Relatos de un hombre casado. Gonzalo Alcaide Narvreón
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Название: Relatos de un hombre casado

Автор: Gonzalo Alcaide Narvreón

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Relatos de un hombre casado

isbn: 9788468671079

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СКАЧАТЬ le indiqué la puerta del baño y jodiendo dije:

      –Usá lo que necesites, ahí tenés jabón, shampoo, toallónes… y si necesitas que le enjabone la espalda, me avisas.

      No sé cómo me animé a decirle eso, porque, la verdad, es que no éramos amigos ni mucho menos; ciertamente, era la primera vez que compartíamos tanto tiempo juntos.

      –Que boludo –dijo Martín, como respuesta a mi comentario.

      Fue al baño, dejó la puerta abierta y comenzó a desvestirse. Solo logré verlo de espaldas y me calentó sobremanera observar sus piernas y su redondo culo peludo.

      Escuché el sonido del agua que comenzaba a caer; me saqué el short mojado y me puse un bóxer holgado para tirarme en la cama a la espera de que terminara.

      Comencé a dormitar y me sobresaltó la voz de Martín pidiéndome que le alcanzara un toallón. Entré al baño, tomé uno y al girar, lo tenía ahí, parado dentro de la bañera, con la mampara abierta, todo empapado, con los pelos que caían sobre su cuerpo por el peso del agua, una hermosa pija colgando entre sus piernas, de esas bien carnosas y voluminosas; todo un espectáculo.

      Me acerqué, le tendí el toallón con una mano y dije:

      –Turro, ¡que lomazo tenés!; que bien que te mantenés.

      –Es parte de mi trabajo; me tengo que mantener en forma –dijo.

      Secate y vení que te doy ropa para que te vistas –dije, pensando que, en verdad, quería que se quedara así, en pelotas y saciar sus necesidades sexuales, que venían siendo descuidadas desde hacía tiempo.

      Salí del baño y fui hacia el vestidor para buscar ropa. Me senté en la cama y vi que Martín salía del baño con el toallón atado a su cintura. Realmente, no sabía cómo encararlo; tenerlo en mi cuarto y medio en pelotas, era una situación soñada, pero no se me ocurría de qué manera podía avanzarlo.

      Me daba miedo el contundente rechazo que probablemente recibiría. Sabía que se había acostado con muchas minas del gym y no imaginaba que siquiera se le hubiese cruzado alguna vez la idea de garchar con un tipo.

      Martín se sentó en el borde de la cama, frente al espejo que cubría completamente una pared lateral del cuarto y sonriendo, dijo:

      –Turro, se ve que sos fiestero ehh; las cojídas que te debés mandar acá con tu mujer mientras que se miran en el espejo.

      La verdad, es que no sabía que responderle ni como tomar su comentario; teniendo en cuenta lo que me había contado hacía un rato, sobre el tiempo que llevaba sin garchar, lo único que pensé, fue en decir cosas que pudiesen calentarlo.

      La verdad es que sí; soy muy morboso y no sabés cómo me gusta mirarme mientras se la entierro, la pongo en cuatro y le doy de atrás, por la concha y por el culo… o cuando hacemos un 69, mientras que ella me embadurna el orto con lubricante y me hace gozar con sus dedos –dije.

      Me miró a los ojos y dijo:

      –Uyy turro, no podés ser tan guacho; me estás haciendo calentar; jamás imaginé que fueses tan morboso, pareces un tipo tan serio…

      Me acerqué y miré directo a su bulto. Martín, no tenía manera de ocultar su erección; su pija estaba dura por debajo del toallón.

      –Sí, veo; mirá cómo está tu caño… –dije, intentando abrir el juego.

      Sin darle tiempo a pensar, tiré del nudo del toallón, dejándolo desnudo y me arrodillé frente de él.

      Martín se quedó duro, mirándome a los ojos. Sin dejarlo reaccionar, le agarré la poronga y me la metí en la boca. Inesperadamente, Martín me agarró de los pelos, alejó mi cabeza de su pija y se paró.

      –Pará forro, ¿qué hacés?, ¿estás loco?, jamás cojí con hombres y no me atrae la idea. Disculpame, pero esto no es para mí; me parece que entendiste cualquier cosa –dijo enojado.

      –Disculpame man, pensé que podía ayudar a aliviar tu calentura –dije.

      No man, gracias, pero paso –respondió Martín.

      Fue a buscar su ropa, se vistió y comenzó a bajar la escalera. Lo seguí para abrirle la puerta, nos despedimos fríamente, le pedí nuevamente disculpas y se fue sin decir más nada.

      Era la primera vez en la vida en la que me enfrentaba a semejante situación… ¿Martín divulgaría lo acontecido con la gente del gimnasio o lo mantendría entre nosotros? Obviamente que a ese gym no regresaría más y no se me ocurría que excusa le inventaría a mi mujer. Estaba perturbado y una catarata de pensamientos comenzaban a invadir mi cabeza.

      Ciertamente, no tenía idea en cómo haría para mirarlo a los ojos nuevamente y desde ya, sospechaba que jamás regresaría a mi casa. La situación tan incómoda que acababa de vivir, me había quitado todo tipo de calentura. Fui a la cocina para comer algo al paso y me puse a ver TV en el living, hasta que quedé profundamente dormido.

      Avanzando un paso

      Me despertó el sonido de una llamada entrante en mi celular. Eran las seis y para mi sorpresa, la pantalla indicaba que era Martín. No me animé a contestar y el teléfono dejó de sonar. Pasaron dos minutos, y nuevamente sonó. Mal que me pesara, de una u otra manera, en algún momento, debería enfrentar la situación, así que mejor hacerlo rápidamente, por lo que decidí contestar.

      –Hola –dije de manera seca.

      –Hola, te llamo para disculpame por la reacción un tanto violenta que tuve hoy –dijo Martín.

      –No, disculpame vos; realmente, me salió hacerlo sin pensar en nada y, de alguna manera, tu reacción fue lógica –dije.

      –Mirá, la verdad es que me fui mal y me quedé mal el resto de la tarde. Fuiste muy amable al invitarme a la pileta, al prestarme ropa, al dejarme duchar; quizá hice o dije algo que te llevó a pensar de una manera equivocada –dijo Martín– y continuó:

      –Si vamos a ser sinceros, realmente me hiciste parar la pija cuando comenzaste a hablar de las cosas que hacías con tu mujer y obviamente, lo notaste; quizá eso te hizo pensar que yo estaba buscando otra cosa.

      –El que hizo el primer comentario imaginando lo que yo hacía frente al espejo con mi mujer fuiste vos, vos comenzaste a hablar de sexo; de todas maneras, todo bien Martín, dejémoslo así; fue solo un mal entendido. Lo que, sí te pido, es que lo sucedido quede entre nosotros.

      Desde ya, olvidate… ¿Querés que vaya a tu casa y que lo charlemos personalmente? –preguntó.

      Difícil dejarme sin palabras, pero Martín lo acababa de lograr; no supe bien que responder. Meterlo en mi casa siempre había sido con una intención concreta. Después de lo acontecido, del enojo con el que se había ido y que ahora me estuviese proponiendo regresar para charlar sobre lo sucedido… realmente СКАЧАТЬ