Название: Antes De Que Cace
Автор: Блейк Пирс
Издательство: Lukeman Literary Management Ltd
Жанр: Современные детективы
Серия: Un Misterio con Mackenzie White
isbn: 9781094303338
isbn:
Dicho eso, salió de la sala de conferencias. Le costó Dios y ayuda no darse la vuelta y explicarle que no tenía ni idea de por qué le molestaba tanto su sugerencia de trabajar por separado. En vez de ello, continuó hacia delante. Mantuvo la vista en el suelo, sin desear hablar con nadie, mientras se dirigía hasta el mostrador de AR para hacerse con un coche.
CAPÍTULO CINCO
En retrospectiva, Mackenzie acabó deseando que se hubiera quedado a pasar la noche en Omaha y que hubiera venido al condado de Morrill con la luz del nuevo día. Atravesar la pequeña localidad de Belton a las 12:05 de la medianoche le dejaba a uno sin aliento. Apenas había otro coche por la carretera y las únicas luces que se podían vislumbrar eran las farolas que había en la calle principal y unos cuantos signos de neón en los ventanales de los bares y el lugar que Mackenzie estaba buscando, el único motel del pueblo.
Belton tenía una población de algo más de dos mil habitantes. Estaba formada principalmente de granjeros y trabajadores de una fábrica textil. Los negocios familiares eran la esencia del lugar porque no había empresas más grandes que se atrevieran a probar suerte en esta parte del estado. Cuando ella era niña, un McDonald’s, un Arby’s, y un Wendy’s intentaron hacer negocio en la calle principal, pero cada uno de ellos había desaparecido en menos de tres años.
Consiguió una habitación de hotel tras recibir una mirada lujuriosa no demasiado sutil del brusco anciano que estaba empleado en la recepción. Una vez desempacó su única bolsa y cuando el día ya le había agotado, llamó a Ellington antes de apagar las luces. Como siempre atento, respondió al segundo tono. Sonaba tan cansado como se sentía.
“Por fin llegué,” dijo ella, sin molestarse en decir ni hola.
“Muy bien,” respondió Ellington. “¿Cómo te encuentras?”
“Asustadísima. Supongo que es un lugar extraño que visitar de noche.”
“¿Sigues pensando que esta fue la mejor manera de manejarlo?”
“Claro. ¿Y tú?”
“No lo sé. He tenido algo de tiempo para pensar en ello. Quizá hubiera debido ir contigo. Esto es más que un simple caso para ti. También estás intentando desprenderte de parte de tu pasado. Y si te quiero, y así es, debería estar allí en esta ocasión.”
“Pero, primeramente, se trata de un caso,” dijo ella. “Antes de nada tienes que ser un buen agente.”
“Claro, me digo eso a mí mismo una y otra vez. Suenas agotada, Mac. Duerme algo. Es decir, si todavía puedes dormir sola.”
Mackenzie sonrió. Hacía casi tres meses desde que habían empezado a compartir una cama de manera habitual. “Habla por ti,” dijo ella. “Acabo de ser avasallada por la mirada de un empleado de recepción particularmente ajado.”
“Utiliza protección,” dijo Ellington con una carcajada. “Buenas noches:”
Mackenzie colgó el teléfono y se desnudó, quedándose en ropa interior. Durmió encima de las mantas, negándose a arriesgarse a dormir entre las sábanas de un motel en Belton. Pensó que le llevaría siglos quedarse dormida, pero antes de que la soledad y el silencio del pueblo al otro lado de la ventana tuvieran suficiente tiempo para aterrarla de verdad, le sobrevino el sueño y se la llevó hasta sus profundidades.
Su alarma interna le despertó a las 5:45 pero la ignoró y volvió a cerrar los ojos. No tenía ninguna agenda que la presionara y, además de eso, no podía recordar la última vez que se había permitido quedarse remoloneando en la cama. Se la arregló para volver a quedarse dormida y cuando despertó de nuevo, eran las 7:28. Salió rodando de la cama, se duchó y se vistió. Ya estaba saliendo por la puerta para las ocho y, al instante, dedicada a la caza de un café.
