Como desees. Cary Elwes
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СКАЧАТЬ que no había nada que temer porque los vientos estaban a nuestro favor y llevarían la lluvia radioactiva en otra dirección. De lo que sí que nos advirtieron fue de que no bebiéramos leche del lugar, como precaución. Al menos no hasta que se declarara que era segura. Como muchos otros del equipo, volví al trabajo rascándome la cabeza, preguntándome si no deberíamos tomarnos el asunto más en serio. Después de todo, estábamos solo a menos de 1300 kilómetros del lugar donde se produjo el accidente. Todo lo que puedo decir es que las pólizas de seguros de la industria del cine de aquel entonces no eran tan sofisticadas como ahora, así que parar la producción no era realmente una opción.

      De todos modos, no es exactamente lo que te gustaría oír, pero el espectáculo continuó. Y, hasta donde sé, gracias a Dios, nadie enfermó a causa de la experiencia. Las últimas semanas del rodaje fueron en Berlín, en los estudios Babelsberg, y mientras estaba allí, acabé alojándome en el Kempinski.

      Le insistí a Harriet que me diera más información. Me dijo que lo único que sabía era que Rob y Andy querían ver a todos los actores británicos que encajaran en el papel y que, obviamente, estaban interesados en mí. Más tarde, supe que Rob había recibido una llamada de la directora de casting, Jane Jenkins, que le había sugerido que viera Lady Jane y le había dicho que, si le gustaba, tomara un avión para ir a conocerme. Parecía razonable pensar que me encontraba en una buena posición si estaban viajando hasta tan lejos; y no solo eso, sino, además, a una región que podía estar contaminada con material radioactivo. Yo no estaba acostumbrado a ese nivel de interés, y (aunque ahora pasa bastante a menudo) ningún director había venido nunca antes a visitarme durante un rodaje.

      —¿Tengo que hacer una prueba para el papel? —pregunté, temeroso de la respuesta.

      —Es posible, han venido desde muy lejos —contestó Harriet.

      Como actor, en las pruebas pierdes más papeles de los que consigues. Aprendes bastante rápido que la mayoría de las cosas están fuera de tu control y que es mejor «dejarlo en manos de Dios» y «acostumbrarse a las decepciones», como Goldman tan elocuentemente hizo que dijera el hombre de negro en el libro de La princesa prometida. Seguía diciéndome a mí mismo que siempre habría otra película, otro trabajo en el horizonte; que no importaba. Pero en el fondo sabía que no engañaba a nadie, mucho menos a mí mismo. Esto era mucho más que «un trabajo más». Estos eran dos de mis héroes, Bill Goldman y Rob Reiner, ¡trabajando juntos!

      ~

       ANDY SCHEINMAN

      Queríamos ver a todos los actores que pudieran interpretar el papel de Westley, y creo recordar que Colin Firth era uno de ellos. Recibimos una llamada diciendo que había un chico al que teníamos que ver en Alemania Oriental. Lo único que recuerdo es que fue justo después de Chernóbil. Y no es que me muriera de ganas de ir a Alemania Oriental. Miré mapas y había áreas grises donde estaba la lluvia radioactiva; no me gustaba la idea. Y Rob decía: «No vayas si no quieres». Pero lo hice. Solo recuerdo meterme corriendo en el hotel, como si fuera a servir de algo. Y dejar atrás una chaqueta de literalmente mil dólares. No tenía tanto dinero y, desde luego, no tenía ninguna otra chaqueta como esa, pero no podía llevarla más. Así que la dejé.

       ~

      Aunque la novela se publicó en 1973 y recibió el aplauso inmediato y una respuesta apasionada por parte de los lectores, ya había cumplido trece años en el momento en que se me ofreció interpretar el papel de Westley. El guion de Goldman, que había adaptado de su propio libro, se convirtió en una especie de propiedad legendaria en los círculos de Hollywood y aquellos al mando en los estudios declararon que se trataba de una película imposible de hacer.

