El doctor Thorne. Anthony Trollope
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Название: El doctor Thorne

Автор: Anthony Trollope

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Ópera magna

isbn: 9788432160806

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СКАЧАТЬ los enemigos— hay que controlar a los niños.

      —Y también a los hombres —dirá el médico—. Yo no puedo robarte los melocotones, ni seducir a tu esposa, ni calumniarte. Por mucho que yo desee, dada mi natural depravación, ser indulgente con tales vicios, se me prohíben sin pesar y casi puedo afirmar que sin desdicha.

      Y así proseguía la discusión, sin que una parte convenciera a la contraria. Pero, entre tanto, los niños de la vecindad se encariñaban con el doctor Thorne.

      El doctor Thorne y el hacendado eran aún amigos leales, pero se dieron circunstancias, que duraron muchos años y que casi hacían sentir incómodo al pobre señor en compañía del médico. El señor Gresham debía una gran suma de dinero. Es más, había vendido parte de sus propiedades. Desafortunadamente, había sido el orgullo de los Gresham que la finca hubiera pasado de uno a otro sin imposiciones, de modo que cada poseedor de Greshamsbury tuviera plenos poderes para disponer de la propiedad a su gusto. Hasta entonces no había habido ninguna duda de que fuera a parar a manos del heredero masculino. Alguna vez había sido gravada, pero las cargas se habían liquidado y la propiedad había cambiado de manos sin cargas hasta el actual señor. Ahora se había vendido parte de ella y se había vendido en cierto modo por mediación del doctor Thorne.

      Esto hacía del hacendado un hombre desgraciado. Nadie amaba a su apellido y a su honor, a su blasón familiar más que él. Era todo él un Gresham de corazón, pero sus ánimos eran más débiles que los de sus antepasados y, en su época, por primera vez, los Gresham iban a ser desechados por inútiles. Diez años antes del principio de nuestra historia, había sido necesario reunir una gran suma de dinero para enfrentar el pago de una cantidad apremiante y se halló que se podría lograr con más ventajas materiales si se vendía una parte de la propiedad. En consecuencia, se vendió una parte, aproximadamente un tercio del valor total.

      Boxall Hill está situado entre Greshamsbury y Barchester y se le conoce por tener la mejor caza de perdices del condado y por tener también el conocido coto de zorros, Boxall Gorse, muy reputado entre los deportistas de Barsetshire. No había residencia en la inmensa hacienda y se desgajó de la restante propiedad de Greshamsbury. Esto permitió al señor Gresham que se vendiera, con muchas quejas interiores y exteriores.

      Se vendió, y se vendió bien, mediante contrato particular a un nativo de Barchester, quien había prosperado en el mundo de los rangos sociales y había hecho una gran fortuna. Debemos contar algo del carácter de este personaje. Por ahora basta con decir que confiaba en el doctor Thorne para que le aconsejara en cuestiones de dinero y que, a sugerencia del doctor Thorne, había adquirido Boxall Hill, con el coto de perdices y de zorros incluido. No sólo había comprado Boxall Hill, sino que, además, había prestado grandes sumas de dinero al hacendado como hipoteca, habiendo participado en toda la transacción el médico. Como resultado, el señor Gresham tenía que discutir con el doctor Thorne con cierta frecuencia sobre sus asuntos financieros y, de vez en cuando, someterse a charlas y consejos que, de otro modo, se habría ahorrado.

      Hasta aquí el doctor Thorne. Ahora hay que decir unas cuantas palabras sobre la señorita Mary antes de adentrarnos en nuestra historia. Así se partirá la corteza y se abrirá la tarta para los invitados. La pequeña señorita Mary vivió en una hacienda hasta los seis años; entonces la enviaron a un colegio de Bath y se trasladó, unos seis años después, a la casa recién amueblada del doctor Thorne. No debe suponerse que él la hubiera perdido de vista los años anteriores. Era muy consciente de la naturaleza de la promesa que había hecho a la madre cuando partió de viaje. A menudo había visitado a su pequeña sobrina y, mucho antes de que cumpliera los doce años de edad, había olvidado la existencia de su promesa y su deber para con la madre, a cambio del lazo más fuerte del amor personal hacia la única criatura que le pertenecía.

