Realidad: Novela en cinco Jornadas. Benito Perez Galdos
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Название: Realidad: Novela en cinco Jornadas

Автор: Benito Perez Galdos

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия:

isbn: 4057664181817

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СКАЧАТЬ mí!... Si apenas le conozco. Me lo recomendó... (Haciendo memoria.) Pues no me acuerdo, ni hace al caso. Ello es que hay tanta miseria en este mundo, que se llega á perder la cuenta de los desfavorecidos de la suerte que pordiosean en una ú otra forma.

      Aguado.

      Es verdad; el desequilibrio entre las necesidades y las posiciones es tal, que el sablazo ha venido á ser continuo y denso, como una granizada; y no cae sólo sobre la cabeza del rico, sino también sobre los que vivimos con modesto pasar. Sablazos en la calle y en la casa, por la mañana y por la tarde, en pleno día y á la melancólica hora del crepúsculo; sablazos de dinero, de recomendaciones, de influencias. Aseguro á usted que comemos de milagro.

      Orozco, distraído.

      De milagro...

      Aguado.

      Admiro la paciencia de usted y su longanimidad. (Siguen hablando, Malibrán pasa al salón y se encuentra con Villalonga, que ha salido de la sala japonesa.)

      Villalonga.

      ¿Te vas ya?

      Malibrán.

      Sí, voy á despedirme de la ingrata.

      Villalonga.

      ¿Y cómo va eso?

      Malibrán.

      Desastrosamente. No he adelantado ni un solo palmo de terreno. Me confirmo cada día más en la certeza de lo que hablábamos anoche.

      Villalonga.

      ¿Crees que hay moros por la costa?

      Malibrán.

      Como creo en Dios. Y esa morisma hace tiempo que piratea. Nada, Augusta tiene su enredito. Y ten por cierto que tiro de la manta y se lo descubro.

      Villalonga, con sorna.

      Sí; véngate. A estas virtudes enfatuadas hay que arrancarles la aureola. ¡Cuidado si será tonta esa mujer! No quererte á ti, tan buena figura, tan sacadito de cuello, entendidito en pintura, familiarizado con la política extranjera, y muy fuerte en todo lo que sea triples alianzas. Por supuesto, yo creo que te idolatra y lo disimula; también ella tiene sus puntas de diplomática.

      Malibrán.

      No te burles. Y que está enamorada no ofrece ya duda para mí. ¡Ah, tengo yo un olfato...! He rastreado mil síntomas infalibles. Cualquier día se me escapa á mí una pieza de esta clase.

      Villalonga.

      Grandísimo adúltero, de quien está prendada es de ti.

      Malibrán.

      No, no.

      Villalonga.

      ¿En quién te fijas, pues?

      Malibrán.

      Qué sé yo. En Calderón, la ostra de la casa, en el artillerito ese, en Federico Viera, en Manolo Infante.

      Villalonga.

      El más verosímil me parece Infante. Ese las mata callando.

      Malibrán.

      Pues no sé qué te diga. Déjame proseguir mis estudios y mis... diligencias. Ahora... (bajando la voz) la estoy acechando en sus salidas de casa, y créelo, le deshago el tapadijo; créelo como ésta es noche.

      Villalonga.

      Estás trastornado, Cornelio.

      Malibrán.

      Chico, cuestión de amor propio. Todas las pasiones son eso y nada más que eso. Llámalo el diablo. Tal como están hoy las sociedades, con las religiones abatidas y la moral llena de distingos, el amor propio nos gobierna. ¿Ves á Orozco, á quien todos llaman la mejor persona del mundo? Pues es que se ha impuesto ese papel, y lo sostiene por algo que se asemeja á la vanidad del artista. Si estuviéramos en época en que la santidad fuera moda, ese se haría canonizar por pintarla, y extremaría sus actos benéficos hasta el sacrificio y la mortificación, todo por orgullo, por el culto del arrastrado Yo. Ley primaria del mundo es el amor propio. Todos hacemos un altar donde nos ponemos á nosotros mismos, y nos adoramos con un dogma cualquiera. Mi dogma es vencer en empeños amorosos.

      Villalonga.

      Vencerás. Así tuviera yo tan seguros el cielo y mi canonjía del Senado. Por cierto que el empeño de meter á Orozco en la combinación me ha hecho bajar un puesto en la lista.

      Malibrán.

      Tontería. ¡Si Tomás no lo desea!

      Villalonga.

      No te fíes de apariencias. Ya sabes que tengo á nuestro amigo por un poquitín hipócrita. Esa modestia, esos ascos al bombo son afectados. Cada cual se busca su toque ó manera en la sociedad, y el toque de ese es decir «no quiero, no quiero», para que se lo den todo, y tres más.

      Malibrán.

      Puede que tengas razón... En fin, es muy tarde, y yo me voy.

      Villalonga.

      ¿A casa de Leonor?

      Malibrán.

      Después. Sobre la una. Abur. (Entra en la sala japonesa, se despide y sale de la casa.)

       Índice

      Los mismos, menos Malibrán.

      Orozco, pasando con Aguado al salón.

      Apuesto á que todavía están apurando el tema del crimen.

      Monte Cármenes, que sale de la sala japonesa.

      ¡Crimen y siempre crimen! Augusta quiso entrar en la orden del día; pero Teresa se rebeló contra la presidencia, y ahora está haciendo una excursión patibulario-comparativa al campo de la historia, analizando la vida y milagros de la Bernaola, Vicenta Sobrino y otras tales.

      Orozco.

      Mi mujer se pirra por los crímenes, y Teresa es capaz de traerse el verdugo en el bolsillo. Yo que el Gobierno, crearía con ellas y otras damas la policía judicial que tanta falta nos hace. ¿Verdad, Villalonga?... Venga usted para acá. Parece que está usted de puntas conmigo. Le prevengo que no he dado paso alguno para entrar en la combinación. Es cosa de los amigos de usted. Yo lo agradezco sin solicitarlo, y lo aceptaré si me lo dan, así como me quedaré tan fresco si me lo niegan.

      Villalonga, para sí.

      ¡Valiente СКАЧАТЬ