Una Carga De Valor . Морган Райс
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Читать онлайн книгу Una Carga De Valor - Морган Райс страница 6

СКАЧАТЬ style="font-size:15px;">      Erec lo sintió también. Todos los músculos de su cuerpo le dolían, de la batalla con los hombres del Lord y con los monstruos. Había sido uno de los días más duros de batalla que podía recordar, y el Duque había perdido a demasiados hombres. Mientras Erec reflexionaba, se dio cuenta de que si no hubiera sido por Alistair, él y Brandt y los demás estarían muertos ahora.

      Erec estaba abrumado de gratitud hacia ella – y aún más, con un amor renovado. Él también estaba intrigado por ella, más de lo que había estado en su vida. Siempre había percibido que ella era especial, que incluso era poderosa. Pero los acontecimientos de este día, se lo habían demostrado. Tenía un ardiente deseo de saber más acerca de quién era, sobre el secreto de su linaje. Pero él había jurado no entrometerme – y siempre cumplía su palabra.

      Erec no podía esperar a que terminara esta reunión para que él pudiera verla otra vez.

      Los caballeros del Duque habían estado sentados allí durante horas, recuperándose, tratando de averiguar qué había pasado, discutiendo acerca de qué hacer a continuación. El Escudo estaba desactivado, y Erec todavía estaba tratando de ver las consecuencias. Significaba que Savaria ahora estaba propensa a un ataque; peor aún, los mensajeros habían llegado con las noticias de la invasión de Andrónico, de lo que había sucedido en la Corte del Rey, en Silesia. Erec se sintió descorazonado. Su corazón le pedía estar con sus hermanos de Los Plateados, defender las ciudades. Pero allí estaba, en Savaria, donde el destino lo había puesto. También lo necesitaban aquí: la ciudad del Duque y la gente era, después de todo, una parte estratégica del Imperio MacGil, y también tenían que defenderla.

      Pero con los nuevos y numerosos informes acerca de las inundaciones de batallones de Andrónico enviados a Savaria, Erec sabía que su ejército de un millón de hombres, pronto se extendería a todos los rincones del Anillo. Cuando terminara, Andrónico no dejaría nada. Erec había escuchado las historias de conquistas de Andrónico toda su vida, y él sabía que era un hombre cruel sin igual. Por la simple ley de los números, los pocos cientos de hombres del Duque serían incapaces de enfrentarlos. Savaria era una ciudad condenada.

      "Digo que nos rindamos", dijo el asesor del Duque, un viejo guerrero curtido, que estaba sentado en una larga y rectangular mesa de madera, perdido en un jarra de cerveza, golpeando su guantelete metálico en la madera. Todos los otros soldados se calmaron y lo miraron.

      "¿Qué otra opción tenemos?", agregó él. "Somos unos pocos cientos en contra de un millón de ellos".

      "Tal vez podamos defendernos, por lo menos conservar la ciudad", dijo otro soldado.

      "¿Pero por cuánto tiempo?" preguntó otro.

      "El suficiente para que MacGil envíe refuerzos, si podemos aguantar el tiempo suficiente".

      "MacGil está muerto", respondió otro guerrero. "Nadie vendrá a ayudarnos".

      "Pero su hija vive", respondió otro. "Así como sus hombres. ¡No nos abandonarían aquí!".

      "¡Apenas puedan defenderse!", protestó otro.

      Los hombres estallaron en agitados murmullos, todos discutiendo entre ellos, hablando unos con otros, dando vueltas y vueltas en círculos.

      Erec estaba allí sentado, viendo todo, y sintiéndose vacío. Había llegado un mensajero hacía varias horas y había entregado la terrible noticia de la invasión de Andrónico – y también, para Erec, aún peores noticias, acababan de decirle que MacGil había sido asesinado. Erec había estado tan lejos de la Corte del Rey durante tanto tiempo, que era la primera vez que había recibido las noticias – y cuando eso ocurrió, sintió como si una daga hubiera sido sumida en su corazón. Había amado a MacGil como padre, y la pérdida le hizo sentir más vacío que nunca.