      Cuando Mary llegó a su casa, el médico se puso como un niño alegre. Preparó sorpresas con tanta previsión y premeditación que parecía que estuviera tendiendo trampas para derrotar al enemigo. Primero la llevó a la tienda, luego a la cocina, de ahí a los comedores, después a sus dormitorios y así sucesivamente hasta que llegó a la gloria del nuevo salón, aumentando el placer con pequeñas bromas y diciéndole que él nunca se atrevería a entrar en el nuevo paraíso sin su permiso y sin quitarse las botas. A pesar de ser una niña, entendió la broma y la siguió como una pequeña reina. Y así se hicieron muy pronto los mejores amigos.

      Pero aunque Mary fuera una reina, hacía falta educarla. Eran los días en que Lady Arabella se había humillado y, para manifestar su humildad, invitó a Mary a compartir las clases de música con Augusta y Beatrice en la casa grande. Un maestro de música de Barchester iba tres días a la semana y se quedaba tres horas. Si el médico elegía enviar a la niña, ella podría enterarse de lo que pasaba sin hacer daño a nadie. Esto decía Lady Arabella. El médico, con mucha gratitud y sin vacilación, aceptó el ofrecimiento, añadiendo sencillamente que tal vez sería mejor contratar por separado al Signor Cantabili, maestro de música. Le estaba muy agradecido a Lady Arabella por permitir a su niña unirse a las clases de las señoritas Gresham.

      Apenas hace falta decir que Lady Arabella se exaltó enseguida. ¡Contratar al Signor Cantabili! No, claro; ella lo haría. ¡No había gasto que escatimar en este arreglo en nombre de la señorita Thorne! Sin embargo, ahí, como en la mayoría de las cosas, el médico se salió con la suya. Al ser su época de humillación, la Lady no podía emprender una lucha como en otro tiempo la habría emprendido y así, para su disgusto, se encontró con que Mary Thorne aprendía música en su casa en condiciones de igualdad, en lo concerniente al pago, con sus propias hijas. Habiendo quedado en esto, no se podía echar atrás, en especial porque la niña no era en absoluto desagradable y, más aún, porque las señoritas Gresham la querían mucho.

      Y así aprendió música Mary Thorne en Greshamsbury y con la música aprendió además otras cosas: cómo comportarse entre muchachas de su edad, cómo hablar y expresarse como las demás damas, cómo vestirse y cómo moverse y andar. Todo lo cual, al ser rápida en el aprendizaje, lo aprendió sin darse cuenta en la casa grande. También aprendió algo de francés, puesto que la institutriz francesa de Greshamsbury siempre estaba en la clase.

      Luego, unos años después, vino un rector y la hermana del rector. Con esta última Mary estudiaba alemán, y también francés. Aprendía mucho del médico: la elección de libros ingleses para su lectura y el hábito de pensar igual que él, aunque modificado por la suavidad femenina de su mente.

      Así creció y se educó Mary Thorne. De su aspecto personal me corresponde en verdad como autor decir algo. Es mi heroína y, como tal, debe ser necesariamente hermosa, pero, sinceramente, su mente y sus cualidades internas son más nítidas para mí que sus cualidades y rasgos externos. Sé que estaba lejos de ser alta y de ser llamativa, que tenía manos y pies pequeños y delicados, que los ojos le brillaban al mirar, pero no brillaban para hacerse visibles a su alrededor, que el cabello era castaño oscuro y que lo llevaba sencillamente peinado desde la frente, que los labios eran delgados y la boca, quizás, era en general inexpresiva, pero que, cuando estaba ilusionada al hablar, se mostraba animada con maravillosa energía, y que, tranquila como era en sus gestos, sobria y recatada en su apariencia, podía hablar, llegado el momento, con una energía que en verdad sorprendía a aquellos que no la conocieran y, a veces, a los que sí la conocían. ¡Energía! Mejor dicho, era, a veces, pasión concentrada, que la dejaba momentáneamente inconsciente de lo demás, pero atenta a lo que sentía.

      Todos sus amigos, incluido el médico, se habían sentido a veces desgraciados por la vehemencia de su carácter, pero su misma vehemencia la hacía tan querida de los amigos. Casi la había alejado al principio de las clases de Greshamsbury, sin embargo acabó por continuar y Lady Arabella no pudo oponerse, incluso aunque deseaba hacerlo.

      Hacía poco que había llegado a Greshamsbury una nueva institutriz francesa que era, o iba a ser, la protegida de Lady Arabella, por poseer todas las cualidades propias СКАЧАТЬ