La Furia De Los Insultados. Guido Pagliarino
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Название: La Furia De Los Insultados

Автор: Guido Pagliarino

Издательство: Tektime S.r.l.s.

Жанр: Книги о войне

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isbn: 9788873049395

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СКАЧАТЬ del lunes 27 de septiembre.

      Por tanto, después de las seis de la mañana de este 27 de septiembre, los grupos de combatientes por la libertad, recogidas las armas, se dirigieron a sus objetivos. Mientras los pelotones instruidos en el Liceo Sannazaro por los agentes americanos portaban las armas estadounidenses, es decir fusiles semiautomáticos M1 Garand y ametralladoras BAR M1918 Browning, que usaban las mismas balas de calibre 7,62, granadas de mano Mk2 y lanzamisiles portátiles anticarro Bazooka M1, los otros grupos de insurgentes tenían armas capturadas a los alemanes en los encuentros de los primeros días, es decir, fusiles Mauser Kar 98 k, metralletas MP80, bombas de mano 24 y granadas Panzerwurfmine con sus respectivos lanzabombas anticarro Panzerfaust, además de navajas personales o cuchillos de las cocinas domésticas y alguna escopeta ocultada por algún cazador aficionado, después de la ocupación alemana, en un sótano o un ático.

      Sin embargo, el primer tiroteo de esa mañana no estaba previsto, sino que por el contrario empezó en el Vomero por parte de parientes de detenidos, que detuvieron un todoterreno Kübelwagen Typ 82 de la Wehrmacht, matando al comandante que lo conducía y poniendo en fuga a los demás militares. Otras acciones no organizadas se produjeron poco después por Nápoles y, aquí y allá, se agregaron espontáneamente a los grupos rebeldes parejas de carabineros de ronda y agentes de patrulla de la Seguridad Pública y la Guardia de Finanzas. Poco antes de inicio de las clases escolares, diez estudiantes desarmados de la escuela superior atacaron impulsivamente a tres alemanes que hacían la ronda en un Kübelwagen a velocidad de paseo, les obligaron a bajarse, les desarmaron y pegaron fuego al todoterreno, mientras el trío alemán se alejaba por piernas. Sin embargo, esos alemanes alertaron a todo el cuartel, por lo que llegaron dos pelotones alemanes con el apoyo de un potente blindado SdKfz 231 Schwere Panzerspähwagaen 6 rad. Los diez jóvenes se refugiaron y atrincheraron en el cercano Museo de San Martín y el blindado empezó a ametrallar los ventanales, mientras la noticia de la acción de los estudiantes y del peligro que estaban corriendo se iba extendiendo por Nápoles, de un lugar a otro.

      Entre las acciones sí planeadas por la Resistencia se produjeron sobre todo el mencionado ataque a la columna de granaderos alemanes en Via Medina y la acción de un pelotón de carabineros que, con el beneplácito del coronel al mando se dirigó, sobre un camión Lancia CM,20 al Museo de San Martín para combatir, con sus propios mosquetes 91 cortos y bombas de mano SRCM 35,21 a los alemanes que asediaban a los estudiantes rebeldes. Al lado de los militares de la Benemérita se colocaron espontáneamente algunos civiles de la zona. Esa misma mañana, siempre con órdenes anteriores de los dirigentes democráticos, un centenar de combatientes por la libertad procedió al asedio del Castillo de San Elmo, en el que, entre los alemanes atrincherados en el interior, estaba el ya agotado pelotón de granaderos que había permanecido de guardia de la armería toda la noche y que no había recibido el relevo porque, como sabemos, el pelotón fresco entrante se había enzarzado en combate en la Via Medina.

      Ante el apremio de los acontecimientos, el comandante de la plaza, coronel Scholl, activó sus potentes tanques de las clases Tiger y Panther. Sin embargo, un cierto número de ellos fueron detenidos e incendiados por revoltosos, gracias a algunos panzerfaust sustraídos al enemigo, a los bazookas americanos y a cócteles Molotov.

      Mientras continuaba el tiroteo en Via Medina, el comisionado al cargo de la comisaría, el doctor Carmelo Pelluso, alejándose de la ventana de su oficina en el primer piso desde la que había observado con cautela al pelotón alemán dedicado al combate, iba a llamar por el interfono a sus subcomisarios para dar las órdenes oportunas cuando sonó el teléfono que había sobre su mesa.

