Название: La Senda De Los Héroes
Автор: Морган Райс
Издательство: Lukeman Literary Management Ltd
Жанр: Героическая фантастика
Серия: El Anillo del Hechicero
isbn: 9781632910455
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Thor, cabizbajo, observaba cómo empezaba a entrar en acción el carruaje, tan pronto como habían llegado, se marcharon.
Lo último que vio Thor fue a sus hermanos, sentados en la parte trasera del carruaje, mirándolo, desaprobando, burlándose. Se los estaban llevando delante de sus ojos, lejos de ahí, hacia una vida mejor.
Por dentro, Thor tenía ganas de morir.
A medida que el entusiasmo que había alrededor de él se desvaneció, los aldeanos volvieron a sus hogares.
“¿Te das cuenta de lo estúpido que fuiste, muchacho tonto?”, dijo el padre de Thor, sujetando sus hombros. “¿Te das cuenta de que pudiste haber arruinado las posibilidades de tus hermanos?”.
Thor apartó las manos de su padre bruscamente, y su padre dio la vuelta y le abofeteó la cara.
Thor sintió la punzada y miró a su padre. Una parte de él, por primera vez, quería regresar el golpe a su padre. Pero se contuvo.
“Ve por mis ovejas y tráelas de regreso. ¡Ahora! Y cuando regreses, no esperes que te dé de comer. No cenarás esta noche, y piensa en lo que hiciste”.
“¡Tal vez nunca regrese!”, gritó Thor, mientras se volvía y salía corriendo, lejos de su casa, hacia las colinas.
“¡Thor!”, gritó su padre. Algunos de los aldeanos que permanecían en el camino, se detuvieron y observaron.
Thor empezó a trotar, después a correr, queriendo alejarse lo más rápido posible de ese lugar. Casi no se dio cuenta de que estaba llorando, que las lágrimas inundaban su cara, como si todos los sueños que había tenido en su vida hubieran sido aplastados.
CAPÍTULO DOS
Thor vagó durante horas en las colinas, en plena ebullición (echando humo), hasta que finalmente eligió una colina y se sentó, con los brazos cruzados sobre sus piernas, y miró al horizonte. Observó cómo desaparecían los carruajes, vio la nube de polvo que permaneció durante horas después.
No habría más visitas. Ahora estaba destinado a permanecer ahí, en esa aldea durante años, esperando otra oportunidad—si es que alguna vez regresaban. Si su padre lo permitía alguna vez. Ahora solo quedaban él y su padre, solos en la casa, y su padre seguramente dejaría ir toda su ira sobre él. Seguiría siendo el lacayo de su padre, pasarían los años, y terminaría igual que él, arraigado ahí, viviendo una vida empequeñecida, doméstica—mientras que sus hermanos ganaban gloria y renombre. Sus venas ardían con la indignación de todo eso. Esta no era la vida que quería vivir. Él lo sabía.
Thor se quemó los sesos buscando algo que pudiera hacer, alguna manera de cambiar las cosas. Pero no había nada. Esas eran las cartas que la vida había barajado para él.
Después de haber estado sentado durante horas, se levantó desanimado y comenzó recorriendo su camino de regreso a las colinas conocidas, más y más alto. Inevitablemente, se desvió de nuevo hacia el rebaño, a la alta loma. Mientras subía, el primer sol cayó en el cielo y el segundo llegó a su apogeo, tomando un tinte verdoso. Thor tomó tiempo deambulando, quitó el cabestrillo de su cintura mecánicamente; su empuñadura de cuero muy gastada por los años de uso. Metió la mano en el saco atado a la cadera y acarició su colección de piedras, cada una más suave que la siguiente, seleccionadas de los arroyos más selectos. A veces le disparaba a las aves; otras veces a los roedores. Era una costumbre que había tenido durante años. Al principio, fallaba en todo; después, una vez, le pegó a un objetivo en movimiento. Desde entonces, su tino era acertado. Ahora, lanzar piedras se había convertido en parte de él —y le ayudaba a liberar parte de su rabia. Sus hermanos podrían ser capaces de blandir una espada en un leño—pero nunca podrían golpear a un ave volando, con una piedra.
