Название: Sangre Pirata
Автор: Eugenio Pochini
Издательство: Tektime S.r.l.s.
Жанр: Зарубежное фэнтези
isbn: 9788873046837
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«De hecho se trató de pura suerte.»
«¿Y eso para usted es un problema?»
«De ninguna forma» mintió Rogers. Tuvo que esforzarse para quedarse tranquilo. Henry Morgan se dio cuenta que le había adivinado. Se había embarcado en el Delicia para ir a cazar a un pirata para, finalmente encontrarlo a pocos kilómetros del puerto. «Intento captar el lado positivo de las cosas. He evitado innecesarios días de viaje. Pero aún no ha respondido a mi pregunta. ¿Por qué me mandó a llamar?»
Morgan se le acercó. Apoyó ambas manos sobre sus hombros y apretó ligeramente. Rogers llegó a pensar que quería aplastarlo. Casi hubiera leído sus pensamientos, el otro inmediatamente dejó su agarre y lo sobrepasó con unos pocos pasos. Cogió de la mesa uno de los mapas y comenzó a estudiarlo.
«Yo pensaba que usted era una persona muy atenta a ciertos detalles» dijo, con tono burlesco. «Así nos decepciona, capitán. La contestación está exactamente bajo sus ojos.»
Rogers levantó las cejas. No parecía entender. Entonces un recuerdo brilló en su mente, frío y despiadado como un relámpago. Miró el objeto que Morgan tenía en sus manos.
«Solamente es un mapa, su señoría» comentó.
«Usted tiene toda la razón» asintió él y pasó el cilindro al corsario. «Como quiera le insto a que lo mire mejor. Es lo único que Wynne tenía con él cuando lo sacaron del mar.»
Rogers sentía que se estaban burlando de él. El tono de suficiencia con que fue interrumpido solamente lo hacía sentir aún más inquieto. Recordaba perfectamente la botella con el papel adentro que el pirata tenía con él cuando lo habían encontrado. Él no le había dado peso. Debería haberlo hecho. ¿Por qué un hombre agonizante se tomaría la molestia de proteger un mapa?
Lo extendió frente a él. Bajo la punta de sus dedos podía sentir el crujido del papel mohoso. Las líneas y curvas se intersecan entre sí, formando signos fuertes, bien derechos. Luego, pero se veían más inciertos, arriesgados. Además no había ninguna ruta a la cual hacer referencia, como si Wynne se hubiera perdido.
«Se estaba dirigiendo hacia esta isla» analizó Rogers, muy concentrado en el dibujo. «Pero no logro entender en qué tipo de mar se encontraba.» Bajó la mirada hacia la esquina inferior del mapa. Luego frunció el ceño. En esa área estaban algunos escritos. Los leyó y sus pupilas se dilataron por la sorpresa. Y luego llegó la ira.
«¿Ustedes creen que yo sea un tonto?» estalló. «¿Se trata de algún tipo de broma?»
Henry Morgan sostuvo su mirada con una dureza que no dejaba filtrar ninguna emoción.
«Ninguna broma» contestó.
«¡Es imposible! Wynne no puede haber dibujado este mapa. Estaba completamente fuera de si cuando lo encontramos. No había comido ni bebido durante varios días. Farfullaba palabras sin sentido.»
«Y las farfullas todavía ahora.»
Rogers no se rindió. Reinició a estudiar el mapa, sus ojos se movían frenéticos en las órbitas. «¡Repito que no puede haberlo dibujado simplemente porque este lugar no existe!»
«¡El Triángulo del Diablo existe, se lo puedo asegurar!» exclamó Morgan. Casi parecía que hubiera dejado de respirar. «Wynne estuvo allí, no tenemos dudas. Y no lo demuestra solamente ese pedazo de que usted tiene en su mano, sino también el hecho de que nosotros sabíamos que se estaba preparando para dirigirse hacia esos mares.»
***
Saliendo de la villa algunos soldados se le acercaron, con la intención de acompañarlo hasta su carruaje. Rogers había insistido en que Morgan le dejara ver al prisionero. Todavía no podía creer la historia que le había contado.
«Adelante, su señoría dijo, de repente, uno de los guardias, abriendo la puerta del carruaje que los llevaría a las cárceles.
El carruaje su fue por una franja de tierra que se encontraba cerca de la playa. El chofer se vio obligado a disminuir la velocidad debido a la gente que ocupaba el camino. Morgan aprovechó para saludar a los colonos. Muchos contestaron con una reverencia. Un poco más adelante, la costa formaba un ligero arroyo, considerado el corazón verdadero de la bahía. En el ancladero se encontraban una docena de naves.
«Llegamos, su señoría» gritó a un cierto punto el chofer.
El camino que estaban recorriendo estaba lleno de rocas esparcidas por todas partes, que se hacían más y más compactas hasta formar un pavimento que terminaba frente a la entrada del fuerte. La embocadura estaba hecha de un arco de ladrillos en la cortina principal. Desde la cornisa superior, coronada por un enorme almenaje, se podían ver las grises bocas de los cañones.
Una vez dentro de Fort Charles se bajaron en el centro de la plaza octogonal. Luego fueron conducidos hasta las celdas por un pasillo de piedra, cuyas paredes eran iluminadas con algunas antorchas. En la penumbra vieron llegar a un hombre robusto y con aire repugnante. Estaba batallando a respirar y su rostro estaba mojado de sudor. Llevaba puesto un vestido sin adornos y manchado en varios puntos. Rogers reconoció rastros de sangre tanto en las mangas como en el cuello. Fue entonces cuando sintió la desagradable sensación de estar en presencia del mismísimo verdugo.
«Su señoría» saludó el hombre.
«Lo saludamos, maestro Kane» contestó Morgan. «Le quiero presentar el capitán Woodes Rogers, corsario a las dependencias de Su Majestad.»
«¿Cómo puedo ayudarle?»
«Estamos aquí para ver al prisionero Emanuel Wynne.»
El verdugo asintió con determinación, cogió una de las antorchas que estaban colgadas en la pared y los acompañó por un segundo pasillo, donde las celdas se alternaban. Cuando llegaron al final, tomaron una escalera. A mitad de camino, la bajada se hizo más empinada y se vieron obligados a agacharse, dado que el techo se bajaba gradualmente. Pronto se encontrarían bajo tierra.
«Antes de entrar les quiero hacer una pregunta» dijo Rogers al gobernador. «Usted ya reservó la ejecución para mañana. ¿Porque tiene tanta prisa?»
«Wynne es un pirata y por eso debe pagar por sus crímenes» contestó el otro.
“¿Sin derecho a ser procesado?” Esos pensamientos crecieron en la mente del Corsario en forma siempre más evidente. “¿Realmente crees que yo sea tan estúpido, Henry? Me trajiste hasta aquí por una razón más importante. ¿Por qué te estás esperando tanto?”
Envuelto por esas conjeturas, se encontró de frente a una celda, sin siquiera darse cuenta. El interior, primero sumergido en la oscuridad, fue iluminado por la antorcha de Kane. Inmediatamente lo vio trabajar con un pesado anillo de bronce que contenía una docena de llaves. Puso una en la cerradura y la giró, emitiendo un sonido chillón. Los virotes se abrieron evidenciando una habitación pobre, sencilla, cuyo único mobiliario era un camastro de paja. Al estar bajo tierra no había ventanas de ningún tipo, ni siquiera simples ranuras. En todas partes había un fuerte olor a moho, heces y orina.
Morgan СКАЧАТЬ