Название: Aproximaciones a la filosofÃa polÃtica de la ciencia
Автор: ОтÑутÑтвует
Издательство: Bookwire
Жанр: Зарубежная прикладная и научно-популярная литература
isbn: 9786070252570
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Vivimos –dicen los sociólogos– en la sociedad de la información, en la sociedad del conocimiento, en una sociedad tecnocientífica, y, sin embargo, la orientación de lo práctico se vuelve a confiar a los principios prudenciales, cuando no directamente a las fuerzas de lo irracional. Y el miedo, lejos de haber desaparecido gracias a la tecnociencia, se ha convertido en miedo causado por ésta, por sus productos técnicos, por las posibles aplicaciones desmandadas de los mismos, por sus efectos muchas veces impredecibles. Parece perfectamente compatible hablar de sociedad del conocimiento y, al mismo tiempo, describir la nuestra como una sociedad de la incertidumbre o como una sociedad del riesgo. ¿Cómo hemos dado en esto? ¿No se suponía que la ciencia nos enseñaría cursos de acción seguros y nos salvaría de los miedos ancestrales?
Hoy sabemos que la ciencia no aporta certezas, nuestra visión actual de la ciencia es falibilista. En gran medida en eso consiste el tránsito de lo moderno a lo postmoderno: pasamos de la promesa de certeza a la conciencia de que hemos de convivir con la incertidumbre. Luego, se requiere algún engranaje entre el conocimiento, siempre incierto, y la acción, siempre arriesgada. Volvemos a cargar sobre nuestras espaldas el peso no siempre cómodo de la responsabilidad y el riesgo de cometer errores aunque nos apoyemos en el mejor conocimiento disponible.
Uno de los primeros dominios en los que se apreció este cambio de mentalidad fue en la cuestión ambiental. Accidentes como el de Chernobil y en general la conciencia –no siempre justificada, pero muy vigente– de crisis ambiental, han contribuido a ello. Además, las relaciones ecológicas son de lo más intrincadas e imprevisibles. Todo ello hace que la conciencia de riesgo e incertidumbre, la desconfianza en toda promesa de certeza y el desplazamiento del miedo hasta su versión postmoderna, hayan arraigado antes que en otros dominios, en el ambiental. También en el dominio ambiental, antes que en otros, se han propuesto principios de legitimación de la acción, distintos de la pura obediencia a los dictados de la ciencia.
El principio de precaución entra en escena en Alemania, durante los años 70 del siglo pasado, a raíz de la alarma ambiental producida por el deterioro de los bosques europeos.19 Algunos científicos alemanes propusieron la teoría de que dicho deterioro estaba siendo causado por la lluvia ácida, que a su vez se debía a las emisiones industriales de ácidos de nitrógeno y de azufre. La alarma hasta finales de los años 80 fue extrema, lo que llevó a poner en marcha costosos programas de investigación de los que resultaron datos en general desfavorables para la teoría en cuestión. La destrucción catastrófica de los bosques europeos no se produjo, tan sólo 0.5 por ciento de la superficie forestal europea resultó afectada, y la relación entre este deterioro y la lluvia ácida no encontró apoyo empírico. Más bien parece que dicho deterioro se debió al efecto directo de la contaminación local, que en gran medida ha sido controlada.20 Obviamente, a finales de los 70 y durante los 80, carecíamos de esta perspectiva y la situación se vivía en Alemania como un auténtico desastre nacional y como una amenaza inminente. Así pues, el gobierno alemán creyó que debía tomar medidas aunque la relación causa-efecto entre la lluvia ácida y la mortandad de árboles no estuviera perfectamente establecida por la ciencia. De hecho, se trataba sólo de una teoría que ni siquiera incitaba consenso entre los científicos. La legitimidad de las actuaciones no podía fundamentarse, pues, sobre ninguna certeza científica, sólo la divulgación descuidada en ciertos medios de comunicación podía pretenderlo. Pero sí podía apoyarse en el principio de precaución (Vorsorgeprinzip) que autoriza a actuar precisamente en condiciones de incertidumbre.
Durante los años 80 y hasta el día de hoy el principio se va incorporando a la normativa ambiental internacional y al derecho comunitario europeo. Por ejemplo, el tratado de Maastricht (1992) lo incorpora explícitamente como uno de los principios guía de la política ambiental europea. Su crecimiento en el espacio, hasta convertirse en un principio aplicable globalmente mediante tratados internacionales, se ha correspondido con el crecimiento de su alcance en el tiempo, ya que se aplica no sólo a los peligros actuales, sino a los daños que podamos causar sobre futuras generaciones. Cuestiones como la del cambio climático, tan plagadas de incertidumbres y riesgos, no podrían ser abordadas sin este principio. Pero el ámbito de aplicación del principio también ha ido creciendo: tras las cuestiones ambientales vinieron la seguridad alimentaria y la salud en general.
Sin embargo no existe consenso sobre los supuestos que justifican su activación, ni tampoco sobre las medidas que podemos legítimamente tomar una vez activado el principio, desde la simple autorregulación hasta la prohibición, pasando por diferentes formas de moratoria o caución. Los más radicales querrían una sociedad marcada por una versión extrema del principio de precaución, en la que la carga de la prueba recayese sistemáticamente sobre los que emprenden iniciativas innovadoras (nuevas tecnologías, nuevas líneas de investigación científica, nuevos procedimientos industriales o comerciales, de comunicación, transporte o producción de energía, etcétera); serían éstos quienes deberían demostrar con certeza la seguridad de las mismas antes de ponerlas en práctica. Por supuesto, esta versión radical del principio de precaución es, a su vez, muy poco cauta, ya que las consecuencias de su aplicación podrían ser desde empobrecedoras hasta catastróficas. En el otro extremo están los críticos del principio de precaución que quieren verlo abolido, ya que lo entienden como la mera utilización política del miedo, como un expediente contrario a la libertad de investigación y empresa, contrario al bienestar y al progreso, como una extravagancia de algunos "urbanistas saciados de Occidente". Para éstos es obvio que la carga de la prueba debe recaer sobre el que pretende haber descubierto una causa de inseguridad o de peligro en cualquier innovación. Entre ambas posiciones existe, claro está, una amplia gama de matices entre los que quieren que el principio tenga vigencia, pero en una interpretación moderada y proporcional.
Concretamente, una posición intermedia con cierta popularidad es la que contempla el principio de precaución como un recurso adecuado, pero provisional. Es decir, cuando existen indicios de que alguna de nuestras actuaciones puede desencadenar un peligro o daño considerable, pero no tenemos certeza científica de dicha conexión, entonces es de aplicación el principio de precaución, del que se puede esperar, en términos generales, una moratoria que permita realizar más estudios y así descartar la amenaza o evaluarla cuantificando el riesgo para tomar medidas de prevención frente al mismo. El principio de precaución sería, pues, una guía provisional para actuar mientras se mantenga la incertidumbre. Disipada la misma, podremos realizar un cálculo de riesgos-beneficios y aplicar un principio más clásico como es el de prevención. La gestión de riesgos y la prevención serán ya en adelante nuestras guías de acción. Las decisiones, al final, vendrán dictadas por la previsión científica y la gestión técnica de los riesgos.
También en los terrenos intermedios de la aplicación moderada del principio de precaución tendríamos una interpretación del mismo que se orienta más hacia lo político que hacia lo técnico. Según ésta, la precaución está dentro de una gama de principios, todos ellos prudenciales, que de un modo sensato y gradual podemos poner en funcionamiento. No se trata aquí СКАЧАТЬ