adelante.
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ROB REINER
He admirado el trabajo de Goldman desde el primer libro que escribió, The Temple of Gold, y luego, Your Turn to Curtsy, My Turn to Bow. He leído literalmente todos los libros que ha escrito. Cuando estaba escribiendo un libro sobre una temporada en Broadway en 1968 llamado The Season, mi padre representó una obra ese año, titulada Something different, a la que Bill dedicó un capítulo de su libro. Poco después, Bill terminó La princesa prometida y se la envió a mi padre por si le interesaba adaptarlo para una película. Pero él no sabía qué hacer con ella. Ni siquiera sé si la leyó o no, pero me la dio porque sabía que era un gran admirador de Goldman. Tenía veintipocos en aquella época y no había dirigido nada. La leí y tuve una de esas experiencias en las que estás leyendo y sientes que el escritor se ha metido en tu cabeza. Al leer el libro, pensé: «Oh, Dios mío, tengo la misma sensación». Quiero decir que, sencillamente, me enamoré de él. Era lo mejor que había leído jamás. El tiempo pasó, hice Todo en familia y luego inicié mi carrera como director. Después de las primeras películas, pensé: «Bueno, hacen películas basadas en libros»; se me ocurrió buscar qué libro me había gustado especialmente, y recordé La princesa prometida, mi libro favorito de todos los tiempos. Así que inocentemente dije: «Me pregunto si podríamos hacer una película con este». No tenía ni idea, en aquel momento, de que un montón de gente ya lo había intentado: Norman Jewison, Robert Redford, François Truffaut… Aparecía en uno de esos libros de cine como uno de los mejores guiones jamás escritos que nunca habían sido producidos. Hice que mi agencia se pusiera en contacto con Bill para ver si quería reunirse conmigo. Él había visto Spinal Tap y yo estaba acabando mi segunda película, Juegos de amor en la universidad. Por entonces solo tenía el primer corte, pero organicé una proyección para que la viera. Todo esto solo para que Bill aceptara reunirse conmigo.
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Pido perdón a Bill Goldman, a quien no le gusta el término, pero Rob era realmente, a falta de una descripción mejor, un joven autor. Uno cuyo éxito le había permitido hacerse con casi todo el control artístico de sus proyectos. Estrenaba sus películas como él quería que se vieran, ya que se encargaba del último corte en las salas de edición, algo que hoy en día casi no ocurre. Y no usaba su influencia para acumular riquezas abrumadoras con éxitos de taquilla superficiales, sino para abordar algo mucho más ambicioso. Algo cercano y querido en su corazón.
¿Cómo podría alguien no admirar algo así?
Por lo visto, el mismo jefe de Columbia dijo a Rob: «De todos modos, nunca conseguirás los derechos, porque Goldman nunca permitirá que nadie la haga».
Así que Rob decidió seguir adelante y tratar de reunirse con Goldman, quien, para aquel entonces, había vuelto a adquirir los derechos de su propia novela, con el fin de convencerlo para que le cediera el material. Se llevó consigo a la persona que lo acompañaba a todas las reuniones: su compañero de producción, Andy Scheinman. Resultó que el jefe del estudio había sido exacto al describir la reticencia de Goldman hacia que se hiciera la película. Como Rob y Andy descubrirían pronto, era evidente que el escritor había perdido casi todo su entusiasmo por el mundo del cine. No le gustaba cómo los estudios lo habían tratado en el pasado, especialmente en lo que respectaba a este, su proyecto favorito. Y tampoco había tenido ninguna suerte con ellos, ni con nadie más, de hecho, a la hora de emprender aquel proyecto.
A fin de entender mejor el estado de ánimo del señor Goldman, tal vez debería compartir una pequeña historia sobre los diversos intentos de hacer la película. A mi entender, en un momento dado el proyecto recibió inicialmente un «sí» de 20th Century Fox, que compró el libro incluso antes de que fuera publicado, con Richard Lester (famoso por las películas de los Beatles ¡Qué noche la de aquel día! y Socorro) como adjunto para dirigirla. Fue entonces cuando la persona a la que Goldman se refiere como el «tipo de la luz verde» (es decir, quien decide qué proyectos se hacen en el estudio) fue despedida de la Fox. Quiso la suerte que el siguiente «tipo de la luz verde» procediera a vaciar el escritorio de su predecesor (sorprendentemente, una práctica muy habitual en nuestro mundo), para empezar de cero. Fue en ese momento cuando Goldman volvió a comprar a la Fox los derechos de su libro (algo inaudito hasta el día de hoy, me imagino) para proteger su preciada obra e impedir que otra persona reescribiera el guion. Como Bill escribió en la edición del vigésimo quinto aniversario del libro, sintió que él era ahora «el único idiota que podía destruirlo».
Por aquel entonces, ninguno de los grandes estudios estaba dispuesto a tocar el material, excepto uno. Y lo creas o no, el tipo de la luz verde estaba en negociaciones con Goldman cuando también lo despidieron durante el fin de semana, justo cuando estaban a punto de cerrar el trato. Otro pequeño estudio de cine echó el cierre durante las negociaciones. En un momento dado, Norman Jewison, famoso por haber dirigido Jesucristo Superstar, El violinista en el tejado y Hechizo de luna, iba a realizarla como película independiente, pero no recaudó el dinero suficiente ni siquiera con un, entonces, prácticamente desconocido Arnold Schwarzenegger como Fezzik. Después de eso, John Boorman, Robert Redford, e incluso François Truffaut probaron suerte, pero por algún motivo no consiguieron hacerla despegar.
Así que tenía sentido que Goldman se mostrara reticente a dejar que su corazón se emocionara otra vez solo para volver a sufrir una decepción. Supongo que no se había «acostumbrado a las decepciones» en lo que respectaba a este proyecto en particular.
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ROB REINER СКАЧАТЬ