Название: La Senda De Los Héroes
Автор: Морган Райс
Издательство: Lukeman Literary Management Ltd
Жанр: Героическая фантастика
Серия: El Anillo del Hechicero
isbn: 9781632910455
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Argon rió, con un sonido grave, hueco, que hizo sentir escalofrío en la columna vertebral de Thor.
“Puedo hacer que todo y nada suceda. Tu destino ya estaba escrito. Pero depende de ti elegirlo”.
Thor no entendió.
Llegaron a la cima de la cresta de la montaña, donde Argon se detuvo y lo enfrentó. Thor se detuvo a unos centímetros de distancia y la energía de Argon ardía a través de él.
“Tu destino es importante”, dijo él. “No lo abandones”.
Los ojos de Thor se abrieron de par en par. ¿Su destino? ¿Importante? Se llenó de orgullo.
“No entiendo. Habla con acertijos. Por favor, dígame más”.
Argon desapareció.
La boca de Thor se abrió involuntariamente. Miró en todas direcciones, escuchando, preguntando. ¿Había imaginado todo eso? ¿Era algún engaño?
Thor se dio la media vuelta y examinó el bosque, desde ese mirador, en lo alto de la cresta, que podía ver más lejos que antes. Al mirar, notó movimiento a lo lejos. Oyó un ruido y estaba seguro de que era su oveja.
Tambaleó por la cordillera cubierta de musgo y se apresuró hacia donde venía el sonido, a través del bosque. Al ir, no podía olvidar su encuentro con Argon. No podía creer que había ocurrido. ¿Qué hacía ahí, de todos los lugares, el Druida del Rey? Él lo había estado esperando. ¿Pero, por qué? ¿Y qué había querido decir de lo de su destino?
Cuanto más trataba Thor de descifrarlo, menos entendía. Argon le había advertido que no debía continuar mientras lo tentaba a hacerlo. Ahora, a medida que caminaba, Thor tuvo una creciente sensación de aprensión, como si algo importante estuviera a punto de suceder.
Dobló una curva y se detuvo en seco ante sus huellas, al verlo frente a él. Sus peores pesadillas se confirmaron en solo un momento. Se le pararon los cabellos de punta y se dio cuenta de que había cometido un grave error al ir a lo profundo de Darkwood.
Frente a él, apenas a treinta pasos, estaba un Sybold. Corpulento, musculoso, sobre las cuatro patas, casi del tamaño de un caballo, estaba el animal más temido de Darkwood, tal vez incluso del reino. Thor nunca había visto uno, pero había oído las leyendas. Parecía un león, pero era más grande, más fornido, su piel escarlata oscuro y sus ojos de color amarillo brillante. La leyenda dice que su color carmesí vino de la sangre de los niños inocentes.
Thor había oído hablar de unos avistamientos de esa bestia toda su vida, e incluso se creía que estaban en entredicho. Tal vez porque nadie había sobrevivido a un encuentro. Algunos consideraban que Sybold era el dios de los bosques y un presagio. ¿Cuál era ese presagio? Thor no tenía ni idea.
Con cuidado, dio un paso atrás.
Sybold, con sus enormes mandíbulas entreabiertas, sus colmillos goteando saliva, le devolvió la mirada, con sus ojos amarillos. En su hocico estaba la oveja perdida de Thor, balando, colgada de cabeza, con la mitad de su cuerpo atravesado por los colmillos. Casi estaba muerta. El Sybold parecía disfrutar de la matanza, tomando su tiempo, deleitándose en torturarla.
Thor no soportaba los balidos. La oveja se meneó, impotente y él se sentía responsable.
El primer impulso de Thor fue dar la vuelta y correr, pero era inútil. Esa bestia corría más rápido que nada. Correr solo lo envalentonaría. Y él no podía dejar morir así a su oveja.
Se quedó congelado de miedo, y sabía que tenía que tomar alguna medida al respecto.
Sus reflejos entraron en acción. Lentamente se agachó hacia su bolsa, sacó una piedra y la puso en su honda. Con la mano temblorosa, la tensó, dio un paso hacia adelante y la lanzó.
La piedra voló por los aires y dio en el blanco. Fue un tiro perfecto. Golpeó a la oveja en su globo ocular, llevándola hacia su cerebro.
La oveja se quedó inerte. Muerta. Thor había evitado que el animal sufriera.
El Sybold lo miró, furioso de que Thor hubiera matado a su juguete. Lentamente abrió sus enormes mandíbulas y dejó caer a la oveja, aterrizando con un ruido sordo en el suelo del bosque. Después fijó su mirada en Thor.
Hizo un gruñido profundo, malvado, que surgió de su panza.
Al merodear hacia él, Thor, con el corazón acelerado, puso otra piedra en su honda, lanzándola hacia atrás y se preparó a disparar una vez más.
El Sybold corrió velozmente, moviéndose más rápido que nada de lo que Thor había visto en su vida. Thor dio un paso adelante y lanzó la piedra, rezando para que le pegara, sabiendo que no tendría tiempo de lanzar otra honda antes de que llegara.
La piedra golpeó a la bestia en su ojo derecho, derribándolo. Fue un tiro estupendo, que habría hecho caer de rodillas a un animal inferior.
Pero éste no era un animal inferior. La bestia era imparable. Gruñó por la herida, pero nunca redujo la velocidad. Incluso sin un ojo, con la piedra alojada en su cerebro, continuó yendo al ataque sin pensar, hacia Thor. No había nada que Thor pudiera hacer.
Un momento después, la bestia se abalanzó sobre él. Subió su enorme garra y golpeó con fuerza su hombro.
Thor gritó. Sentía como si tres cuchillos le cortaran la carne, y la sangre caliente salió a borbotones de inmediato.
La bestia lo inmovilizó en el suelo, sobre las cuatro patas. El peso era inmenso, como el de un elefante parado sobre su pecho. Thor sintió que aplastaba su caja torácica.
La bestia echó su cabeza hacia atrás, abrió bien sus fauces, revelando sus colmillos y empezó a bajarlos hacia la garganta de Thor.
Al hacerlo, Thor subió la mano y agarró su cuello; era como agarrar músculo sólido. Thor apenas podía aguantar. Sus brazos empezaron a temblar, mientras los colmillos bajaban cada vez más. Sintió su aliento caliente en su rostro, sintió que la saliva goteaba sobre su cuello. Un estruendo provenía de la profundidad del pecho del animal, sintiendo un escozor en los oídos de Thor. Sabía que iba a morir.
Thor cerró sus ojos.
Por favor, Dios. Dame la fuerza. Permíteme luchar contra esta criatura. Por favor. Te lo suplico. Haré lo que me pidas. Tendré contigo una gran deuda.
Y entonces algo ocurrió. Thor sintió un tremendo calor en su cuerpo, recorriendo sus venas, como un campo de energía que corría a través de él. Abrió los ojos y cuando empujó de nuevo el cuello de la bestia, sorprendentemente, fue capaz de igualar su fuerza y mantenerlo a raya.
Thor continuó empujando hasta que hizo retroceder a la bestia. Su fuerza creció y sintió un cañón de energía—un instante después, la bestia salió volando hacia atrás. Thor lo aventó unos tres metros de distancia. Aterrizó sobre su espalda.
Thor se sentó, sin entender lo que había ocurrido.
La bestia volvió a levantarse. Después, lleno de rabia, volvió al ataque—pero esta vez Thor se sentía diferente. La energía fluía a través de él; se sentía más poderoso que nunca.
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