Название: El ministerio de las publicaciones
Автор: Elena G. de White
Издательство: Bookwire
Жанр: Религиозные тексты
Серия: Biblioteca del hogar cristiano
isbn: 9789877981087
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En respuesta a esta pregunta, la Hna. White declaró que vendrían cambios que abrirían puertas hasta entonces cerradas, cambios en muchas cosas que alterarían las condiciones y despertarían las mentes del pueblo para que comprendieran y apreciaran la verdad presente. Se producirían tumultos políticos y cambios en el mundo industrial, y un gran despertar religioso que prepararía las mentes para escuchar el mensaje del tercer ángel. “Sí, habrá cambios –ella les aseguró–, pero no hay razón para que esperen. La obra de ustedes ha de seguir adelante, presentando la verdad ante el pueblo”.
Entonces les dijo cómo el asunto le había sido presentado en visión. A veces le fueron presentadas las multitudes de nuestro mundo a quienes va dirigido el mensaje divino de amonestación de que Cristo viene pronto, como envueltas en una neblina y en nube de densas tinieblas, tal como lo describe Isaías, quien escribió: “Porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra y oscuridad las naciones” (Isa. 60:2).
Mientras en la visión estaba observando esta escena con intenso pesar, su ángel acompañante dijo: “Observa”, y al mirar ella de nuevo, aparecieron pequeños rayos de luz, como las estrellas que brillan débilmente en la oscuridad. Al aguzar la vista, la luz se fue haciendo más brillante, y el número de luces aumentaba, porque cada luz encendía otras luces. A veces estas luces se reunían como para animarse mutuamente, y de nuevo se separaban, yendo cada vez más lejos y encendiendo más luces. Así la obra avanzaba hasta que todo el mundo fue iluminado con su brillo.
En conclusión ella dijo: “He aquí una descripción de la obra que han de hacer. ‘Vosotros sois la luz del mundo’ (Mat. 5:14). Vuestra obra ha de elevar la luz para ser vista por quienes los rodean. Manténganla con firmeza. Levántenla un poco más alto. Enciendan otras luces. No se desanimen si la de ustedes no es una gran luz. Aunque sea pequeña, manténganla en alto. Permitan que brille. Hagan lo mejor, y Dios bendecirá sus esfuerzos” (NB 323, 324).
11 La primera y la última selección de este capítulo fueron escritas por C. C. Crisler, secretario de Elena de White.
12 Elena de White trabajó en Europa dos años: desde agosto de 1885 hasta agosto de 1887. Ver el libro Elena G. de White en Europa [ACES, 1979], escrito por D. A. Delafield, para obtener mayor información.
13 Pocos meses después que Elena de White tuvo esta visión, su esposo escribió: “Resulta placentero hacer referencia a la bondadosa manifestación del Espíritu Santo a la Hna. White ocurrida en la noche del 3 de enero de 1875. Entonces se hallaba enferma de gravedad con gripe y confinada en cama en su habitación durante una semana, a tal punto que los médicos del Instituto de Salud habían sentido ansiedad por su estado de salud. Encontrándose en esta condición, siguió las instrucciones dadas en el capítulo cinco de la Epístola de Santiago, y después de una gran manifestación de fe, como el hombre del evangelio que estiró su mano seca, ella alcanzó el punto de liberación del dolor y la enfermedad, después de la cual recibió una visión que duró diez minutos. A continuación se vistió para asistir a una reunión, caminó hasta la iglesia y habló durante veinte minutos a la concurrencia que llenaba el lugar, tras lo cual regresó a su casa. Desde ese momento, ha escrito mucho y ha hablado a la gente con frecuencia” (Jaime White, T 3:570, nota de pie de página).
14 Escrito al final de 1887.
15 Informe de observaciones efectuadas en un congreso realizado en 1886 en Great Grimsby, Inglaterra, al que asistió Elena de White.
Capítulo 4
Propósito de Dios para la obra de publicaciones
Debemos revelar la hermosura del carácter de Cristo.–Una apariencia de riqueza o alta posición, la arquitectura o los muebles costosos, no son esenciales para el adelantamiento de la causa de Dios; como tampoco lo son las empresas que provocan los aplausos de los hombres y fomentan la vanidad. El fasto del mundo, por imponente que sea, no tiene valor ante Dios.
Aunque es nuestro deber buscar la perfección en las cosas externas, hay que recordar constantemente que no es el blanco supremo. Dicho deber debe quedar subordinado a intereses más altos. Más que lo visible y pasajero, aprecia Dios lo invisible y eterno. Lo visible no tiene valor sino en la medida en que es expresión de lo invisible. Las obras de arte mejor terminadas carecen de belleza comparable con el carácter resultante de la operación del Espíritu Santo en el alma...
Nuestras instituciones darán carácter a la obra de Dios en la medida en que sus empleados se consagren a esta obra de todo corazón. Lo lograrán al dar a conocer la potencia de la gracia de Cristo para transformar la vida (JT 3:145).
Debemos demostrar los principios cristianos.–No nos toca publicar simplemente una teoría de la verdad, sino presentar una ilustración práctica de ella en nuestro carácter y en nuestra vida. Nuestras casas editoras deben ser para el mundo una encarnación de los principios cristianos. En estas instituciones, si se logra el propósito de Dios al respecto, Cristo mismo encabeza el personal. Los ángeles santos vigilan el trabajo en cada departamento. Todo lo que se hace en ellas lleva el sello del cielo, y demuestra la excelencia del carácter de Dios...
Dios desea que la perfección de su carácter se advierta aun en los trabajos mecánicos. СКАЧАТЬ