Название: Comprometida
Автор: Морган Райс
Издательство: Lukeman Literary Management Ltd
Жанр: Героическая фантастика
Серия: Diario de un Vampiro
isbn: 9781632911452
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Caitlin se preguntó cuántos vampiros vivirían allí y si pertenecían a la cofradía de su padre. No sabía que la Abadía de Westminster, además de una iglesia, era un claustro. O que era un lugar de descanso para su especie.
Finalmente, entraron a otra habitación, era más pequeña que las demás pero tenía techos altos y abovedados y la luz natural entraba en ella. Esa habitación tenía pisos de piedra austeros y en su centro se asentaba una notable pieza de mobiliario: un trono. Montado en lo alto de un pedestal, al menos a cinco metros de altura, estaba el trono de madera, una silla extremadamente ancha, con posabrazos que se inclinaban hacia arriba, y un respaldo con un ángulo en triángulo, que se juntaba en un punto en el medio. Debajo, en sus esquinas, había dos leones de oro sentados, diseñados para que se vieran como si estuvieran sosteniendo la silla.
Caitlin la observó con respeto.
"Es la silla del rey Eduardo," dijo la vampiro. “Ha sido el trono para la coronación de los reyes y reinas desde hace miles de años. Es una pieza de mobiliario muy especial -no sólo por su importancia en la historia, sino porque tiene una de las llaves para nuestra especie."
Ella se volvió y miró a Caitlin. "Hemos estado custodiando este trono desde hace miles de años. Ahora que ya estás aquí, y que has desbloqueado el cetro, es el momento para que tomes el lugar que te corresponde."
Ella hizo un gesto a Caitlin para que ascendiera al trono.
Caitlin la miró con sorpresa. ¿Qué derecho tenía ella, una chica sencilla, para subir a un trono real -el trono donde se habían sentado los reyes y reinas por miles de años? Sentía que no era correcto acercarse y mucho menos ascender por su enorme pedestal y sentarse en el trono.
"Por favor," insistió la vampiro. "Tienes todo el derecho. Tú eres La Elegida."
Caleb asintió y lentamente, a regañadientes, Caitlin subió al enorme pedestal llevando el cetro. Cuando llegó a la cima, se dio vuelta y delicadamente se sentó en el trono.
Estaba hecho de madera dura, y no cedió. Ella se recostó y apoyó las manos sobre los posabrazos, logró sentir su poder. Sintió los miles de años en los que los reyes habían sido coronados allí. Lo sentía cargado eléctricamente.
Cuando miró la habitación desde quince pies más arriba que los demás, sintió como si se hubiera alzado sobre todos, sobre el mundo. Era una sensación impresionante.
"El cetro", dijo la vampiro.
Con desconcierto, Caitlin miró sin saber lo que quería que hiciera con el cetro.
"En el posabrazo del trono, hay un pequeño agujero. Está diseñado para sostenerlo."
Caitlin miró de cerca hacia abajo, y esta vez vio un pequeño agujero lo suficientemente amplio como para que cupiera el diámetro exacto del cetro. Lentamente, Caitlin insertó el cetro que se hundió hasta que sólo su cabeza sobresalía del posabrazo.
De repente, se escuchó un suave clic.
Caitlin miró hacia abajo y se sorprendió al ver un pequeño compartimiento abierto en la base de una de las cabezas de los leones. En el interior, había un pequeño anillo de oro. Se agachó y lo sacó.
Lo sostuvo en lo alto, mirándolo.
"El anillo del destino", dijo la vampiro. "Está destinado sólo para ti. Es un regalo de tu padre."
Con profunda admiración, Caitlin lo contempló en la luz, viendo como brillaba la joya, mientras lo movía.
"Colócatelo en el dedo anular de tu mano derecha."
Caitlin se lo deslizó y, cuando sintió el metal frío, una vibración corrió a través de ella. Pudo sentir el poder emerger de él.
"Él te conducirá."
Caitlin lo examinó. "Pero, ¿cómo?", preguntó.
"Sólo necesitas inspeccionarlo," dijo la vampiro.
En un principio Caitlin estaba desconcertada, pero luego examinó el anillo más de cerca. Se dio cuenta que tenía un delicado grabado alrededor de la banda. El corazón le latió más rápidamente cuando comenzó a leerlo. Inmediatamente sintió que era un mensaje de su padre.
Al otro lado del puente, Más allá del oso,
Con los vientos o el sol, cruzamos Londres.
Caitlin leyó el acertijo de nuevo, y luego en voz alta para que Caleb pudiera oírlo.
"¿Qué significa?", preguntó.
Su guía sólo le devolvió la sonrisa.
"Estoy autorizado a conducirte hasta aquí. El resto del viaje lo tienes que descubrir tú." Entonces ella se acercó más. “Contamos contigo. Hagas lo que hagas, no nos vayas a fallar.”
CAPÍTULO CINCO
Bajo la luz de la mañana, Caitlin y Caleb salieron por las enormes puertas de arco de la abadía de Westminster, Ruth iba pisándoles los talones. Instintivamente, ambos entrecerraron los ojos y levantaron la mano a la luz, Caitlin agradecía de que Caleb le hubiera dado las gotas para los ojos antes de salir. Le tomó unos momentos para que sus ojos se adaptaran. Poco a poco, el mundo de 1599 de Londres entró en foco.
Caitlin estaba asombrada. París en 1789 no había sido muy diferente a la Venecia de 1791, pero Londres en 1599 era un mundo aparte. Le sorprendió la diferencia que hacían 190 años.
Ante ella se extendía Londres. Pero no era una bulliciosa ciudad metropolitana. Más bien se sentía aún en desarrollo como una gran ciudad, rural, con lotes grandes y vacíos. No había caminos pavimentados, en todas partes había suciedad y, aunque había muchos edificios, se veían más árboles. En medio de los árboles, había cuadras e hileras de casas, muchas de ellas desiguales y toscamente trazadas. Las casas estaban construidas de madera y estaban cubiertas con enormes techos de paja. Era evidente que la ciudad podía incendiarse porque casi todo estaba construido con madera y era fácil que la paja cubría las casas se prendiera fuego.
Los caminos de tierra dificultaban el tránsito. El caballo parecía ser la forma preferible de transporte y de vez en cuando pasaba un caballo o un carruaje. Pero esa era la excepción. La mayoría de la gente caminaba -o más bien, tropezaba. La gente parecía luchar para mantener el equilibrio y no caerse en las calles llenas de lodo.
Divisó excremento a lo largo de las calles, aun estando lejos le llegaba el hedor. El ganado que caminaba aquí y allá lo empeoraba. Si alguna vez había pensado en regresar en el tiempo para ser romántica, esta vista no era la mejor.
Y aun más, en esta ciudad no veía a la gente pasear con sus mejores galas, portando sombrillas, mostrando lo último de la moda, como lo había visto en París y Venecia. En cambio, estaban vestidos más simplemente, con ropa mucho más anticuada; los hombres vestían ropa rural, ya sea simple, como harapos, y sólo unos pocos llevaban pantalones blancos hasta los muslos con túnicas cortas que parecían faldas. Las mujeres, por su parte, estaban todavía cubiertas de tanto material que luchaban para transitar por las calles mientras agarraban los bordes de las faldas y los sostenían tan alto como podían, no sólo para mantenerlos lejos del barro y los excrementos sino también de las ratas, que sorprendieron СКАЧАТЬ