Название: E-Pack Escándalos - abril 2020
Автор: Varias Autoras
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Pack
isbn: 9788413484273
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—Debemos pensar en los niños —dijo—. Quiero lo mejor para ellos.
Anna asintió y se levantó de la cama con toda dignidad.
—Me he comportado de un modo abominable. Le ruego que me disculpe por ello.
Y antes de que él pudiera componer su respuesta, ella salió de la alcoba.
El día siguiente lo pasaron comportándose como institutriz y marqués, manteniendo una distancia que era tan dolorosa como necesaria. El hecho de haber estado a punto de hacerle el amor hacía que el deseo de Brent pugnara con más fuerza que nunca, pero ella estaba en lo cierto: todo había cambiado ya entre ellos.
Y por si eso no fuera suficiente, Londres lo llamaba. Parker tenía una remesa de asuntos que debía atener, y había recibido varias cartas de miembros del Parlamento en que solicitaban que volviera. Aunque estaban ya en agosto, las sesiones continuaban.
Aun así, todo aquello podía ignorarse, pero aquella mañana recibió sendas cartas de Peter y el barón Rolfe, rogándole que volviera a Londres para poner en marcha el casamiento. Las circunstancias apremiaban ya a lord Rolfe.
Tenía que regresar.
Pero era pronto para dejar a los niños.
O a Anna.
La lluvia y el frío los retenían a todos en casa, y el confinamiento no mejoraba precisamente la incomodidad de Brent. No hacía más que ir y venir por la casa, y de vez en cuando se encerraba en la galería a contemplar los retratos de sus antepasados, que alcanzaban hasta el siglo XVI.
Viendo a aquellos hombres de barbitas puntiagudas y a aquellas mujeres envueltas en encajes le costaba trabajo creer que su sangre le corriera por las venas. Aun después de los años transcurridos seguía sintiéndose en tierra extranjera.
Wyatt lo encontró.
—Ah, está usted aquí, milord. La cena esta servida —anunció desde el fondo de la galería.
—Gracias, Wyatt.
Cuando Brent llegó al comedor, Anna ya estaba sentada a la mesa.
—Siento haberla hecho esperar —dijo—. He perdido la noción del tiempo.
Ella sonrió educadamente.
—Al señor Wyatt le ha costado trabajo encontrarle.
Brent se sentó.
—Estaba en la galería.
—Ah, la galería —repitió ella.
—Con mis ancestros.
El lacayo les sirvió la sopa casi de inmediato y Brent le preguntó por las lecciones de los niños.
Anna respondió dándole todos los detalles sobre lo que habían hecho en aquel día tan lluvioso.
—Espero que mañana podamos salir. Los dos están ya nerviosos.
—Como yo.
—Si mañana sigue lloviendo —continuó, metiendo la cuchara en la sopa—, los llevaré a la sala de música para darles lecciones de baile.
Él alzó la mirada.
—Si llueve, puede que me una al grupo.
Ella lo miró.
—Estaría bien.
Sus miradas se quedaron fijas el uno en el otro.
—Y a los niños les encantaría —añadió ella.
Llegó el segundo plato.
—Hoy por fin he revisado el correo que tenía pendiente.
—¿Alguna noticia interesante? —preguntó educadamente.
—El Parlamento sigue reuniéndose.
—¿Ah, sí? —fingió interesarse.
—El señor Parker me espera con un montón de asuntos pendientes.
Anna volvió a mirarlo, y entonces fue él quien bajó la mirada.
—Tengo que volver a Londres.
—Los niños le echarán de menos —contestó ella, que había palidecido notablemente.
Brent reconoció la emoción que latía tras sus palabras y alargó el brazo para tocarla, pero no terminó de hacer el movimiento porque sabía bien que sería peor para los dos.
—¿Cree que será perjudicial para ellos que me marche? ¿Es demasiado pronto?
Anna dejó los cubiertos para mirarle abiertamente.
—En algún momento habrá de marcharse, milord.
Tenía razón. Aquellas semanas había disfrutado de una sensación de paz que no conocía. Con Anna se sentía dueño por completo de sí, fiel a sí mismo como en ningún otro lugar.
La conversación terminó en aquel punto, aunque Anna siguió haciéndole preguntas sobre su inminente viaje a Londres y él no dejó de contestar hasta que se acabó la cena.
Pero no pudo hablarle de su compromiso. Cuando estaba con ella le parecía tan irreal que le era imposible mencionarlo. Además, sus emociones estaban demasiado a flor de piel aún.
—¿Cuándo se marchará? —le preguntó cuando ya se habían retirado los platos y le habían servido a él su copa de coñac.
—Supongo que dentro de un par de días.
Miró el licor castaño de la copa y la recordó en la biblioteca. Casi desnuda. El pelo cayéndole a la espalda.
Anna se levantó.
—Bueno… os deseo buenas noches, milord.
Él se levantó también.
—Buenas noches, Anna.
Iba a salir ya cuando sintió un irrefrenable deseo de llamarla.
—¡Anna, espere!
Ella se volvió.
—Venga conmigo.
Las mejillas se le tiñeron de grana.
—Usted y los niños… podrían venir conmigo a Londres —¿cómo no se le habría ocurrido antes?—. Serán solo unas semanas, y hay tanto que enseñarles a Cal y a Dory allí.
Ella parecía dudar.
—No sé…
—Podríamos llevarlos a muchos sitios: a Astley, por ejemplo. A Dory le encantaría ver las carreras СКАЧАТЬ