Название: Si Ella Viera
Автор: Блейк Пирс
Издательство: Lukeman Literary Management Ltd
Жанр: Современные детективы
Серия: Un Misterio Kate Wise
isbn: 9781640299344
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Niña de cinco años, encontrada tres días después de ser reportada desaparecida. Metida en una cabaña de pesca en Arkansas con los cadáveres de sus padres. Los padres eran la quinta y sexta víctima de un asesino en serie que había aterrorizado a Arkansas por buena parte de los últimos cuatro meses… un asesino que Kate eventualmente había atrapado, pero solo después de haber acabado con un total de nueve personas.
Kate estaba conciente de que de pronto se había quedado parada como una estatua en medio de la calle, pero parecía que no podía moverse. Ese caso la había perseguido por un tiempo. Tantos callejones sin salida, tantas pistas falsas. Había estado corriendo en círculos, incapaz de hallar al asesino mientras él continuaba sumando cuerpos a su cuenta. Solo Dios sabía lo que había planeado para esa pequeña niña.
Pero tú la salvaste, se dijo a sí misma. Al final, tú la salvaste.
Kate comenzó lentamente a caminar de nuevo. No era la primera vez que una imagen al azar de su trabajo pasado irrumpía en su mente y la distraía. A veces aparecían con naturalidad, aunque salidas de la nada. Pero había otras ocasiones en las que venían con fuerza y rapidez, como el flashback de un estrés post-traumático.
La imagen de la niña de Arkansas estaba en el punto medio. Y Kate estaba agradecida por eso. Ese caso en particular casi había provocado que dimitiera como agente en el 2009. Le había destrozado el alma, tanto, como para solicitar dos semanas de permiso en el trabajo. Y de repente, por una fracción de segundo, mientras caminaba de regreso a su casa con los regalos para su nieta en la mano, Kate sintió que la hacían retroceder en el tiempo.
Cerca de diez años habían pasado desde que había rescatado a esa niña. Kate se preguntó dónde estaría y si habría superado el trauma.
—¿Señora?
Kate parpadeó, sobresaltándose ligeramente ante el sonido de una voz extraña. Era un adolescente parado delante de ella. Se veía preocupado, como si no estuviera seguro de si debería estar parado allí o salir corriendo.
—¿Está bien? —preguntó— Usted se ve... No lo sé. Enferma. Como si fuera a desmayarse o algo parecido.
—No —dijo Kate, sacudiendo su cabeza—, estoy bien. Gracias.
El muchacho asintió y siguió su camino. Kate comenzó a caminar de nuevo, arrancada de un agujero en el pasado que suponía aún no había cerrado. Y mientras se acercaba cada vez más a su casa, comenzó a preguntarse cuántos de esos agujeros habían quedado abiertos.
Y si los fantasmas de su pasado continuarían acosándola hasta que ella también se convirtiera en uno de ellos.
CAPÍTULO DOS
Kate pasó la siguiente hora, minutos más minutos menos, arreglando la casa, aunque ya lo había hecho antes de salir de compras. La hacía sentirse mal el estar tan ansiosa porque Michelle viniera a su casa. Melissa había vivido en esa casa en sus años de secundaria, así que cuando venía de visita (lo cual no era con la suficiente frecuencia en opinión de Kate), Kate no sentía la necesidad de que el lugar estuviera inmaculado. Así que, ¿por qué estaba tan preocupada sobre cómo luciría para un bebé de dos meses?
Quizas es una extraña clase de nido hecho por la abuela, pensó, mientras cepillaba el lavabo del baño... un baño que estaba muy consciente que su nieta ni siquiera vería, y mucho menos utilizaría.
Mientras enjuagaba el lavabo, sonó el timbre. Se sintió inundada por una emoción para la que no había estado realmente lista. Sonreía de oreja a oreja cuando acudió a la puerta. Melissa estaba parada al otro lado, llevando a Michelle en su asiento de bebé. Estaba profundamente dormida, y una gruesa frazada envolvía sus pies.
—Hola, mamá —dijo Melissa al tiempo que entraba a la casa. Echó un rápido vistazo en derredor y puso los ojos en blanco—. ¿Qué tanto limpiaste hoy?
—Me acojo a la quinta enmienda —dijo Kate mientras le daba a su hija un abrazo.
Melissa colocó con cuidado el asiento de bebé en el piso y lentamente le quitó el cinturón de seguridad a Michelle. La levantó y se la entregó con delicadeza a Kate. Había pasado casi una semana completa desde que Kate había visitado a Melissa y Terry, pero cuando tomó a Michelle en sus brazos, pareció que había pasado más tiempo.
—¿Que tienen planeado Terry y tú para esta noche? —preguntó Kate.
—No mucho, en realidad —dijo Melissa—, y eso es lo hermoso. Vamos a cenar y beberemos unas copas. Quizás vayamos a bailar. Además, cambiamos de idea acerca de pedirte que la cuidaras toda la noche, porque nos dimos cuenta de que no estamos suficientemente listos para eso. Un sueño ininterrumpido es muy necesario, pero no puedo alejarme de ella por tanto tiempo.
—Oh, creo que puedo comprender eso —dijo Kate—. Ustedes salgan y diviértanse.
Melissa se descolgó la pañalera que llevaba en el hombro y la colocó junto al asiento de bebé. —Todo lo que necesitas está aquí adentro. Ella querrá comer como en una hora, y podría luego resistirse a dormir. Terry cree que es algo lindo, pero yo creo que es una cosa del demonio. Si tiene gases, hay unas gotas para eso en el bolsillo trasero y...
—Lissa… estaremos bien. Yo he criado una hija, como debes saber. Tú resultaste muy buena, también.
Melissa sonrió y sorprendió a Kate dándole un pequeño beso en la mejilla. —Gracias, mamá. La recogeré como a las once. ¿Es demasiado tarde?
—No, está bien.
Melissa le echó una última mirada a su bebé, una mirada que inflamó el corazón de Kate. Podía recordar ser una madre y tener esa sensación íntima de que se llenaba de amor —un amor que se traducía en una firme voluntad de hacer lo que fuera para asegurar que este ser humano que habías creado estaría a salvo.
—Si necesitas algo, llámame —dijo Melissa, aunque seguía mirando a Michelle y no a Kate.
—Lo haré. Ahora ve. Diviértete.
Melissa por fin se dio la vuelta y se dirigió a la puerta. Mientras la cerraba, la pequeña Michelle se despertó en los brazos de Kate. Le mostró a su abuela una pequeña y somnolienta sonrisa, y dejó escapar un diminuto bostezo.
—¿Y entonces qué hacemos ahora? —preguntó Kate.
La pregunta era dirigida en plan de ruego a Michelle, pero sentía el peso que conllevaba, y que la hacía preguntarse si simplemente estaba haciéndose una pregunta retórica. Su hija era ahora adulta, con una hija propia. Ahora ella se acercaba a los cincuenta y seis con su primera nieta en brazos. Entonces… ¿qué hacemos ahora?
Pensó en ese impulso de regresar a trabajar de cualquier manera y, quizás por vez primera, se sintió pequeña.
Más pequeña incluso que la bebita que sostenía en sus brazos.
***
A las ocho en punto de esa noche, Kate se preguntaba si Melissa y Terry simplemente se las habían arreglado para crear a la bebé más tranquila que había registrado la historia. Ni una vez lloró Michelle y ni siquiera se agitó. Sencillamente le contentaba que la cargaran. Al СКАЧАТЬ