Relatos de un hombre casado. Gonzalo Alcaide Narvreón
Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Relatos de un hombre casado - Gonzalo Alcaide Narvreón страница 5

Название: Relatos de un hombre casado

Автор: Gonzalo Alcaide Narvreón

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Relatos de un hombre casado

isbn: 9788468671079

isbn:

СКАЧАТЬ

      Martín comenzó a elevar su pelvis para cojerme la boca.

      –Que pija divina tenés papá; parejita, igual de ancha en la base que en el glande… Me encantan las pijas así ¿imagino que estás sanito no? –pregunté.

      –Si nene, despreocupate –respondió.

      Mi única preocupación, era que Martín se había comido a muchas minas, pero como hacía poco que se había separado, imaginé que, seguramente, para cuidar a su mujer, siempre había tomado los recaudos pertinentes como para no correr riesgos.

      –Uyy boludo, tenías razón… la mamás más rico que la más puta… –dijo casi susurrando y con voz entrecortada.

      Tomó mi cabeza con ambas manos y empujó, impidiendo que su pija saliera de mi boca. Incrementó el ritmo y comenzó a gritar:

      –Sí, sí, cométela, me vengo, que placer boludo, me vuelvo loco, me vengo.

      Rápidamente, sentí que un litro de leche invadía mi boca; tragué una parte y el resto se escurrió por la comisura de mis labios; pocas veces había visto a un macho largar tanta leche.

      Saqué su pija de mi boca para refregármela por la cara, viendo que su glande continuaba despidiendo leche. Martín emitía gritos acompañando cada eyaculación. Cerré los ojos y continué mamándosela, mientras que sentía los espasmos y las contracciones que continuaban invadiéndolo.

      Martín quedó tirado sobre el respaldo del sillón, con las piernas estiradas y completamente relajado.

      –Veo que estabas un poco cargado man, nunca vi salir tanta leche de una pija –dije.

      Ufff, en mi vida había acumulado tanto, ni había pasado tanto tiempo sin garchar… Tremendo man, ¡flor de mamada que me pegaste! –dijo.

      Limpié el semen que tenía desparramado por mi cara. Recolectándolo con los dedos y mirándolo a los ojos, comencé a llevarlo hacia mi boca para no desperdiciar ni una gota.

      –Uyy man, sos muy puto, como disfrutás tragando guasca… Hay muchas minas que no quieren hacerlo y vos lo disfrutas como loco… Tan machito y flor de trolo resultaste –dijo Martín.

      Volví a meter su pija en mi boca y noté que rápidamente volvía a ponerse dura. Este pibe necesitaba descargar por un buen rato como para quedar mansito y relajado.

      Me incorporé y aunque creí que se negaría, lo invité a ir al cuarto para estar más cómodos. Para mi sorpresa, se incorporó, se subió su bermuda y me siguió sin decir nada.

      Entramos al dormitorio y lo invité a que se pusiera en bola. Tímidamente lo hizo y se sentó en el borde de la cama, cual principiante y sin saber cómo actuar.

      Mi pija hacía carpa por debajo del bóxer. Me saqué la remera y luego bajé mi bóxer para quedar completamente en pelotas.

      –Ahh bue… ¡cómo venís equipado!, flor de pija tenés man. –exclamó Martín.

      Tras sonreír sin decir nada, me acerqué a la cama, me arrodillé y comencé a mamársela nuevamente.

      Que rico, que rico la mamás nene –dijo Martín, que apoyaba sus brazos sobre la cama para quedar recostado y con los ojos cerrados.

      Mientras que se la seguía chupando, estiré el brazo hacia la mesita de luz, agarré un frasco de lubricante y una caja de preservativos; unté mi mano libre y con los dedos, comencé a lubricarme el ano, dejándolo listo para el paso siguiente. Martín continuaba con los ojos cerrados y disfrutando de la tirada de goma que le estaba dando; yo tenía miedo de hacer las cosas rápido, logrando que se arrepintiera.

      Noté que comenzó a acelerar los gemidos y que se estaba poniendo colorado. Rápidamente saque su pija de mi boca, calcé un preservativo en su pene y antes de que se diera cuenta de lo que estaba sucediendo, me paré en la cama y comencé a bajar en cuclillas, embocando su pija en mi ano. Bajé hasta sentirla apoyada y ahí me dejé caer lentamente, metiéndomela entera, sin tiempo de juego previo como para dilatármelo, ya que hubiese corrido el riesgo de que se arrepintiese y que se fuera.

      Martín abrió sus ojos y exclamó:

      –No, no te la puedo creer.

      Era yo el que no lo podía creer; tres años viendo a este macho en el gym, imaginándome todo tipo de cosas, y finalmente lo tenía tendido en mi cama, clavándome hasta el fondo su deliciosa poronga.

      –Sos un hijo de puta, salía, levantate –dijo.

      Haciendo caso omiso a su pedido, cerré mis ojos e intenté relajarme, para hacer que el dolor de haberme enterrado ese caño sin juego previo, diera paso al placer. Lentamente, comencé a darle ritmo a mis movimientos, subiendo y bajando cada vez más rápidamente, mientras que le tocaba el pecho, jugando con mis dedos entre sus vellos.

      Finalmente, sus prejuicios y conceptos fueron superados por la necesidad y por la calentura que tenía. Sentía su caño como un mástil dentro de mí y apreté mi ano como para atraparlo firmemente, haciendo que su placer fuese mayor.

      Para mi sorpresa, tomó mi cintura con ambas manos para manejar el ritmo de mis movimientos.

      Arriesgándome a que todo terminara ahí, pregunté:

      –¿Querés probar otra posición?

      Martín abrió los ojos y no contestó.

      Me incorporé, haciendo que su poronga saliese de mi ano y me puse de rodillas en el borde de los pies de la cama, dejando mi culo bien parado, dispuesto a que me embistiera por detrás. Martín se incorporó y observé a través del espejo que se paraba detrás de mí. Hermoso ver su cuerpo armonioso y peludo reflejándose en el espejo, con sus músculos no exagerados, con su pene erecto y con una cara de morbo total, que jamás le había visto. Nos miramos a los ojos a través del espejo, sin decir una palabra y diciéndonos todo.

      Sin hablar, me estaba diciendo “Vos querías pija, ahora aguantate lo que se viene.”

      Se lubricó nuevamente la punta de su chota y la apoyó sobre mi ano; con ambas manos tomó mi cintura por detrás y empujó su pelvis hacia adelante. Sentí como se me abría el orto nuevamente y me lo llenaba por completo con su miembro.

      Hice un gesto de dolor, que pronto se convirtió en uno de placer. Martín comenzó a bombearme con un ritmo lento, mientras que yo giraba la cabeza y veía en el espejo como sus nalgas musculosas y peludas se contraían con cada embate que me daba, cosa que me excitaba aún más. Dejé que tomara su ritmo y que controlara los movimientos; supo llevarme a un punto en el que comencé a moverme más y más, suplicando por pija y por más pija. Continuó con ambas manos apoyadas en los costados de mi cadera y agarrándome firmemente.

      Noté que comenzó a aumentar la potencia de las embestidas; había logrado llevarme a un estado de éxtasis difícil de explicar. En ese momento, hubiese cedido a cualquier reclamo.

      –No СКАЧАТЬ