E-Pack Escándalos - abril 2020. Varias Autoras
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Название: E-Pack Escándalos - abril 2020

Автор: Varias Autoras

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Pack

isbn: 9788413484273

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      Sentir el calor de su mano y de su mirada la estaba derritiendo como cera caliente.

      —Yo… no lo sé.

      —¿No lo sabe, o no quiere decírmelo? —le pasó un brazo por los hombros—. Venga, siéntese conmigo y cuéntemelo. Piense que soy Egan Byrne. Dígame qué es lo que le impide dormir.

      La hizo sentarse en el sofá y la recostó contra él. El calor de su cuerpo traspasaba sin dificultad el fino tejido de su camisa y el de su camisón. ¿Cómo sería su piel bajo aquella tela?

      —Hábleme, Anna —la animó.

      ¿Qué podía decirle que resultase creíble? No podía decirle la verdad.

      —Es que… por la noche los pensamientos me asaltan y me consumen… sobre mi madre, sobre Lawton. Sobre el hecho de que estoy sola ahora.

      Pensaba en esas cosas y en muchas más.

      Él la apretó contra sí.

      —No está sola, Anna.

      Sus palabras y sus brazos pretendían consolarla, pero eran una auténtica tortura. Deseaba más.

      —Podría despedirme por haberme tomado un poco de su coñac —le dijo, separándose de él—. Así de precaria es mi existencia. ¿Qué sería de mí entonces? No tengo dónde ir, ni nadie que me ayude.

      —No pienso despedirla ni negarle mi coñac —su expresión era sincera—. Aquí está segura, Anna. Todos la queremos.

      Se apartó un mechón de pelo de la cara.

      —No pretendo quejarme, ni compadecerme de mí misma. No me haga caso, se lo ruego.

      Intentó levantarse, pero él la sujetó por una mano.

      —Anna —le dijo, acariciándole el brazo—. ¿Qué puedo hacer para que deje de preocuparse?

      —Nada, milord —contestó, intentando no perder la compostura—. Entra dentro de las obligaciones de una institutriz preocuparse.

      —Sabe usted bien que en esta casa es mucho más que una institutriz—, le respondió, mirándola a los ojos.

      Su boca estaba peligrosamente cerca. Su cuerpo desprendía calor y fuerza, y su olor le llegaba sin adulterar, tan masculino, tan agradable, tan único.

      —Yo… tengo que irme —le dijo, y soltándose de su mano salió corriendo de la biblioteca.

      —¡Anna!

      Brent salió tras ella y le dio alcance ya en el segundo piso.

      —¿Qué ocurre? —insistió, sujetándola por un brazo.

      Ella intentó soltarse.

      —A veces… no puedo olvidar lo que siento.

      Él tampoco podía. Viajar con ella había cambiado algo en su interior: le había hecho desear ser un hombre corriente y no marqués. Hacía mucho tiempo que no deseaba poder renunciar a las ataduras de su título y quedar siendo solo carne y hueso.

      La abrazó contra su cuerpo con intención de consolarla, de consolarse, pero fue como arrimar fuego a la paja seca. Ella le rodeó el cuello con los brazos y a través del tejido de su camisón pudo sentir la firme rotundidad de sus senos, las curvas de su cuerpo, el lugar especial que desataba sus sentidos. Bajó las manos a su cintura y la apretó contra él, ahogándose en deseo.

      Le ofreció la boca y él la poseyó, saboreándola a placer. Con la lengua paladeó sus labios y el interior de su boca. Sabía a coñac.

      La tomó en brazos y la llevó hasta su alcoba, dejándola sobre la cama. Estaba tan ofrecida a él como podía estarlo una mujer, tan perdida en la pasión como lo estaba él.

      Se arrancó la camisa sin pensar y se tumbó junto a ella en el lecho, enredadas las piernas y viajeras las manos mientras se bebía su boca.

      ¿Qué mal podía haber en hacerle el amor? Los dos lo deseaban. Y sería delicado con ella. Quería ser hombre en su cuerpo, unirse a ella, alcanzar juntos el clímax.

      ¿Qué mal podía hacerles seguir?

      Sus manos se colaron entre sus piernas hasta el lugar donde el placer explotaba, y ella se movió contra su mano.

      Podían tener muchas noches de placer hasta que… hasta que él se casara.

      De pronto se quedó inmóvil y un segundo después se apartaba de ella.

      —No, no pares —gimió—. Quiero que sigas.

      Brent tomó su cara entre las manos.

      —No puedo.

      Debería decirle que el marqués de Brentmore no tardaría en contraer respetable matrimonio, pero aquel era el peor momento posible para tal confesión, y cuando estaba con ella gustaba de fingir que su prometida no existía.

      Su expresión mostró la angustia que la consumía.

      —¿Por qué?

      —Podrías… quedarte embarazada —consiguió decir.

      —Como mi madre —reconoció ella con los ojos de par en par.

      Brent se levantó de la cama y volvió a ponerse la camisa.

      —Solo Dios sabe hasta qué punto deseo hacerte el amor, Anna, pero no estaría bien. Lo cambiaría todo entre nosotros.

      Ella se frotó las sienes con los dedos.

      —¿Qué vamos a hacer entonces?

      —Esto, no. Debemos tener cuidado. Te prometo que no volverá a ocurrir.

      —No estoy segura de que eso sea lo que quiero.

      —Al menos no es lo que yo quiero, pero sí lo que debo hacer.

      —Las cosas han cambiado ya bastante entre nosotros —respondió mirándole fijamente—. Siento como si se hubiera abierto una puerta que no puedo cerrar por mucho que lo intente.

      Él también la miraba a los ojos.

      —Lo siento, Anna.

      Ella bajó la mirada y guardó silencio.

      Si ella perteneciera a la buena sociedad, él estaría en la obligación de casarse con ella por haberse comportado de aquel modo, pero ese no era el caso. Y allí no había nadie, no existía un padre cariñoso o simplemente responsable que velara por ella, para insistir en que se casaran.

      Esa idea le hizo daño; lo vulnerable de su estado, su soledad.

      Si le hacía el amor, tendría que casarse con ella. ¿Cómo seguir viviendo consigo mismo si no? Pero ya podía imaginarse СКАЧАТЬ