Pilló una taza junto con una galleta con salchicha en un pequeño restaurante de carretera que llevaba en pie más tiempo del que podía recordar. Lo había frecuentado con sus amigos cuando iba a la escuela secundaria, sorbiendo batidos de leche hasta que cerraba el garito a las nueve todas las noches. Ahora el lugar no parecía más que un vertedero grasiento, una mancha sobre cómo ella recordaba su adolescencia.
No obstante, el café era intenso y delicioso, el tipo apropiado de combustible para empujarla por la Autopista 6 hacia una franja de tierra donde en cierto momento había residido. A medida que se aproximaba, se dio cuenta de que podía recordar con facilidad la última vez que había pasado por aquí. Había venido en compañía de Kirk Peterson, el ahora amargado investigador privado que se había tropezado con el caso de su padre cuando habían matado a Jimmy Scotts.
Por eso, cuando la casa apareció en su campo de visión al entrar al patio del garaje, no le sorprendió demasiado lo que vio. Un techo en deterioro parecía amenazar con tirar abajo toda la pared de atrás. Los hierbajos alrededor del lugar lo habían invadido todo y el porche delantero se parecía a algo que hubieran sacado de una película de miedo.
La casa de los vecinos también estaba vacía. Parecía encajar que no hubiera otra cosa a los lados de las casas más que bosque. Quizá algún día el bosque acabara por penetrar más adentro y se tragara las viejas casas abandonadas.
No me molestaría en absoluto, pensó Mackenzie.
Aparcó su coche en el fantasma de patio del garaje y se apeó del coche al aire de la mañana. Con la autopista a sus espaldas y los bosques por delante, el lugar estaba en silencio y serenidad. Podía escuchar los cánticos de los pájaros en los árboles y el tintineo del motor de su coche mientras se enfriaba. Atravesó el silencio, hasta llegar a la puerta principal. Sonrió al ver que la habían tirado de una patada. Recordaba haberlo hecho cuando vino aquí con Peterson. También podía recordar la maliciosa clase de satisfacción que había obtenido del acto.
En el interior, todo estaba igual que lo había encontrado hace poco más de un año. Sin muebles, ni pertenencias, ni gran cosa en absoluto. Grietas en las paredes, moho en la alfombra, el olor a viejo y a desidia. Aquí no había nada para ella. Nada nuevo.
Entonces ¿por qué demonios estoy aquí?
Sabía la respuesta. Sabía que era porque entendía que sería la última vez que la vería. Después de este viaje, jamás se volvería a permitir molestarse por esta maldita casa. Ni en sus recuerdos, ni en sus sueños, y sin duda alguna, tampoco en su futuro.
Caminó con lentitud por la casa, echando una ojeada a cada habitación. La sala de estar, donde su hermana, Stephanie, y ella, habían visto Los Simpsons y habían acabado prácticamente obsesionadas con los Expedientes X. La cocina, donde su madre rara vez había servido nada que valiera la pena excepto por la lasaña de la que había encontrado la receta en un paquete de pasta. Su dormitorio, donde había besado a un chico por primera vez y había dejado a otro que le desnudara por primera vez. Había cuadrados en sus paredes que estaban ligeramente descoloridos respecto al resto de la pintura; ahí era donde habían estado colgados en su día sus posters de Nine Inch Nails, Nirvana, y PJ Harvey.
El cuarto de baño, donde había llorado un poquito después de tener su primer periodo. El diminuto lavadero, donde había tratado de quitarse de la blusa el olor a cerveza derramada una noche que había vuelto muy tarde a casa cuando solo tenía quince años.
Al final del pasillo estaba el dormitorio de sus padres—un dormitorio que le había estado acechando СКАЧАТЬ