Название: Revistas para la democracia. El papel de la prensa no diaria durante la Transición
Автор: AAVV
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
Серия: Oberta
isbn: 9788491346012
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Esta gestión no tuvo éxito y el último paso fue dirigirse directamente al PSOE. La Comisión Ejecutiva trató el tema y acogió favorablemente la idea, pero bastante menos positivo debió de ser el juicio de la Comisión Económica ante las dificultades de inserir Cuadernos entre la restante prensa del partido, pues el proyecto tampoco salió adelante.52 Fue entonces cuando Enrique Sarasola, Carlos Zayas y otros accionistas de Cambio 16 ligados al PSOE abandonaron esa revista y decidieron invertir la cantidad abonada por sus acciones en Cuadernos, con el visto bueno de Felipe González. En una reunión con la dirección de Edicusa suscribieron el capital necesario, pero nunca llegaron a desembolsarlo en su totalidad.53 Altares intentó todavía una última gestión ante el presidente del Gobierno, Adolfo Suárez:
He llamado a todas las puertas: gobierno, partidos, personalidades. En todas la misma respuesta alentadora: Cuadernos no puede morir porque es una institución que ha defendido y defiende valores que son imprescindibles en la España de hoy y de mañana, el futuro necesitará todavía más a la prensa libre... Pero las promesas no han encontrado cauce.54
Como afirmaba Altares en una entrevista, «sólo pedíamos dos semanas de lo que al Estado le está costando el diario Pueblo, cuya ayuda anual supera los 700 millones de pesetas».55 Tampoco los accionistas respondieron a la llamada de Altares para suscribir la ampliación de capital –35 millones– necesaria para no cerrar la revista. Al final la única ayuda llegó del Gobierno, al menos para amortizar parte de los gastos de liquidación del personal. El último número de la revista apareció en los quioscos en octubre de 1978.
Varios factores contribuyeron a este declive; algunos ya los hemos apuntado. Ahora los lectores podían elegir entre una oferta más amplia porque los viejos diarios habían recobrado sus funciones informativas y aparecieron otros nuevos, como El País y Diario 16 en 1976 y El Periódico de Catalunya en 1978. En particular, El País supo atraer a muchos lectores habituales de Triunfo o Cuadernos para el Diálogo con un lenguaje y unos contenidos que mantenían ciertas líneas de continuidad, como la altura intelectual y cierto didactismo de los artículos (Vázquez Montalbán, 1995: 171-179). Además, el mercado de revistas estaba saturado cuando, en cambio, el número de lectores no había crecido proporcionalmente.56 Las revistas de información general alcanzaron en 1978 la cifra récord de 69.378.885 ejemplares de difusión conjunta, con un incremento para la década de los setenta del 84,87 %, pero, a partir de ese momento, su difusión iba a bajar hasta los 48.386.272 ejemplares en 1980 y a estabilizarse en una media de 45 millones durante la década de los ochenta (Cabello, 1999).
También se produjo un transvase de lectores hacia las revistas especializadas y los suplementos de la prensa diaria, así como a la radio y la televisión, que habían mejorado notablemente la calidad de sus programas de actualidad. Es verdad que en los últimos años las revistas críticas habían ganado en credibilidad, pero llegaban solo a una minoría lectora. «El cambio político no ha comportado un interés creciente por la prensa. Los desheredados de la cultura, en este caso de la información, no han sido recuperados para la lectura», escribía César Alonso de los Ríos en La Calle a propósito de la desaparición de Cuadernos.57
La consolidación institucional de la democracia supuso el final de la oleada de movilización de la sociedad civil producida durante los últimos años del franquismo y los primeros de la Transición. En toda Europa, la resaca del 68 trajo consigo la desaparición de una parte de la prensa de izquierdas, y los medios que sobrevivieron tuvieron que aligerar sus contenidos políticos, haciéndose más moderados y sumándose al prestigio posmoderno de lo cultural (Van Noortwijk, 1995: 497). Si en algo se diferenció España fue en la intensidad del proceso, fruto de unas circunstancias excepcionales, de manera que al auge de la prensa progresista siguió en pocos años su crisis, con la desaparición de revistas semanales tan significativas como La Actualidad Española, Mundo, Doblón, Opinión o Posible. El propio Altares admitía entonces que «el desfase entre Cuadernos para el Diálogo, Triunfo, La Calle y todas las revistas y la realidad es inmenso».58 Se empezaba a hablar de «desencanto». Cuando dos años después Triunfo cambió su periodicidad para intentar superar la crisis, El País escribía:
La forzada transformación de Triunfo de semanario en mensual no sólo es un acta de acusación contra la política informativa gubernamental y contra ese estado de libertad amenazada, vigilada, de la España de 1980 [...] También plantea, al igual que lo hizo la desaparición de Cuadernos para el Diálogo, un serio interrogante acerca de la capacidad de la vida española, al margen de las estructuras estatales, para alimentar y reforzar ese tejido social de instituciones y centros de poder autónomos del que tanto habla, pero al que tanto teme la clase política (Alted y Aubert, 1995: 669).
Triunfo, al igual que Cuadernos, se había dedicado durante el franquismo a la exploración posibilista de nuevos espacios expresivos, desplazando unos límites casi siempre implícitos y subjetivos, con abundante recurso a las metáforas y elipsis. Ese «semioperiodismo», como lo definió Ezcurra, explica en parte su desaparición tras el restablecimiento de la democracia, cuando el lenguaje recuperó su función denotativa y la política, la cultura o el periodismo parecían volver a ocupar su lugar. El psiquiatra Castilla del Pino lo explicaba para el caso de Triunfo: ese «criptolenguaje» se basaba en que el discurso no fuera explícito y el lector tuviera que descodificarlo gracias a la complicidad con el autor (o autores), pero eso «cesa cuando en España, inmediatamente después de la muerte de Franco, es posible un discurso político explícito, y se vuelve a hacer política por unos y por otros de la única manera que la política ha de hacerse: explícitamente» (Alted y Aubert, 1995: 72).
Es posible que los lectores de Triunfo ya no estuvieran interesados, ni necesitados de una revista que les proporcionara doctrina ideológica. Los tiempos de la doctrina habían pasado y los niveles de compromiso político con un partido o con una revista política estaban cayendo a velocidad de vértigo en la sociedad española. La situación económica dentro de la empresa empezaba a resultar dramática y la primera decisión que se abordó fue la de reducir su número de páginas para rebajar con ellas los costes de producción, pero no resultó suficiente. El 12 de julio de 1980 la edición de Triunfo se interrumpía para reaparecer renovada en noviembre del mismo año como revista mensual con una nueva numeración. El cambio de periodicidad traía aparejado un cambio radical en su concepción como revista de información general y una reestructuración de su plantilla de colaboradores, entre los que destacaban Montserrat Roig, de vuelta tres años después de su marcha de Triunfo, Fernando Savater, Rosa Montero, Cristina Peri Rossi, Manuel Vicent o Ignacio Ramonet. En noviembre de 1980, Triunfo abandonaba la condición política que le había acompañado desde 1962 y aparecía ante sus lectores reconvertida en una revista literaria con colaboraciones de carácter ensayístico y creativo desligados de la actualidad.59
Reconvertida en una nueva revista, Triunfo se las arregló para sobrevivir hasta agosto СКАЧАТЬ