La Senda De Los Héroes . Морган Райс
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Читать онлайн книгу La Senda De Los Héroes - Морган Райс страница 17

СКАЧАТЬ Thor se aceleró al verlo: un general.

      “No fui invitado, señor”, dijo Thor. “Eso es verdad. Pero ha sido el sueño de mi vida estar aquí.  Lo único que quiero es una oportunidad para mostrar lo que puedo hacer.  Soy tan bueno como cualquiera de esos reclutas. Sólo deme una oportunidad de demostrarlo.  Por favor.  Unirme a la Legión es todo lo que siempre he soñado”.

      “Este campo de batalla no es para soñadores, muchacho”, fue su respuesta áspera. “Es para los combatientes.  No hay excepciones a nuestras reglas: los reclutas se seleccionan”.

      El general asintió con la cabeza, y el guardia del rey se acercó a Thor, con los grilletes.

      Pero de repente el caballero, miembro de la familia real, se adelantó y extendió la palma de la mano, bloqueando al guardia.

      “Tal vez, en ocasiones, se puede hacer una excepción”, dijo él.

      El guardia lo miró consternado, con ganas de hablar, pero tuvo que morderse la lengua, en deferencia a un miembro de la familia real.

      “Admiro tu espíritu, muchacho”, continuó diciendo el caballero. “Antes de que te echemos, me gustaría ver lo que puedes hacer”.

      “Pero Kendrick, tenemos nuestras reglas…”, dijo el general, claramente disgustado.

      “La familia real hace las reglas”, respondió Kendrick con severidad, “y la Legión responde a la familia real”.

      “Respondemos a su padre, el rey—no a usted”, respondió el general, igualmente desafiante.

      Hubo un enfrentamiento, el aire estaba lleno de tensión.  Thor no podía creer lo que había ocasionado.

      “Conozco a mi padre y sé lo que él querría.  Querría dar una oportunidad a este muchacho.  Y eso es lo que haremos”.

      El general, tras varios minutos de tensión, finalmente se hizo a un lado.

      Kendrick se volvió hacia Thor, y sus ojos miraron fijamente a sus ojos marrones e intensos, con la cara de príncipe, pero también de un guerrero.

      “Te daré una oportunidad”, dijo él a Thor. “A ver si puedes atinar a esa marca”.

      Hizo un gesto a una pila de heno al otro lado del campo, con una pequeña mancha roja en el centro.  Varias lanzas fueron alojadas en el heno, pero ninguna dentro de la red.

      “Si puedes hacer lo que ninguno de esos muchachos pudo hacer—si puedes atinar a esa marca desde aquí—entonces puedes unirte a nosotros”.

      El caballero se hizo a un lado y Thor podía sentir los ojos fijos en él.

      Vio un estante de arpones y los examinó con cuidado. Eran de la mejor calidad que jamás había visto, hechos de madera maciza de roble, envueltos en el más fino cuero. Su corazón latía con fuerza, mientras daba un paso hacia adelante, limpiándose la sangre de la nariz con el dorso de su mano, sintiéndose más nervioso que nunca en su vida. Claramente, le estaba dando una tarea casi imposible.  Pero tenía que intentarlo.

      Thor se acercó y tomó una lanza, ni muy larga ni muy corta.  La sopesó en la mano—era pesada, valiosa.  No como las que usaba en casa.  Pero también se sentía bien.  Él sintió que tal vez, solo tal vez, podría atinar a la marca. Después de todo, lanzar un arpón era la mejor habilidad que tenía, así como lanzar piedras, y tras muchos días de recorrer el páramo, le había dado muchos objetivos.  Él siempre había sido capaz de dar en el blanco, aunque sus hermanos no pudieran.

      Thor cerró sus ojos y respiró profundamente.  Si fallaba, los guardias se abalanzarían sobre él y lo arrastrarían a prisión—y su oportunidad de unirse a la Legión se arruinaría para siempre.  Este momento era lo que él siempre había soñado.

      Le pidió a Dios con todas sus fuerzas.

      Sin dudarlo, Thor abrió sus ojos, dio dos pasos hacia adelante, estiró la mano hacia atrás y lanzó el arpón.

      Contuvo el aliento mientras veía como navegaba.

      Por favor, Dios. Por favor.

      La lanza atravesó el espeso silencio y Thor pudo sentir cientos de miradas en él.

      Luego, después de una eternidad, llegó el sonido, el sonido innegable de la punta de lanza perforando el heno. Thor no tenía que mirar.  Sabía, simplemente sabía, que era un tiro perfecto.  La forma en que el arpón se sintió cuando salió de su mano, el ángulo de la muñeca, le dijo que daría en el blanco.

      Thor se atrevió a mirar—y vio, con gran alivio, que él tenía razón.  El arpón había hallado su lugar en el centro de la marca roja—era el único arpón que había ahí. Él había hecho lo que los otros reclutas no habían podido hacer.

      Un silencio asombroso lo envolvía, mientras sentía que los otros reclutas—y caballeros—quedaban boquiabiertos.

      Finalmente, Kendrick avanzó y dio una fuerte palmada a Thor en la espalda, con el sonido de la satisfacción.  Él sonrió ampliamente.

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