      La habitación estaba en silencio mientras el Duque aclaraba su garganta y todas las miradas se volvieron hacia él.

      "No podemos defender nuestra ciudad contra un ataque", dijo el Duque, lentamente. "Con nuestras habilidades y la fuerza de estos muros, podemos atacar contra un ejército hasta cinco veces más grande que el nuestro – incluso un ejército diez veces mayor que el nuestro. Y tenemos suficientes provisiones para retener un asedio durante semanas. Contra cualquier ejército normal, ganaríamos".

      Él suspiró.

      "Pero el Imperio no cuenta con un ejército normal", añadió. "No podemos defendernos contra un millón de hombres. Sería inútil".

      Hizo una pausa.

      "Pero así nos rendiríamos. Todos sabemos lo que Andrónico hace a sus captores. A mí me parece que todos moriríamos de una u otra forma. La pregunta es si moriremos de pie o moriremos de espaldas. ¡Yo digo que muramos de pie!”.

      La sala estalló en una ovación de aprobación. Erec no podía estar más de acuerdo.

      "Entonces no nos queda otro curso de acción", continuó diciendo el Duque. "Defenderemos a Savaria. Nunca nos rendiremos. Podríamos morir, pero todos moriremos juntos".

      La habitación quedó en un pesado silencio mientras los demás asintieron con la cabeza. Parecía como si todos estuvieran buscando otra respuesta.

      "Hay otro camino", dijo Erec finalmente, hablando en voz alta.

      Podía sentir que todos lo miraban.

      El Duque asintió con la cabeza, para que pudiera hablar.

      "Podemos atacar", dijo Erec.

      "¿Atacar?", dijeron los soldados, sorprendidos. "¿Los pocos cientos que somos nosotros, atacando a un millón de hombres? Erec, sé que eres valiente. Pero, ¿estás loco?"

      Erec meneó la cabeza, muy en serio.

      "Lo que no están tomando en cuenta es que los hombres de Andrónico nunca se esperarían un ataque. Tendríamos el elemento sorpresa. Como ustedes dicen, estando aquí sentados, defendiendo, moriremos. Si atacamos, podemos matar a mucho más de ellos; y lo más importante aún, es que si atacamos en la forma correcta, y en el lugar correcto, podríamos hacer más que retenerlos – podríamos ganar".

      "¿Ganar?", gritaron todos, mirando a Erec, totalmente desconcertados.

      "¿Qué quieres decir?", preguntó el Duque.

      "Andrónico esperará que estemos aquí, sentados y defendamos nuestra ciudad", explicó Erec. "Sus hombres nunca esperarán que tengamos un punto de paso forzoso, fuera de las puertas de nuestra ciudad. Aquí en la ciudad, tenemos la ventaja de los muros fuertes – pero allá afuera, en el campo, tenemos la ventaja de la sorpresa. Y la sorpresa siempre es mejor que la fuerza. Si podemos mantener un punto de paso forzoso natural, podemos canalizarlos a todos a un mismo lugar, y desde allí podemos atacar. Hablo del Barranco Oriental".

      "¿El Barranco Oriental?", preguntó un soldado.

      Erec asintió con la cabeza.

      "Es una grieta escarpada entre dos acantilados, el único paso en las Montañas de Kavonia, que está a un día de viaje de aquí. Si los hombres de Andrónico vienen hacia nosotros, la manera más directa será a través del barranco. De lo contrario, tendrán que escalar las montañas. El camino del norte es demasiado estrecho y demasiado fangoso en esta época del año – él perdería semanas. Y desde el sur, tendría que cruzar el Río Fiordo”.

      El Duque vio a Erec con admiración, frotando su barba, pensando.

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