      Al otro lado de la línea estaba su superior directo, el doctor Soprano: El prefecto dijo al comisionado que se habían iniciado tiroteos en más zonas de Nápoles y le dio la noticia de que la 5ª armada y el 6º cuerpo estadounidenses, además del 10º británico, estaban atacando a los alemanes en dirección a Nápoles y Avellino y los efectivos alemanes en el campo estaban empezando a replegarse, dirigiéndose a la ciudad partenopea para consolidar sus líneas más al norte. Acabó dejando al arbitrio del comisionado decidir qué órdenes concretas impartir a sus hombres, pero con la condición de no obligarles a combatir contra los alemanes.

      El doctor Pelusso no obedeció del todo: tras despedirse del prefecto, ordenó a sus subordinados transmitir a los respectivos inferiores la sencilla invitación, no la orden, de unirse al pueblo contra los alemanes, pero añadió con decisión:

      â€”Decid a todos que yo personalmente estoy con los insurgentes. Sin embargo, si alguien, hipotéticamente, no quiere seguirme, no tendrá problemas. Pero deberá entregar su pistola y quedarse retenido en la comisaría en las celdas de custodia.

      Carmelo Pelluso no fue un antifascista desde el principio: como muchísimos otros, entre ellos el subcomisario Vittorio D’Aiazzo, portó hasta el 25 de julio el uniforme fascista, de hecho obligatorio para los funcionarios públicos. Pero ya al acabar ese mes se había unido al Partido de la Acción y no había cambiado de bandera después de la ocupación alemana y el muy reciente retorno de Mussolini al gobierno de la Italia no ocupada por los ejércitos aliados. Por el contrario, ahora colaboraba activamente con los dirigentes de los partidos antifascistas del Frente Único Revolucionario y, sobre todo, con uno de sus mayores exponentes, nada menos que su amigo personal, el accionista22 profesor Adolfo Omodeo, que el 1 de septiembre había sido nombrado por el gobierno de Badoglio rector del Ateneo Federico II de Nápoles, desde el que alentaba entre los intelectuales, junto al liberal Benedetto Croce, la rebelión contra el nazifascismo.

      Los policías fieles a Mussolini, un comisario y una decena de agentes, cabos y suboficiales, bajo el control directo del comisionado, fueron desarmados y recluidos, respetuosamente, pero bajo escolta armada, en las celdas de seguridad. Se informó a Pelluso de que ya había otros reclusos en las celdas y supo que el único que estaba en custodia era un tal, verdadero o falso, Gennaro Esposito, sospechoso del asesinato de una prostituta llamada Rosa Demaggi. En la cara del comisionado asomó un gran descontento.

      En esos mismos momentos, Vittorio D’Aiazzo estaba saliendo del cuartel por la entrada de vehículos conduciendo un vehículo blindado viejo y obsoleto de la comisaría. Se consideraba de corazón un demócrata cristiano, aunque, después de deshacerse del uniforme fascista el 25 de julio no se había afiliado ni al partido católico, ni al liberal y, a diferencia del comisionado Pelluso, no había llegado a contactar con hombres de la recién nacida resistencia. Por otro lado, lo mismo pasaba con la gran mayoría de aquellos italianos que luego combatirían contra el fascismo durante otro año y medio, hasta el final de la guerra.

      Con Vittorio D’Aiazzo, subió al blindado, aunque agotado como él por la noche insomne, el brigada Marino Bordin, hombre animoso aunque rudo, quien, aunque no tenía ideas políticas, alimentaba un profundo rencor contra los alemanes debido a su arrogancia despectiva hacia los italianos. También se montaron en el blindado dos agentes llamados Tertini y Pontiani y conducía el comandante Aroldo Bennato, jefe mecánico del taller de la comisaría, estos tres descansados después de una noche de reposo y que acababan de llegar al servicio.

      El blindado, o más exactamente la furgoneta blindada como era catalogada, era un aparato de la Primera Guerra Mundial, Lancia Ansaldo IZ, dotado de tres ametralladoras pesadas de 7,92 milímetros Maxim. Solo este blindado y dos similares no habían sido confiscados en la comisaría por los ocupantes, al juzgarse ya no utilizables por estar obsoletos, al contrario que los autos blindados СКАЧАТЬ