Название: Aproximaciones a la filosofÃa polÃtica de la ciencia
Автор: ОтÑутÑтвует
Издательство: Bookwire
Жанр: Зарубежная прикладная и научно-популярная литература
isbn: 9786070252570
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La ciencia es acción, no sólo resultados
Thomas Kuhn ha insistido en los aspectos sociales de la ciencia, así como en el hecho de que ésta es acción, no sólo resultados, es actividad tanto y más que lenguaje. 11 La ciencia no está sólo en las publicaciones, en los textos o revistas, sino también en la actividad de los laboratorios, de las aulas, de los despachos (despachos de científicos, de políticos, de militares...), en la investigación de campo y en todos los lugares donde se dejen sentir los efectos de la aplicación tecnológica. En este sentido son muy reveladores los relatos de sociólogos de la ciencia postkuhnianos como Bruno Latour. 12 Pues bien, si la ciencia es acción, parece razonable que la filosofía de la ciencia acabe convirtiéndose en buena medida en filosofía práctica de la ciencia. Y parte de la filosofía práctica es, obviamente, la filosofía política.
La constancia de que la ciencia es acción será de ayuda para tomar conciencia de que no estamos intentando conectar dos ámbitos distintos de la realidad o dos entidades pertenecientes a distintos reinos ontológicos. Podemos entender que la relación entre ciencia y política es la relación entre conocimiento y acción. Sí, pero hemos aceptado previamente que la propia ciencia es acción, es más, que aun el conocimiento es acción. Así pues, estamos hablando en cualquier caso de la conexión entre acción científica y acción política. No será difícil entonces entender que la conexión tiene que estar sometida a criterios de razón práctica. Tampoco será difícil aceptar que la relación no es unidireccional, sino que es una relación de ida y vuelta entre distintas modalidades de la acción humana. Y, por supuesto, se pueden esperar ciclos de retroalimentación.
Las decisiones tecnocientíficas no se basan en un cálculo infalible
Desde los escritos de Karl Popper 13 sabemos que la ciencia y la tecnología conviven necesariamente con la incertidumbre. La certeza absoluta no está al alcance de la ciencia. La gama de las actitudes ante una idea científica o tecnológica es amplísima, como ha mostrado Larry Laudan. 14 Algunas ideas están sometidas a intensa controversia, otras son meras conjeturas, otras son extrapolaciones, otras son hipótesis bien establecidas y sometidas a pruebas empíricas, aunque nunca lleguen a gozar de absoluta certeza, etc. En tecnología hay pruebas y tentativas; mientras que de ciertos procedimientos o aparatos se sabe que son fiables o eficaces y de algunos se conocen sus posibles efectos sociales y ambientales, de otros no tanto, y siempre existe un margen de incertidumbre y riesgo.
Si la ciencia hubiera alcanzado el ideal de certeza, especialmente en cuanto a las predicciones, ella sería nuestra guía, nuestro ojo para el futuro. Las decisiones políticas deberían tomarse simplemente siguiendo las indicaciones de los expertos. Pero si reconocemos que las predicciones científicas son condicionales, inciertas y falibles, entonces la predicción tendrá que ser complementada con otros criterios que guíen la acción política en condiciones de incertidumbre. Así pues, las decisiones políticas no podrán venir legitimadas directamente por predicciones científicas. Por otra parte, la aportación que la ciencia puede hacer a la deliberación y toma de decisiones políticas es de enorme valía. Sería insensato también prescindir de la opinión de expertos científicos y técnicos, o igualar la ciencia con las pseudo-ciencias o las diversas supercherías. Hoy queremos que los problemas no sean dejados sin más a la decisión del experto, ni a la imposición irracional del poder o del arbitrio, ni al albur de la magia, la superstición o la ideología, sino afrontados mediante un diálogo razonable, en pie de igualdad, entre científicos, técnicos, juristas, políticos, empresarios, personas particulares, representantes de la sociedad civil... ¡e incluso filósofos! Estamos reconociendo, al menos implícitamente, la posibilidad de ser razonables allá donde no esperamos absoluta certeza.
En resumen, si los ideales modernos de certeza científica se hubiesen cumplido íntegramente, entonces nuestra razón, bajo la forma de método científico, sería nuestra brújula, guiaría con seguridad la acción humana en todos los terrenos y especialmente en el de la política. Pero no fue así. La conciencia de incertidumbre que hoy nos acompaña exige unas relaciones más horizontales entre la ciencia y la política, pide comunicación entre ambas en un plano de igualdad. Todo ello favorece una consideración filosófica conjunta de la investigación científica y de la acción política.
El debate sobre la racionalidad científica
Consideraré un último factor de aproximación entre pensamiento científico y político. Creo que en este aspecto resulta muy importante el debate sobre la racionalidad de la ciencia que se viene manteniendo desde mediados del siglo xx, especialmente con la aparición en 1962 del clásico de Thomas Kuhn, La estructura de las revoluciones científicas. Este libro supone una ruptura con el modelo de racionalidad logicista y algorítmica que hasta entonces se asociaba con la ciencia. Si aceptamos esta visión de la racionalidad científica, entonces la práctica, incluida la práctica política, pasa a ser o mera ciencia aplicada o mera irracionalidad. La ruptura del modelo de racionalidad logicista iniciada por Thomas Kuhn constituyó una oportunidad para la reconsideración de las relaciones entre la ciencia y otras esferas de la vida humana. Pero, evidentemente, también se corría un riesgo, a saber, que una vez abolida una cierta idea de racionalidad, se considerase abolida la racionalidad como tal. Se corría el riesgo de una deriva irracionalista. Kuhn mismo, como es bien sabido, ha sido considerado por algunos como un irracionalista. También Popper ha recibido acusaciones en el mismo sentido. No es éste el lugar para entrar a fondo en la procelosa polémica de la racionalidad. Tan sólo quiero poner de manifiesto que, según mi percepción, en los últimos años los filósofos de la ciencia han ido elaborando, desde posiciones de partida bien dispares, un modelo de racionalidad que aproxima mucho la ciencia y la política, un modelo menos logicista, no-algorítmico, pero alejado también del polo irracionalista, un modelo de racionalidad que recuerda mucho lo que tradicionalmente se ha tenido por sensatez política. Las tres grandes ramas de la filosofía de la ciencia del siglo xx, la neopositivista, la kuhniana y la popperiana, a pesar de sus innegables diferencias, se han ido orientando en los últimos años hacia la búsqueda de un tipo de racionalidad –permítaseme aquí la jerga política– moderada o centrista. Al mismo tiempo, según ha señalado Ambrosio Velasco, las tradiciones naturalistas, 15 dentro de las que podemos situar las tres ramas recién nombradas, y las tradiciones hermenéuticas, siempre más orientadas hacia las ciencias sociohistóricas, también han vivido un proceso de convergencia en la búsqueda de un modelo de racionalidad aceptable. СКАЧАТЬ