Название: Diamantes para la dictadura del proletariado
Автор: Yulián Semiónov
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Hoja de Lata
isbn: 9788418918322
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El incidente con el coronel Lesnowrodzki evidencia un trabajo de provocación bien ideado, dirigido por el Estado Mayor polaco, contra la representación plenipotenciaria rusa.
Presentando adjunto
1) una copia del acta levantada el 10 de octubre en la representación plenipotenciaria rusa,
2) la tarjeta de identificación del coronel Lesnowrodzki con el número 3835, emitida por la II Sección del Estado Mayor polaco y firmada por el mayor Kierzkowski,
3) todos los documentos que el señor Lesnowrodzki llevó a la representación plenipotenciaria rusa para su venta por orden de la II Sección de este mismo Estado Mayor,
tengo el honor de pedirle, señor ministro, que dé los pasos que considere necesarios para poner fin a las provocaciones de la II Sección del Estado Mayor polaco, que se han propuesto como objetivo dificultar las relaciones entre Rusia y Polonia.
Acepte, señor ministro, la seguridad de mi completo respeto.
Karaján 10
A Stepansky le enseñaron esta nota por la noche, en cuanto Vsévolod le comunicó a Kédrov los datos relacionados con Lesnowrodzki. Stepansky confirmó la nota en su totalidad e incluso, de broma, le dio su visto bueno.
A la mañana siguiente empezó a declarar. Lo más grave era que, según sus datos, había una persona entre los empleados de la embajada rusa en Revel11 que trabajaba para un servicio de información extranjero.
—Para qué servicio de información en concreto trabaja, eso no lo sé, pero que existe es incuestionable. Por fragmentos de conversaciones puedo suponer que la emigración preparó a esa persona para que la reclutaran.
Vsévolod solicitó datos de la emigración en Revel. Le trajeron la lista de los individuos más destacados: desde el monárquico de extrema derecha Vorontsov hasta el eserista Vajt, editor del periódico El Popular. Le nombró a Stepansky los apellidos de los líderes del comité de apoyo a emigrantes y refugiados: Vírubov, Lvov, Seeler, Obolenski, de los editores del periódico cadete Últimas Noticias, Ratke y Liajnitski, con la esperanza de que el polaco recordara alguno en concreto; pero Stepansky afirmó categórico que, aunque había oído esos nombres, no podía extender su conexión hasta un diplomático ruso.
Dijo también que en Moscú existía un movimiento clandestino muy fuerte que tenía a su disposición enormes reservas de diamantes, oro y platino. Este movimiento se mantenía aparte de cualquier lucha política y perseguía solo objetivos de índole personal: el enriquecimiento propio. Algunas de estas personas mantenían contactos con representantes de los círculos diplomáticos locales, que no solo acaparaban alhajas y otros tesoros, sino que en una serie de ocasiones habían hecho también de eslabón de transmisión: las joyas parten a París y a Londres y después los corredores especulan en la bolsa. Además, juegan a la baja con las acciones de las firmas que están empezando operaciones comerciales con Rusia.
—Me da que uno de mis amigos de aquí, cuyo nombre, como usted comprenderá, no voy a decir y no diré más adelante —dijo Stepansky—, tiene vínculos con ese mundo clandestino moscovita, pero por fines interesados, personales: compra joyas para él; por cierto, me han birlado un dinero que pertenecía a su familia, dos mil dólares, de esto hablaremos más adelante…
—¿Y si nosotros encontramos a esa persona con nuestros propios medios?
—Son libres de hacer lo que quieran, es su deber. Lo importante es que yo no tenga remordimientos de conciencia. Por cierto, que en ese mundo clandestino se oía el nombre de una vieja muy rica, Yelena Ávgustovna Stajóvich…
Al cabo de tres días, el miembro del consejo de la Checa Gleb Ivánovich Boki12 convocó al jefe de la Checa Messing, al segundo del jefe de la Sección Especial Búdnikov y a Vladímirov.
Antes de esta reunión, Boki había estado con Dzerzhinski y Unszlicht13: había propuesto que se observara con mayor atención a los especuladores de divisas, pero Unszlicht replicó con vehemencia:
—No estamos hablando de eseristas o cadetes que reclaman cual urogallos. Los especuladores de divisas «apolíticos» son bastante más cuidadosos e inteligentes. A cada hora puede engendrarse la salida de Rusia de las joyas. Hay que atraparlos enseguida. Los registros minuciosos, los interrogatorios elaborados con precisión… en este caso el riesgo de desfase no está justificado, no estamos ante un —sonrió— complot contrarrevolucionario que podemos examinar sin prisas…
Boki no estaba de acuerdo con Unszlicht:
—Atraparemos a diez, a doce personas, y dos se irán. O una. Si hay que apretar para sacar información… hagámoslo enseguida, ¡a todos!
—Me da a mí que no tiene razón, Gleb —dijo Dzerzhinski con voz pausada—. El tiempo en que construiremos urinarios públicos con oro lo marcó Ilich con exactitud absoluta: el comunismo… La maldición del vellocino de oro es algo sorprendente. Cuando la demanda esté a la altura de la capacidad, y esto solo será posible cuando las tiendas se doblen bajo el peso de las mercancías, entonces el oro se convertirá en un metal corriente, uno de color mate, sin sabor ni olor. Hasta entonces el oro ofrece a su propietario la posibilidad de tener pan, estoy siendo bruto aposta, y más que a todos los demás, hasta ese momento no vamos a lograr aplastar el poder del oro con arrestos y requisiciones. En una palabra, estoy a favor de realizar la operación hoy mismo. Cada hora es valiosa. En el futuro cercano la NEP14 nos dará la posibilidad de extraer el oro aquí, en casa.
La redada de la Checa moscovita contra los «centros de oro» clandestinos la encabezó Messing. La operación transcurrió, algo excepcional, de forma pacífica: ni un disparo, ni un intento de huida. Sobre todo cayó gente mayor, respetable. Se comportaron con dignidad, aunque se pusieron muy pálidos y no pudieron estar mucho tiempo de pie, pidieron sillas, las piernas no los sostenían. Y tuvieron que estar mucho tiempo de pie, mientras los agentes de la Checa de Moscú hacían el inventario de los artículos encontrados.
Se le confiscaron bastantes alhajas a la antigua dama de palacio Yelena Ávgustovna Stajóvich. Alemana, hablaba un ruso bastante flojo y por eso Boki le pidió a Vsévolod que la interrogara en su lengua materna. Vladímirov no sabía llevar un interrogatorio, porque su trabajo en el servicio de información política conllevaba una actividad realmente distinta: tan pronto servía siete meses en el grupo de prensa de Kolchak junto al conocido escritor Vaniushin, que después de la derrota del almirante esperó al «capitán ayudante Maxim Isáiev» en Harbin, como salía a Londres o aparecía en Varsovia.
Sin embargo, el tiempo apremiaba; los tres traductores que servían en la Checa estaban trabajando fuera y esperar su regreso sería inoportuno.
—Buenas tardes —dijo Vladímirov mientras le ofrecía asiento a la mujer—, tengo unas preguntas para usted.
—¿Es usted СКАЧАТЬ