Antes De Que Cace . Блейк Пирс
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СКАЧАТЬ Quería que las autoridades llevaran la cuenta, que supieran de qué era responsable. Esto indicaba un asesino que se enorgullecía no solo de lo que estaba haciendo, sino del hecho de que estaba mareando al FBI mientras trataban de encontrarle.

      Esta frustración ocupaba la mente de Mackenzie mientras Ellington aparcaba delante de la residencia de los Scotts. Vivían en una casa de clase media alta en el tipo de vecindario donde todas las casas se habían construido para que se parecieran las unas a las otras. Los céspedes delanteros estaban perfectamente mantenidos, y hasta mientras se apeaban del coche y se dirigían a la puerta frontal de los Scotts, Mackenzie divisó a dos personas paseando a sus perros mientras repasaban el contenido de sus teléfonos al hacerlo.

      En base a los archivos del caso, Mackenzie sabía lo esencial sobre la esposa de Jimmy Scotts, Kim. Trabajaba desde casa como editora técnica para una compañía de software y sus hijos iban a la escuela cada día hasta las 3:45. Se había mudado a Lincoln un mes después de la muerte de Jimmy, declarando que todo lo que rodeaba al condado de Morrill no era más que un devastador recordatorio de la vida que en su día había vivido con su marido.

      Eran las 3:07 cuando Mackenzie llamó a la puerta. Le encantaría poder hacer lo que tenía que hacer sin tener que hacer pasar a los niños por una conversación llena de recuerdos de su padre fallecido. Según los informes, la mayor de las dos chicas, una novicia prometedora en la escuela secundaria, se había tomado especialmente mal la muerte de su padre.

      Una mujer de mediana edad sorprendentemente hermosa respondió a la puerta. Parecía confundida al principio, pero entonces, quizá después de comprobar su atuendo, pareció entender quién estaba en su puerta y por qué estaban aquí.

      Frunció ligeramente el ceño antes de preguntar: “¿Puedo ayudarles?”

      “Soy la agente White, y este es el agente Ellington, del FBI,” dijo Mackenzie. “Discúlpeme, pero esperábamos que pudiera responder a unas cuantas preguntas sobre su marido.”

      “¿En serio?” preguntó Kim Scotts. “He dejado todo eso atrás. También lo han hecho mis hijas. Lo cierto es que preferiría no volver a hablar de ese asunto si pudiera evitarlo. Así que gracias, pero no.”

      Comenzó a cerrarles la puerta en las narices, pero Mackenzie extendió el brazo, impidiendo que les cerrara la puerta, aunque sin emplear mucha fuerza.

      “Entiendo que ha estado haciendo lo posible por dejar esto atrás,” dijo. “Desgraciadamente, el asesino no lo ha hecho. Al menos ha matado ya a otras cinco personas desde que asesinara a su marido.” Casi incluye el hecho de que había muchas posibilidades de que el asesino también hubiera matado a su padre hace casi veinte años, pero decidió guardárselo para sus adentros.

      Kim Scotts volvió a abrir la puerta. No obstante, en vez de invitarles a pasar al interior, salió al porche. Mackenzie ya había visto este enfoque antes. Kim estaba eligiendo mantener toda conversación sobre su marido fallecido fuera de las cuatro paredes de su casa.

      “¿Entonces qué es lo que creen que les pueda ofrecer?” preguntó Kim. “Ya repasé esto al menos tres veces después de que muriera Jimmy. No tengo ninguna información nueva.”

      “Bueno, el bureau sí,” dijo Mackenzie. “Para empezar, después de su marido y otro hombre más, el asesino parece haber tomado un interés por los vagabundos. Ya ha matado a cuatro que nosotros sepamos. ¿Sabe si había alguna conexión que Jimmy pudiera tener con la comunidad de los sin techo?”

      La pregunta pareció dejarla perpleja. La expresión en su rostro era de confusión y disgusto. “No. Lo más cerca que ha podido estar de los sin techo fue cuando llevaba la ropa de la que se había cansado al Ejército de Salvación. Lo hacemos dos veces al año para hacer espacio en los armarios.”

