Relatos de un hombre casado. Gonzalo Alcaide Narvreón
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Название: Relatos de un hombre casado

Автор: Gonzalo Alcaide Narvreón

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Relatos de un hombre casado

isbn: 9788468671079

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      –Ok, en quince estoy ahí –dijo, cortando la llamada.

      Realmente, me puse nervioso… Fui a la heladera para verificar que tuviese cerveza fría. Fui al baño, me puse una remera para no recibirlo solo en bóxer, regresé al living, puse música tranquila y me quedé esperando su llegada.

      Escuché el sonido de un auto estacionando en la puerta y le envié mensaje diciéndole que abriría el portón para que lo entrara al estacionamiento. Martín entró con su auto y me dirigí a la puerta principal para recibirlo.

      Nos miramos, sonreímos y ambos hicimos un gesto de vergüenza. Martín se había cambiado de ropa; tenía una bermuda, una chomba celeste y estaba en ojotas. Lo invité a pasar, no sentamos en el living y le ofrecí cerveza, que aceptó con gusto.

      Fui hacia la cocina y regresé con dos botellitas, le alcancé una y me senté a su lado.

      Bueno, ya nos dijimos algunas cosas por teléfono –dije, como para romper el hielo.

      –Sí, es verdad y como te dije, fuiste muy amable y vuelvo a disculparme por la manera en la que reaccioné, pero entendé que jamás me había sucedido algo así –dijo Martín.

      –Te comprendo, solo que, como tenías la pija parada y yo soy muy amplio con el sexo… en verdad, te confieso que soy bisexual y pensé que podría ayudarte –dije.

      –Me dejás mudo –dijo Martín.

      –Mirá… yo tomo mi bisexualidad con total naturalidad; sexo es sexo, sexo es placer, sexo es gozar; cada uno lo hace a su manera y de la forma que mejor le plazca; mientras que sea consensuado entre las partes, todo bien, ¿cuál es el problema? –dije.

      Martín me miraba con los ojos bien abiertos y sin decir nada.

      –Yo también tengo mis límites y hay cosas que no me van. Solo garcho con tipos que sean machos, no me van los amanerados, los trabas, ni el sexo escatológico, sado o cosas extremas; macho contra macho. ¿Nunca compartiste al menos una paja cruzada con un tipo? –pregunté.

      –Ahh bue… veo que la tenés clara… Ya que te sinceraste de esa manera, la realidad, es que compartí minitas con un amigo, participé en tríos con él y con varias trolas, pero nunca le toqué la chota intencionalmente; en verdad y me da vergüenza decirlo, quizá se la agarré para embocársela en la concha o en el orto a alguna amiguita, pero hasta ahí llegué –dijo Martín.

      –¿Experimentaste con doble penetración? –pregunté.

      –Sí, lo hice varias veces –respondió Martín.

      –¿Y no te calentaba la presión de las dos chotas dentro de la minita o de ver como tu amigo se la empomaba? –pregunté.

      –La verdad es que sí, pero nunca se me cruzó la idea de garchar con mi amigo –respondió.

      Miré hacia su entrepierna y noté que, como había sucedido al mediodía, se le había comenzado a parar la pija. Era evidente que estaba muy caliente y que la conversación cargada de contenido sexual, nuevamente lo estaba comenzando a encender.

      –Te hago una pregunta –dije.

      –Decime –dijo Martín, con gesto de intriga.

      –Pensalo de esta manera ¿qué diferencia existe entre que te la mame una mina y que te la mame un tipo?

      Martín quedó un momento callado, mirándome fijamente a los ojos y finalmente respondió.

      –Si lo planteas de esa manera, si cierro los ojos mientras que lo hacen, en verdad, no existe diferencia; ambos tienen boca y lengua, los dos chupan igual… va, imagino, nunca me la chupó un tipo. Solo que, en el contexto, verle las tetas a una mina mientras que te la está chupando, no es lo mismo que tener delante a un flaco en bolas… No sé, nunca me imaginé a un flaco tirándome la goma –respondió Martín.

      –Mirá, las dos son bocas, pero te aseguro que las mamadas que da un tipo, son mejores que la de las minas; es más, me atrevería a decirte que los flacos activos la maman mejor que los pasivos. El hombre sabe cómo darle placer a otro hombre, mejor que una mina –dije.

      Adrede, miré nuevamente hacia su entrepierna, para luego mirarlo a los ojos y volver a su entrepierna. Quería que se diera cuenta de que me había percatado de su erección y como ya no tenía nada que ocultarle, poco me importaba ser explícito con la mirada.

      –Veo que nuevamente se te puso dura –dije.

      Martín me miró con un gesto de vergüenza.

      –Boludo, te conté que hace meses que no la pongo y vos me haces esta clase de comentarios morbosos… ¿Cómo querés que se me ponga? –dijo.

      Clavé mi vista nuevamente en su bulto y pasé mi lengua por mis labios para humedecerlos. Lo miré a los ojos, como pidiéndole autorización para hacer lo que había querido hacer al mediodía. En verdad, es lo que había querido hacer desde aquel día en el que lo vi por primera vez en el gym.

      Me animé y apoyé la palma de mi mano sobre su cuádriceps izquierdo; Martín no dijo nada; lentamente la fui deslizando hacia su paquete y comencé a franeleárselo. El hermoso cilindro que esa mañana había tenido por breves segundos dentro de mi boca, se marcaba a través de su pantalón.

      –Uyy papito… mirá cómo la tenés –dije, y pregunté– ¿me dejas?

      Martín no emitió respuesta, solo se acomodó en el sillón, abrió sus piernas, apoyó su espalda en el respaldo y se quedó quieto.

      Medio temeroso por lo acontecido al mediodía, pero tentado por la situación y empujado por su silencio, me animé y bajé el cierre de su bragueta, desabroché la cintura y busqué con mi mano ese tronco tan necesitado de afecto.

      Me quedé mirando ese caño, que lo tenía a centímetros de mi cara… grande, grueso y largo, imaginé que era similar al mío, sin depilar, al natural, como a mí me gusta.

      Pegué su pija a mi cara, elevé la mirada para verlo a los ojos y sin más trámite, poniendo la mejor cara de depravado, la introduje en mi boca y comencé a mamársela lentamente. Estaba dispuesto a regalarle la mejor mamada que jamás hubiese tenido.

      Ufff –fue la única exclamación que emitió Martín.

      La saqué de mi boca, cargué saliva y la escupí sobre su pija. Comencé a mamársela como si me estuviese comiendo lo más rico del mundo y ciertamente, para mí, en ese momento, su pene era el más codiciado manjar.

      Noté que, lentamente, Martín se iba relajando y que emitía sonidos de placer. Elevó sus glúteos, permitiendo que deslizara su bermuda hacia el piso, dejando su verga absolutamente expuesta y entregada.

      –No te la puedo creer; sos un recontra comilón guacho, como me la estás mamando –dijo.

      Atrapé su glande con mis labios y tomé СКАЧАТЬ