Название: E-Pack Escándalos - abril 2020
Автор: Varias Autoras
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Pack
isbn: 9788413484273
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Brent le pidió al cochero que los recogiera en media hora. Dory se llevó a su muñeca y Cal su espada, tras prometer ambos que no molestarían a nadie.
En cuanto abrieron la puerta del establecimiento, un olor a azúcar, especias y fruta los envolvió. En los mostradores de la tienda había toda clase de mazapanes en forma de fruta.
—¡Mirad! —exclamó Dory, viendo aquellas cajas—. ¿qué son?
—Dulces —exlicó Anna.
Dory miró a su padre.
—¿Podemos comprar una? ¡Son tan bonitos!
—Sí que podemos, pero son golosinas especiales que no se pueden comer a todas horas.
La niña asintió.
Brent miró a Anna y se preguntó si ella también habría tomado golosinas como aquellas. ¿La habrían favorecido los Lawton como a su hija, o se habría visto obligada a ver cómo su hermanastra se los comía sola?
Pidió helado de pistacho para todos y una caja de mazapán.
Mientras los niños examinaban todas las cajas que había expuestas, Brent se inclinó hacia ella para decirle:
—Me duele ver cuántas cosas se han perdido, y me gustaría compensarles por todo ello de inmediato.
Ella lo miró y en sus hermosos ojos azules había comprensión.
—Lo está usted haciendo muy bien, milord.
Y le tocó el brazo. No fue más que un breve contacto, pero le llegó muy adentro.
Cuánto desearía poder borrar también todo su sufrimiento, pero él mismo era causa de parte de la tristeza que le envolvía como un manto.
El camarero de Gunter’s se inclinó y le ofreció la caja de dulces.
—Si milord lo desea, pueden esperar en la plaza y yo les serviré los helados en cuanto estén listos.
Anna tomó la caja.
—Yo la llevaré, milord.
Brent llamó a los niños.
—Venid. Esperaremos fuera.
Iban a salir cuando la puerta se abrió y entraron dos personas con las que Brent no habría deseado encontrarse aún: su primo y la señorita Rolfe.
—¡Brent! —su primo le sonrió sorprendido—. ¡Estás aquí!
—Llegamos anoche.
Tenía intención de enviar un billete a Meter y a lord Rolfe aquella misma tarde—. Buenos días, señorita Rolfe.
—Buenos días, lord Brentmore.
Parecía reticente, lo cual no era de extrañar. Se había marchado de buenas a primeras y le había cargado a su primo la tarea de disculparse por él.
Meter se agachó.
—¡No irás a decirme que estos niños son Calmount y Dorotea! ¡Pero si están muy mayores!
Dory parecía dispuesta a aceptar la atención de aquella persona desconocida, pero Cal dio un paso atrás.
—Sí —contestó Brent, aliviado de poder desviar la atención de la señorita Rolfe—. Niños, este señor es mi primo, que os vio por última vez cuando erais bebés.
—¡En su bautizo! Añadió Meter, sonriendo.
¿Por qué no le habría hablado a Anna de la señorita Rolfe?
Sabía por qué: porque cuando estaba con Anna, le gustaba imaginarse que la señorita Rolfe no existía, que no tenía ningún compromiso.
—Niños, decid «¿cómo está usted?» —les dijo Anna.
A Brent se le estaba revolviendo el estómago.
Dory hizo una pequeña reverencia y repitió como un lorito:
—¿Cómo está usted?
Cal inclinó la cabeza pero no dijo una palabra. Parecía haber percibido la incomodidad de su padre, al que no le quedó más remedio que seguir con las presentaciones:
—Peter, señorita Rolfe, les presento a la señorita Hill, la institutriz de los niños —y, volviéndose hacia Anna, añadió—: él es mi primo, el señor Caine, y la señorita Rolfe… —hizo una pausa—, es mi prometida.
Anna sintió que le faltaba el aire para respirar y que sus músculos actuaban por cuenta propia. Aun así se obligó a saludar.
—Encantada, señor Cain. Señorita Rolfe —y volviéndose a los niños, añadió—: Venid, vamos a la plaza. Dejemos charlar a vuestro padre.
Los niños no dudaron en acompañarla, y confió en que aquellas personas no se hubieran dado cuenta de su necesidad de escapar.
Se sentaron en un banco frente a la tienda.
—¿Qué es una prometida? —preguntó Dory, apretando su muñeca contra el pecho.
Anna no quiso explicarles que su padre pretendía volver a casarse.
—Ah, una amiga especial. Seguro que vuestro padre os lo explica mejor.
Cal la miró sin pestañear, casi como si comprendiera su sufrimiento.
—¿Qué os parece si echamos un vistazo a la caja por ver qué dulces nos ha empaquetado el dependiente? —les preguntó, tirando de una de las cintas que la cerraban.
Por supuesto que el marqués debía volver a casarse. Los viudos solían hacerlo, sobre todo si tenían título y tenían solo un hijo al que legárselo. Además, no tenía por qué darle explicaciones a ella sobre su vida privada. Al fin y al cabo no era más que la institutriz.
Pero ¿no podía haberle hablado de su prometida antes de que ella le revelase lo que ocultaba su corazón y su deseo?
Levantó la mirada y le vio cruzar la calle. El dependiente con los helados, su primo y su prometida lo seguían. Brent la miró directamente a ella.
Anna cerró la caja y volvió a hacer la lazada.
—Vuestro padre viene con los helados.
—Ahora ya no me apetece —dijo Dory.
—Lady Dory, tu padre ha sido muy generoso hoy y nosotros vamos a ser muy educados y a comernos todo lo que nos ofrezca. ¿Estamos de acuerdo?
Los dos asintieron.
La mirada de lord Brentmore siguió clavada en ella hasta que estuvo СКАЧАТЬ