      “¿Y qué hay de la gente con la que trabajaba? ¿Sabe si alguno de ellos pudiera haber tenido alguna conexión con gente sin techo o quizá solo con los más necesitados?”

      “Lo dudo. Estaba solamente él con otros dos hombres dirigiendo una pequeña compañía de marketing. No se equivoque… Jimmy siempre fue un hombre compasivo, pero él nunca—ninguno de los dos, para ser honestos, llegamos a implicarnos en servicios comunitarios.”

      Mackenzie buscó y rebuscó en pos de su siguiente pregunta, pero no le venía a la mente. Ahora ya estaba bastante segura de que Jimmy Scotts había sido un objetivo al azar. Ni razón, ni motivo, solo la mala pata de haber sido visto y aparentemente seguido por el asesino. Esto también le hizo pensar que quizá las muertes de Gabriel Hambry, Dennis Parks, y de su padre también lo fueran.

      En fin, quizá no. Hay una conexión entre mi padre y Dennis Parks. Así que, si sus muertes no fueron fortuitas, ¿por qué lo serían las demás?

      “¿Qué hay de sus hijas?” preguntó Ellington, retomando el hilo de la conversación. “¿Participan ellas en algún proyecto de compromiso con la comunidad de la escuela o algo así?

      “No,” dijo Kim. El aspecto de su cara dejaba claro que no le gustaba nada en absoluto pensar en que sus hijas pudieran estar relacionadas de ninguna manera con este asesino.

      “Ha mencionado que su marido trabajaba con unos cuantos amigos en una empresa de marketing. ¿Sabe si alguna vez tuvieron clientes que pudieran haber estado vinculados con algún tipo de compromiso con la comunidad?”

      “Eso no lo sé. De ser cierto, se hubiera tratado de un proyecto pequeño. Jimmy solo me hablaba de los grandes proyectos. Claro que, si quieren, tengo copias de todos los albaranes. No sé cómo acabaron llegando a mis manos cuando murió. Los puedo traer para que los vean si lo desean.”

      “Eso sería útil,” dijo Mackenzie.

      “Un momento, por favor,” dijo Kim. Regresó al interior de la casa, cerrando la puerta al hacerlo y sin invitarles todavía a pasar.

      “Buena idea lo de los clientes,” dijo Ellington. “¿Crees que saldrá algo de todo ello?”

      Mackenzie se encogió de hombros. “No vendrá mal.”

      “Podría requerir mucha investigación,” señaló Ellington.

      “Sin duda, pero eso nos dará algo que hacer durante ese trayecto de seis horas hasta el condado de Morrill.”

      “Genial.”

      Kim volvió a salir al porche con cinco carpetas enormes apiladas y sostenidas en su sitio con unas anillas y una goma enorme. “Sinceramente,” dijo ella, “me alegro de deshacerme de ello. Pero, si no es mucho pedir, ¿podrían decirme algo si encuentran alguna cosa? Puede que haya intentado poner esta muerte a mis espaldas, pero eso no significa que el misterio de todo este asunto no me vuelva loca a veces.”

      “Sin duda alguna,” dijo Mackenzie. “Señora Scotts, gracias por su tiempo y su cooperación.”

      Kim les lanzó un breve gesto de asentimiento y se quedó allí de pie mientras ellos descendían por los escalones y se dirigían de vuelta al coche. Mackenzie podía sentir la mirada de la viuda sobre ella, asegurándose de que no se hiciera mención de su marido muerto dentro de su casa. Kim no relajó la postura hasta que tanto Mackenzie como Ellington estuvieron dentro del coche.

      “Pobre mujer,” dijo Ellington. “¿Crees que realmente ha dejado esto atrás?”

      “Quizás. Dice que lo ha dejado atrás pero no estaba por la labor de dejarnos entrar a su casa. No quería que se mencionara su muerte allí dentro.”

      “Pero, СКАЧАТЬ