      Goldman había escrito él mismo el guion con gran esfuerzo y había declarado hacía tiempo que era su preferido de todos cuantos había escrito. Un auténtico elogio, ya que en aquel momento su obra incluía Marathon Man, Dos hombres y un destino y Todos los hombres del presidente (con los dos últimos había conseguido incluso premios Óscar al mejor guion).

      ~

       WILLIAM GOLDMAN

      Iba de camino a California y les dije a mis hijas: «Voy a escribiros una historia; ¿de qué queréis que trate?». Y una de ellas dijo: «¡Princesas!» y la otra dijo algo sobre «que estuviera prometida». Y yo dije «Vale, ese será el título». Me puse a ello, escribí las dos primeras páginas y, luego, paré. Y entonces, años más tarde, retomé y acabé el libro.

      ~

      Y así, pese al impresionante currículum y la pasión de Goldman por la obra, el proyecto parecía destinado a languidecer en lo que se conoce vulgarmente en el mundillo como el «infierno del desarrollo», es decir, a pasar de un estudio a otro sin parar, sin que ninguno de ellos fuera capaz de llevarlo a cabo o sin que nadie se interesara por él. Como el mismo Goldman dijo una vez: «Ni siquiera François Truffaut pudo hacer esta película».

      Se convirtió en ese guion legendario sin producir, e incluso se lo etiquetó como tal en la prestigiosa revista francesa de cine Cahiers du Cinéma. Así pues, parecía que el libro favorito del autor estaba destinado a no ver nunca la luz del día…, es decir, hasta que cayó en las manos correctas.

      Para aquellos que no lo sepan, hay que mencionar que la carrera de Rob Reiner en ese momento iba, sin ninguna duda, viento en popa. Había dejado de ser una simple estrella de comedias para demostrar ser un director de primera con una diestra habilidad a la hora de mezclar géneros con su trabajo en Juegos de amor en la universidad y, sobre todo This Is Spinal Tap, estrenada en 1984. Todo aquel al que le interesaba la música rock o la comedia se enamoró instantáneamente de la película y memorizó sus diálogos, en su mayoría improvisados. Fue la primera y, tal vez, la mejor de lo que se convertiría en una nueva categoría de cine y televisión, el falso documental, y fue Rob quien dirigió este proyecto con pericia desde su concepción hasta que alcanzó el estatus de película de culto del que disfruta ahora, incluso entre músicos. Tom Petty declaró una vez su debilidad por las viejas y atontadas estrellas del rock y reveló que, a menudo, él y los miembros de su banda se juntaban y recitaban frases de la película antes de salir al escenario. Rob también me dijo que cuando se reunió con Sting para ofrecerle el papel de Humperdinck, el músico le dijo que había visto Spinal Tap más de cincuenta veces y que nunca «sabía si reír o llorar». Para un director o guionista (los coautores de esa película fueron Harry Shearer, Michael McKean y Christopher Guest, que también formaría parte del elenco de La princesa prometida), ese debe de ser el mayor elogio posible.

      Hacia la misma época, Rob estaba dando los toques finales a Cuenta conmigo, una adaptación de una novela de Stephen King que sería reconocida como una de las mejores historias que Hollywood jamás ha producido sobre el paso de la niñez a la madurez. Tras mi llegada a Londres, Rob organizó un pase privado para mí en los estudios Pinewood, y recuerdo que me conmovió profundamente. No había visto a unos niños actuando de manera tan honesta desde Los 400 golpes de Truffaut. Al ver This Is Spinal Tap, Juegos de amor en la universidad y Cuenta conmigo, supe que Rob estaba teniendo una buena racha. Sus películas eran muy diferentes en género y tono, y todas funcionaron muy bien. Era un director con una visión única que hacía películas memorables. Realmente, no había nadie más haciendo el tipo de trabajo que hacía él. Así que, con esa impresionante obra a sus espaldas, Rob se ganó el derecho a escoger su próximo proyecto basándose principalmente en lo que quería hacer en lugar de en lo que se esperaba de él. Prácticamente, se le concedió carta blanca. Por lo que tengo entendido, la conversación entre Rob y el entonces jefe de Columbia Pictures, iba a lanzar Cuenta conmigo, fue algo así:

      —Lo СКАЧАТЬ