Название: Yo soy la puerta
Автор: Osho
Издательство: Bookwire
Жанр: Сделай Сам
isbn: 9786074570496
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Y, en tercer lugar, está el concepto de la irracionalidad. Las tres creencias son: el concepto darwiniano que se ha convertido en la creencia de que el ser humano es una máquina; luego, el concepto marxista que ha convertido a la conciencia en un epifenómeno de las fuerzas económicas y, finalmente, el concepto freudiano de la irracionalidad: que el hombre está en manos de fuerzas naturales, del instinto. En dado caso, el hombre hace lo que sea que tenga que hacer y no hay conciencia, sino una noción ilusoria de que estamos conscientes.
Los profetas de hoy son Freud, Darwin y Marx. Los tres se posicionan en contra de la libertad y los tres se posicionan en contra de la inmortalidad.
Por lo tanto, yo seguiré empujando a todos hacia el mundo interior, con la esperanza, claro, con la férrea esperanza de que alguno llegue a la corriente viva, la satchitananda, y que sea capaz de expresarlo a través de su ser completo, que lo viva. Si tan sólo unas cuantas personas pueden vivirlo hoy en día, el curso de la humanidad que ha de venir, cambiará. Pero esto sólo puede suceder, no a través de la enseñanza, sino a través de la vivencia. Por eso insisto en que sannyas es un comienzo para el vivir. Y si tú piensas que cuando alguien se acerque a mí, simplemente le daré sannyas, te equivocas. Puedo decir que yo le he dado sannyas a cualquier persona que se ha acercado a mí, pero no es el caso. Parece ser así, pero no es el caso. En el momento en que alguien se acerca a mí, sé mucho acerca de él, más incluso de lo que él mismo sabe de sí mismo.
Ayer, alguien vino a verme en la mañana, y yo le dije que recibiera sannyas. Ella se sobrecogió. Me pidió que le diera tiempo para pensarlo y decidir, al menos dos días. Yo le dije: "¿Quién conoce de dos días? ¿Acaso requiere de tanto tiempo? Recíbelo ahora, en este momento". Pero ella no fue decisiva, así que accedí a que se diera dos días para pensarlo. Hoy por la mañana, vino y lo recibió. No esperó dos días, sino uno sólo. Le pregunté: "¿Por qué? Le he dado dos días. ¿Por qué ha vuelto tan pronto?" Ella respondió: "A las tres de la mañana, de pronto, desperté, y algo desde muy adentro, me dijo: 'Ve y recibe sannyas'."
No es una decisión que ella haya tomado, sino una decisión que fue tomada por ella, por la parte más recóndita de su mente. Pero, desde el momento en que entró en el cuarto, yo la conocía, conocía esa parte de su mente que ella misma llegó a conocer veinte horas más tarde.
Cuando le digo a alguien que reciba sannyas, hay razones distintas para cada persona a quien se lo digo. O ha sido un sannyasin en la vida anterior, o lo ha sido en algún momento de su larga trayectoria.
Yo le había dado un nombre ayer, pero hoy lo tuve que cambiar, porque le había dado aquel nombre de acuerdo con su indecisión. Ahora, le he dado un nombre distinto que le será de ayuda. Cuando ella vino esta mañana, ella misma estaba decidída. Ese otro nombre ya no era necesario. Y le di el nombre de Ma Yoga Vivek, porque ahora, la decisión ha provenido de su vivek: su conciencia.
Ma Yoga Tao está aquí, por ejemplo. Ella ha sido un sannyasin tres veces. Le he dado el nombre de Tao porque, en una vida anterior, era china y era un monje taoista. Puede ser que ella no lo sepa, pero le he dado el nombre de Tao. Algún día, ella lo recordará, y entonces sabrá por qué le he dado un nombre chino. Ahora es irrelevante, pero en el momento en que ella recuerde que fue un monje taoista, sabrá por qué razón ese nombre le fue dado.
Todo es significativo. Podrá no ser tan obvio, y puede que no sea posible explicártelo. Tantas cosas permanecerán sin explicación durante un largo tiempo, pero entre más receptivo te vuelvas, más podré explicarte. Entre más profunda sea tu capacidad de simpatía, más profunda será la verdad que se podrá revelar. Entre más racional sea la discusión, menos podrá revelarse la verdad, porque sólo las verdades menos importantes pueden comprobarse con la razón. La verdad más profunda no se puede comprobar con la razón.
Entonces, a menos que yo sienta que tú puedes tener tanta simpatía que esa razón no entre, no te podré decir. Tengo que permanecer en silencio en cuanto a tantos puntos —no porque esté queriendo guardar algo, sino porque no te sería de utilidad, e incluso, podría hacerte daño.
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