Revistas para la democracia. El papel de la prensa no diaria durante la Transición. AAVV
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СКАЧАТЬ propio proceso de institucionalización, la soñada unidad de la izquierda no encontró forma de materializarse ni en el ámbito político ni en el sindical, los sucesivos procesos electorales acabaron marcando y estrechando los límites del escenario político y, finalmente, la propia dinámica del mercado acabó delimitando también sus propios márgenes en el ámbito periodístico. El País lamentaba, entonces, la desaparición de Triunfo, tras la de Cuadernos para el Diálogo:

      ... dos publicaciones periódicas que tan decisivamente contribuyeron, en el parlamento de papel de la última etapa del franquismo, a difundir los valores democráticos, los principios de la libertad y el compromiso con los derechos humanos no han podido mantenerse en esa España constitucional por cuyo advenimiento combatieron durante los tiempos difíciles (Alted y Aubert, 1995: 679).

      Mientras tanto, la situación económica y laboral en La Calle empeoró muy significativamente desde 1980, apenas dos años después de salir al mercado. De acuerdo con lo publicado en El País, las oficinas de La Calle fueron embargadas en septiembre de 1980 y un año más tarde, en julio de 1981, de nuevo el diario El País anunciaba la «subasta de la cabecera La Calle» para sufragar la deuda contraída con Joaquín Francés, jefe de la sección de «Internacional», por despido improcedente. En la misma situación se encontraban otros seis trabajadores de la revista.

      Desde finales de los setenta y en el contexto de la Guerra Fría, la influencia del comunismo estaba retrocediendo y el marxismo como aparato teórico estaba siendo cuestionado. No es extraño que la cultura de izquierdas que se había respaldado en ambos y que se había consolidado en Europa al abrigo de los movimientos sociales entrara en crisis. En España, la revista La Calle se estaba quedando sin discurso, sin un proyecto político sólido que defender y sin unos lectores que, recién iniciada la década de los ochenta, desatendían su lectura, como también la de Triunfo, al mismo ritmo que abandonaban la vieja lealtad ideológica con el marxismo.