Thor colocó sin pensar, una piedra en la honda, la echó hacia atrás y la lanzó con todas sus fuerzas, fingiendo que la aventaba hacia su padre. Golpeó una rama en un árbol lejano, tirándola. Una vez que había descubierto que en realidad podía matar animales en movimiento, que había dejado de apuntarles por miedo hacia su propio poder y no queriendo hacer daño a nada; ahora su objetivo eran las ramas. A menos, por supuesto, que un zorro persiguiera a su rebaño. Con el tiempo, ellos habían aprendido a mantenerse alejados, y las ovejas de Thor, como resultado, fueron las que estuvieron más a salvo en el pueblo.
Thor pensó en sus hermanos, en qué lugar estarían en estos momentos, y se puso frenético. Después de un día de viaje, llegarían a la Corte del Rey. Podía imaginarlo. Podía verlos llegar con fanfarrias, la gente vestida con sus mejores galas, saludándolos. Los guerreros los saludarían. Los miembros de los Plateados. Serían recibidos y llevados a un lugar para vivir en las barracas de la Legión, un lugar dónde entrenarse en los campos del rey, usando las mejores armas. Cada uno sería nombrado escudero de un caballero famoso. Un día se convertirían en caballeros, tendrían su propio caballo, su propio escudo de armas y tendrían su propio escudero. Participarían en todos los festivales y cenarían en la mesa del rey. Era una vida de ensueño. Y se le había resbalado de las manos.
Thor se sentía físicamente enfermo, y trató de borrar todo de su mente. Pero no pudo. Había algo en él, en lo más profundo, que le gritaba. Le decía que no se rindiera, que tenía un mejor destino que éste. Ignoraba qué era, pero sabía que ese no era el lugar adecuado. Él se sentía diferente. Incluso especial. Que nadie lo entendía, y que todos lo subestimaban.
Thor llegó a la loma más alta y vio a su rebaño. Estaban bien entrenadas, y seguían reunidas, royendo con gusto toda la hierba que encontraban. Las contó, buscó las marcas rojas que les había puesto en la espalda. Se quedó inmóvil cuando terminó. Faltaba una oveja.
Contó de nuevo, y otra vez. No podía creerlo: faltaba una.
Thor nunca había perdido una oveja y su padre no se lo perdonaría. Peor aún, odiaba la idea de que una de sus ovejas se pudiera haber perdido, estar sola, vulnerable, en el páramo. Odiaba ver cómo cualquier inocente sufría.
Thor se apresuró hasta la cima de la loma y escudriñó el horizonte hasta que la vio, a lo lejos, a varios cerros de distancia: la oveja solitaria, con la marca roja en la parte posterior. Era la rebelde de la manada. Se sintió descorazonado al darse cuenta de que la oveja no solo había huido, sino que había elegido, de todos los lugares, ir hacia el oeste, a Darkwood.
Thor tragó saliva. Darkwood estaba prohibido—no solo para las ovejas, sino para todos los humanos. Estaba más allá del límite de la aldea, y desde que empezó a caminar, Thor sabía que no debía aventurarse ahí. Nunca lo había hecho. Ir ahí, según la leyenda, era una muerte segura, sus bosques estaban sin marcar y llenos de animales feroces.
Thor levantó la vista al cielo oscuro, debatiendo. No podría dejar que su oveja se fuera. Pensó que si se daba prisa, podría recuperarla a tiempo.
Después de una última mirada, volteó y corrió velozmente, en dirección oeste, hacia Darkwood, juntándose gruesas nubes arriba. Tuvo una sensación de desazón, pero sus piernas parecían moverse por sí mismas. Sentía que no había vuelta atrás, aunque quisiera.
Era como correr hacia una pesadilla.
Thor bajó corriendo la serie de colinas, sin pausar, hacia el grueso follaje de Darkwood. Los senderos terminaban donde comenzaba el bosque, y él corrió hacia el territorio СКАЧАТЬ