Название: #Manifestante
Автор: Álvaro Acevedo
Издательство: Bookwire
Жанр: Социология
isbn: 9789585188167
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La segunda etapa comprendida entre los años de 1958 y 1977 corresponde a la radicalización estudiantil54. En esta nueva etapa los estudiantes son ambiguamente democráticos, autoritarios o radicales, un comportamiento que se puede considerar causalidad de condiciones internas como las tensiones entre valores tradicionales y nuevos en una sociedad que transita del campo a la ciudad55, o de condiciones externas como los procesos de Guerra Fría y colonialismo que se han gestado como políticas globalizadoras56. En este periodo radical la universidad se construye como un espacio de tensiones donde confluyen intereses políticos, valoraciones culturales, proyectos de sociedad e ideologías, especialmente aquellas de la nueva izquierda con sus múltiples matices o visiones contrapuestas57.
Desde los años veinte hasta principios de la década del setenta del siglo pasado la movilización estudiantil en la universidad colombiana ha defendido la autonomía universitaria y la libertad de cátedra, dos principios que se mantienen aún muy vigentes en las reivindicaciones estudiantiles en lo que ha avanzado el siglo XXI. La composición de los Consejos Superiores es un asunto que interesa a estudiantes, profesores, rectores y sectores externos a la universidad. Dicho interés tiene su raíz en los postulados de la reforma liberal de Córdoba en el año de 1918, momento en el que se piensa como necesaria la modernización de las casas de estudio para sacarlas del anquilosamiento en que se encuentran. Aunque las luchas de los estudiantes colombianos se centran inicialmente en cuestiones gremiales y en la defensa de la libertad de cátedra, la inquietud por conseguir mayor injerencia en las instancias del gobierno y poder universitario politiza e influye en la movilización estudiantil. Hasta los años cincuenta del siglo pasado la relación de los estudiantes con los partidos políticos tradicionales tampoco es óbice para que se reivindique la autonomía universitaria y se proponga un gobierno de los estudiantes y los profesores, actores esenciales de la vida universitaria. La convicción que existe en el fondo de estas pretensiones consiste en asumirse como una especie de vanguardia intelectual que está llamada a organizar y determinar libremente los destinos de las instituciones universitarias.
Luego del giro hacia la nueva izquierda de los principales líderes estudiantiles, el estudiantado asume la necesidad de incidir en el gobierno de las universidades y hace de esta reivindicación una causa de primera línea. Ciertamente, la lucha de los estudiantes por ser mayoría en los Consejos Superiores –junto con los profesores– demanda esfuerzo y requiere organización, no solo para sostener la propuesta en escenarios propiamente estudiantiles sino para diferenciar posiciones respecto a las iniciativas de reforma provenientes de las autoridades universitarias y del propio Ministerio de Educación. La lucha por el cogobierno universitario revela un aspecto poco conocido del movimiento estudiantil de principios de los años setenta: el hecho de que el estudiantado coincida con ciertas autoridades universitarias en la defensa de la autonomía y en la pertinencia de modificar las estructuras de poder en las universidades. Aunque se sabe que no existe consenso entre los estudiantes por la causa del cogobierno debido al lugar que los diferentes grupos políticos le otorgan a la universidad en el proceso de cambio social, lo relevante reside en constatar que su adopción en algunas universidades, pese a su corta duración, es quizás el triunfo más importante de la movilización estudiantil en los años setenta del siglo pasado58.
En el caso de la Universidad Nacional, la principal institución de educación superior de Colombia, la victoria del cogobierno es fugaz59. La reforma orgánica no es aprobada ni reconocida por el Estado. En otros escenarios como la Universidad de Antioquia o la Universidad Industrial de Santander60, en los que también se crean experiencias efímeras de cogobierno en los años setenta del siglo pasado, las acciones emprendidas por los consejos de mayoría estudiantil y profesoral igualmente son fugaces. Así pues, los estudiantes y profesores no pueden ejercer el poder y gobierno pleno universitario que tanto anhelan. Pese a ello, esta causa articula permanentemente lo gremial y lo político en las filas estudiantiles, aunque la partida la gana finalmente el radicalismo de izquierda que antepone como prioritaria la lucha y, en algunos casos, envía jóvenes a los grupos guerrilleros emergentes en Colombia. Por su parte, las autoridades políticas y universitarias, en un contexto de anticomunismo y desconfianza con la movilización popular, cierran las vías para acometer reformas en la estructura de poder de las universidades, imponiendo los llamados “rectores policía”61. A pesar de los limitados alcances, en Colombia hay tres experiencias de cogobierno universitario en los años setenta; un triunfo que se rememora hasta el día de hoy cuando todavía se reivindica la unión de los “estamentos universitarios” para la lucha, evocación que se remonta al Antiguo Régimen y en el que las autoridades universitarias no son elegidas en procesos democráticos.
El triunfo del movimiento estudiantil colombiano frente al Estado en los años setenta –así sea efímero– está cargado de expectativas ante las oportunidades de transformación que se abren para las movilizaciones del siglo XXI. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos por mantener la unidad, hoy las diferencias entre las organizaciones estudiantiles impiden concretar el sueño del movimiento estudiantil de tener una universidad pública, gratuita y de calidad. Pese a ello, existen remembranzas a las antiguas formas de movilización. No se puede afirmar que el movimiento estudiantil contemporáneo se construye desde cero. De hecho, las nuevas representaciones de movilización en forma de enjambre, sirven como plataforma para la proyección de líderes y la construcción de una masa indignada que tiene puntos en común pero también divergentes62. Esta dinámica es la principal distinción de los nuevos movimientos sociales, pues construyen desde la diferencia y se proyectan a partir del diálogo.
§ El movimiento estudiantil y las relaciones de género
En términos generales, el género se entiende como “un elemento constitutivo de las relaciones sociales, es una construcción social que supone un conjunto de acuerdos tácitos o explícitos elaborados por una comunidad determinada en un momento histórico determinado”63. Por tal motivo, el interés de las ciencias sociales en caracterizar las relaciones entre hombres y mujeres de manera integral y de identificar las implicaciones políticas, sociales, culturales, económicas y psicológicas, se conoce como Enfoque o Perspectiva de Género, entendida por Irene López64 como una alternativa analítica que incorpora una nueva manera de interpretar los fenómenos sociales que se derivan de las relaciones entre hombres y mujeres.
Los movimientos sociales en general están muy ligados con las tendencias de izquierda. En ellas predomina un pensamiento más liberal que reivindica la lucha de las minorías y tienden a estar vinculadas en la búsqueda por la igualdad y la transformación social. Por ende, se caracterizan por tener una visión más amplia de la participación en procura de la democracia. Es así como el movimiento estudiantil se identifica por su fuerte voluntad transformadora frente a las acciones hegemónicas. Sin embargo, pese a su voluntad, se reproducen prácticas discriminatorias:
La definición de los movimientos sociales y su imaginario social hacen suponer que en estos grupos existe más conciencia y trabajo anti patriarcal que en la sociedad en general, pero, pese a esta voluntad, en los movimientos sociales se reproducen dinámicas discriminatorias. Esta serie de discriminaciones se dan desde el principio, es decir, desde que se escoge el movimiento o grupo donde se va a participar. El trabajo político de las mujeres, como ya se ha mencionado, en su СКАЧАТЬ