Comprometida . Морган Райс
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СКАЧАТЬ style="font-size:15px;">      Caleb se arrodilló y trató de empujar su tapa de piedra. Pero era mucho más pesada que los otras y apenas se movió.

      Se arrodilló y empujó con más fuerza, con todas sus fuerzas hasta que comenzó a ceder. Siguió empujando y, en unos momentos, la tapa se desprendió por completo.

      Caleb se sintió aliviado al encontrar a Caitlin acostada allí, inmóvil, con las manos cuidadosamente dobladas  sobre el pecho. Pero su alivio se convirtió en preocupación cuando la examinó y vio que estaba más pálida de lo que jamás la había visto en su vida. Sus mejillas no tenían color y sus ojos ni siquiera reaccionaban a la luz de las antorchas. La miró más de cerca y se dio cuenta de que parecía no estar respirando.

      Se echó hacia atrás con horror. Caitlin parecía estar muerta.

      Ruth gimió más fuerte: ahora él entendía.

      Caleb se inclinó y colocó firmemente ambas manos sobre sus hombros. La sacudió suavemente.

      "¿Caitlin?", dijo con preocupación en su voz. "¿¡CAITLIN !?" llamó más fuerte, mientras la sacudía con más fuerza.

      Pero ella no respondía, se le congeló todo su cuerpo al imaginar lo que su vida sería sin ella. Sabía que era peligroso viajar en el tiempo y que no todos los vampiros sobrevivían a los viajes. Pero él nunca había contemplado la posibilidad de morir en el viaje de regreso. ¿Había cometido un error al alentarla a continuar la búsqueda y cumplir con su misión? ¿Debería haber renunciado y haberse establecido con ella en el último lugar?

      ¿Y si lo había perdido todo?

      Ruth saltó sobre el sarcófago, puso sus cuatro patas sobre el pecho de Caitlin, y comenzó a lamer toda su cara. Pasaron varios minutos y Ruth no dejaba de lamerla, gimiendo.

      Cuando Caleb se inclinó para sacar a Ruth, se detuvo. Le sorprendió ver a Caitlin abrir un ojo.

      Ruth aulló, feliz, mientras saltaba del pecho de Caitlin y corría en círculos. Caleb se inclinó, igualmente feliz, mientras Caitlin abría los dos ojos y empezaba a mirar a su alrededor.

      Se apresuró y cogió una de sus manos heladas, calentándola entre las suyas.

      "¿Caitlin? ¿Puedes oírme? Soy yo, Caleb."

      Poco a poco, ella empezó a incorporarse y él la ayudó, colocando suavemente una mano detrás de su cuello. Estaba tan feliz de verla parpadear, entrecerrando los ojos. Podía ver lo desorientada que estaba, como si hubiera despertado de un sueño profundo, muy profundo.

      "¿Caitlin?", preguntó de nuevo, en voz baja.

      Ella lo miró fijamente, con sus ojos marrones tan hermosos como él los recordaba. Pero algo, se dio cuenta, estaba mal. Ella no sonreía y, cuando parpadeó, sus ojos tenían la mirada propia de un extraño.

      "¿Caitlin?", preguntó de nuevo, esta vez estaba preocupado.

      Ella lo miró directamente con los ojos bien abiertos y con sorpresa, se dio cuenta que ella no lo reconocía.

      "¿Quién eres tú?", ella preguntó.

      A Caleb se le cayó el corazón al piso. ¿Era posible? ¿El viaje había borrado memoria? ¿De verdad lo había olvidado?

      "Caitlin", le preguntó otra vez, "soy yo. Caleb."

      Él sonrió, esperando tal vez que eso la ayudaría a recordar.

      Pero ella no le devolvió la sonrisa. Se limitó a mirarlo con una mirada vacía, parpadeando varias veces.

      "Lo siento," dijo finalmente. "Pero no tengo idea quién eres."

      CAPÍTULO DOS

      Sam se despertó con el chillido de los pájaros. Abrió los ojos y vio en lo alto varios buitres dando enormes vueltas. Debía haber una docena de ellos y volaban en círculo cada vez más bajo, justo sobre él como si lo estuvieran observando. Como si estuvieran esperando.

      De repente, se dio cuenta de que los buitres suponían que él estaba muerto y estaban esperando su oportunidad para lanzarse en picada y comérselo.

      Cuando Sam se puso de pie, las aves, de repente, salieron volando, como si les hubiera sorprendido que los muertos podían resucitar.

      Miró a su alrededor tratando de orientarse. Estaba en un campo en medio de colinas. Por lo que alcanzaba a ver, había muchas colinas cubiertas de hierba y arbustos raros. La temperatura era perfecta, y no había ninguna una nube en el cielo. Todo se veía muy pintoresco y no había un solo edificio a la vista. Parecía que estaba en medio de la nada.

      Sam trató de averiguar dónde estaba, en qué época, y cómo había llegado hasta allí. Trató desesperadamente de recordar. ¿Qué había ocurrido antes de regresar en el tiempo?

      Poco a poco, fue recordando. Había estado en la catedral de Notre Dame, en París, en 1789, había estado luchando contra Kyle, Kendra, Sergei y su gente, manteniéndolos a raya para que Caitlin y Caleb pudieran escapar. Había sido lo menos que podía hacer, él le debía a Caitlin más que eso, sobre todo después de haberla puesto en peligro con su imprudente romance con Kendra.

      Enormemente superados en número, había usado su poder de cambiar de forma y había logrado confundirlos lo suficiente como para causar daños considerables, aniquilando a muchos de los hombres de Kyle, incapacitando a los otros, y logrando escapar con Polly.

      Polly.

      Ella había estado todo el tiempo a su lado, había luchado valientemente y los dos, recordó, habían sido una fuerza a respetar. Habían escapado por el techo de la catedral de Notre Dame y en medio de la noche habían ido en busca de Caitlin y Caleb. Sí. Todo estaba empezando a hacerse claro ....

      Sam se había enterado de que su hermana había regresado en el tiempo y, lo supo en el acto, él también tenía que regresar en el tiempo para corregir los agravios, encontrar Caitlin otra vez, pedirle  disculpas y protegerla. Sabía que ella no lo necesitaba: ahora ella era un guerrero mejor que él, y tenía a Caleb. Pero, después de todo, era su hermana y no podía detener su impulso de protegerla.

      Polly había insistido en regresar con él. Ella también tenía el propósito de ver a Caitlin de nuevo y darle explicaciones de lo que sucedió. Sam no se había opuesto y habían  regresado juntos.

      De nuevo, Sam miró a su alrededor con la mirada fija en los campos, preguntándose dónde estaba ella.

      "¿Polly?", gritó una primera vez.

      No escuchó ninguna respuesta.

      Caminó hacia el borde de una colina para tener una vista más amplia del paisaje.

      "¿¡Polly !?", gritó de nuevo, esta vez más fuerte.

      "¡Por fin!" dijo una voz.

      Cuando Sam miró a lo lejos, vio a Polly caminando en el horizonte, dando vuelta en  una colina. Cargaba una brazada de fresas y estaba comiendo mientras hablaba con la boca llena. "¡He estado esperando toda la mañana! ¡Dios! ¡Realmente te gusta dormir, ¿¡no!?"

      Sam estaba encantado de verla. Se dio cuenta de lo solo que se había sentido al volver, y lo feliz que estaba de tener algo de compañía. También se dio cuenta, a pesar СКАЧАТЬ