Revistas para la democracia. El papel de la prensa no diaria durante la Transición. AAVV
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СКАЧАТЬ el PCE.28 Como la mayor parte de la edición había sido ya distribuida y solo quedaban unos tres mil ejemplares en el almacén, aparte de que el ministro no podía demostrar la falsedad de la entrevista, la solución fue comprar toda la edición con un talón del Ministerio y llamar uno a uno a los distribuidores para que, alegando «dificultades técnicas», devolvieran los ejemplares recibidos.29

      TRIUNFO Y EL ADIÓS A LA UNIDAD DE LA IZQUIERDA

      Tras la muerte del dictador en noviembre de 1975 y de los cuatro meses de suspensión, Triunfo reaparecía en enero de 1976 con José Ángel Ezcurra como director y Eduardo Haro Tecglen en la subdirección. Les acompañaban César Alonso de los Ríos y Víctor Márquez Reviriego como jefes de redacción en Madrid y Manuel Vázquez Montalbán en Barcelona. Casi una veintena de colaboradores engrosaban las filas de la redacción en este primer año de cambio, con nombres como Carlos Elordi, José Aumente, Antonio Elorza, Montserrat Roig o Nicolás Sartorius. Todos ellos con la disposición abiertamente política de contribuir desde la revista al cambio democrático en España por la vía de la ruptura, tal como había sido formulada por la Junta Democrática en París en 1974.

      Tras las elecciones del 15 de junio 1977, la ruptura democrática dejó de ser un proyecto político aglutinante de la izquierda ideológica para convertirse en base de negociación de la nueva etapa constituyente. De «ruptura pactada» se acabó hablando en la prensa del momento para expresar el fin de la polaridad que había enfrentado a rupturistas y a reformistas hasta pocas semanas antes de las elecciones. Las elecciones abrieron una nueva etapa política que imponía el acuerdo sobre la confrontación, pero también el abandono del viejo ideal de la «unidad de la izquierda» en beneficio de la disparidad estratégica y de acción, particularmente del PCE y el PSOE. El resultado electoral favoreció las posiciones moderadas de la derecha, con la victoria de la UCD, el partido del presidente Adolfo Suárez, y de la izquierda, con el PSOE como segundo partido más votado. El resto de partidos, a la derecha y a la izquierda, incluido el PCE, alcanzaron resultados muy por debajo de sus expectativas. Como consecuencia, el Partido Comunista abandonó el proyecto de confrontación y ruptura, pasó a difundir la consigna de la desmovilización entre sus militantes y tomó la decisión de participar en cuantas mesas de negociación fueran convocadas por el Gobierno.

      Los lectores demandaban más información que doctrina política, la militancia mediática daba paso a una relación más desapasionada con la nueva prensa diaria y lo que había sido en los últimos años de la dictadura un signo público de distinción, llevar bajo el brazo la revista Triunfo, ahora lo era llevar consigo el diario El País. Jóvenes profesionales de clases medias urbanas se incorporaban en masa a la democracia desde una nueva condición que no era ya la de ser de izquierdas, sino algo tan vago y difuso como ser «progresista». Y fue con ese sentimiento con el que conectó el diario El País desde que salió a la calle en mayo de 1976 como «un periódico sin pasado, que no tiene que arrepentirse de nada, porque de nada se siente responsable» (Seoane y Sueiro, 2004: 17).

      Las viejas lealtades culturales y militancias políticas empezaban a sufrir una profunda crisis y la deserción de lectores en las emblemáticas revistas del antifranquismo corría en paralelo con el descenso de la cifra de afiliación a las formaciones políticas situadas a la izquierda del PSOE, particularmente del PCE (Treglia, 2011: 37). El marxismo, que había dado sentido durante décadas a la resistencia antifranquista, dejaba de resultar funcional en medio de un contexto de repliegue comunista en la Europa occidental СКАЧАТЬ