Название: Relatos de un hombre casado
Автор: Gonzalo Alcaide Narvreón
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Relatos de un hombre casado
isbn: 9788468671079
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–Me doy una ducha rápido y salgo –dije.
–Dale, me visto y te espero abajo –contestó Martín.
Salió del baño y yo me metí bajo el agua pensando en que hacer para retenerlo.
Me sequé, me puse un short, una remera y bajé las escaleras. Vi que Martín estaba sentado en una reposera cerca de la piscina, lo que me hizo imaginar que no debería tener ningún programa ni apuro por irse.
La noche se presentaba espectacular, el cielo completamente despejado y estrellado; la temperatura había descendido bastante, por lo que se podía ver el vapor en la superficie del agua, ya que siempre dejaba la caldera encendida para mantener la temperatura agradable; sea invierno o verano.
–Hermosa noche –dije.
–Sí, un poco fresca, pero realmente espectacular. Veo que mantenés el agua templada –dijo Martín, que había notado el vapor en la superficie.
–Sí, me gusta nadar, así que intento mantener el agua templada la mayor cantidad de meses al año; al no estar cubierta, salvo que la temperatura ambiente este por debajo de los 10º C, se mantiene bastante bien. ¿Querés meterte? –pregunté.
–No, no, estaría bueno, pero me da paja tener que cambiarme nuevamente –contestó Martín.
Mi comentario no había sido premeditado, surgió espontáneamente, pero imaginármelo en pelotas, dentro de la piscina, realmente, resultaba una imagen digna de un spot publicitario.
–Che, ¿tenés planes para esta noche? –pregunté.
–No, nada de nada, ¿por? –dijo Martín.
–Si tenés ganas, pedimos unas pizzas o unas empanadas y cenamos acá, al aire libre –dije.
–Dale, estaría bueno, acepto –contestó.
Nos decidimos por un par de pizzas y para hacerla completa, pedimos 1 kg de helado.
Nos quedamos conversando al borde del agua, esperando que llegase el delivery.
Sonó el timbre y me levanté para ir a la puerta.
–Bancá que te doy dinero –dijo Martín.
–Dejate de joder, yo invito –respondí.
Fui hacia la puerta y por un instante, se me cruzó la imagen de esas escenas cliché que uno ve en las películas, del delivery boy que termina garchando con el dueño de casa, y me imaginé un trío con Martín y con ese pibe…
Rápidamente regresé a la realidad, agarré las dos cajas de las pizzas y pagué. El delivery se estaba yendo y simultáneamente llegaba el del helado… En mi cabeza, había comenzado a escribir el guion de una película porno…
Entré a la casa cargando los pedidos. El helado y una botella de espumante al freezer, pizzas sobre la mesada, y Martín, que se acercaba para ayudar.
–¿Vino?, ¿cerveza? –pregunté.
–Si a vos te da igual, para acompañar pizzas prefiero cerveza –respondió Martín.
–Dale, agarrá de la heladera que hay varias botellas –dije.
–¿Cubiertos o con la mano? –pregunté.
–Dejate de joder, con la mano –respondió Martín.
Agarré un par de platos, servilletas y vasos que puse sobre las cajas de las pizzas y fuimos hacia el jardín.
–Me voy a quedar en patas che –dijo Martín.
–Hace lo que quieras pa, sentite como en tu casa –dije.
Pasamos un momento realmente agradable y distendido, en el que nos contamos un poco sobre nuestras vidas. Martín se explayó sobre la historia de su matrimonio, me contó sobre los problemas que venían teniendo y sobre la reciente separación.
La situación sí que había virado hacia un rumbo sumamente extraño. El tipo que tanto me calentaba en el gym, estaba sentado frente de mí, en mi jardín, clavándose una pizza, tomando cerveza, charlando como si fuésemos amigos, cuando, al mediodía, se había ido enojado por mi intento frustrado. Finalmente, se la había mamado y me había empomando… Todo muy raro y surrealista.
Sin darnos cuenta, de a poco y distendidos, entre porción y porción, nos habíamos bajado dos botellitas de cerveza cada uno. Yo no estaba acostumbrado a tomar tanto y me sentía afectado por el alcohol. Por el brillo en los ojos de Martín, imaginé que él tampoco debería estar acostumbrado.
–No doy más boludo, estoy que exploto –dijo Martín, recostándose en el respaldo de la reposera y estirando sus piernas.
–Yo tampoco pa, comí, tomé y cojí mucho, pero acordate que queda el helado –contesté.
–No hablemos más de sexo, que se me pone nuevamente la pija dura, y con lo entregado que estoy, no sé cómo puede terminar la noche –dijo Martín.
Sin decir nada, aunque decodificando su comentario, copié lo que había dicho Martín; me recosté en la reposera, y permanecí boca arriba, relajado, mirando el oscuro cielo estrellado y disfrutando de su amena compañía.
Abrí los ojos y me di cuenta de que me había quedado dormido por un rato. Martín tenía la cabeza girada hacia mí lado y estaba plácidamente dormido; respiraba profundamente y tenía dibujado en su rostro una cara de placer indescriptible.
Claro, pensé; le había sacado dos tremendos polvos, sumado a la tensión previa, a la comida y al alcohol… Combo perfecto como para que cayera en un profundo sueño.
Fui hacia la cocina para preparar café, pensando en que, si Martín no se despertaba, para no interrumpirle el sueño, lo dejaría durmiendo allí.
Los perros de la casa vecina comenzaron a ladrar. Miré hacia el jardín y vi que Martín se estaba desperezando y que, lentamente, se incorporaba. Caminó hacia la cocina, aún con los ojos semi abiertos.
–Buenas noches –dije sonriendo.
–Uyy boludo… me quedé profundamente dormido –dijo.
–¿En serio?, no me había dado cuenta –dije riéndome.
–Me pegó mal la cerveza –dijo.
–Si pa, yo también me quedé dormido, recién me desperté –dije.
–Creo que, de no ser por esos perros de mierda, hubiese seguido durmiendo hasta mañana –dijo Martín.
–Sí, СКАЧАТЬ