Yo soy la puerta. Osho
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Читать онлайн книгу Yo soy la puerta - Osho страница 10

Название: Yo soy la puerta

Автор: Osho

Издательство: Bookwire

Жанр: Сделай Сам

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isbn: 9786074570496

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СКАЧАТЬ El estar adentro significa que no hay una frontera entre uno mismo y el todo. Cuando no hay nada afuera, sólo entonces, se llega a la corriente interna. Y cuando uno lo ha podido atisbar, se transforma. Entonces, uno sabe algo que el intelecto no puede comprender, sabe algo que el intelecto no puede comunicar.

      Y sin embargo, uno tiene que comunicarse —incluso por medio de una flor, incluso por medio de una risa—. No hay ninguna diferencia, son gestos. ¿Acaso hay alguna diferencia entre utilizar los labios o las manos o una flor? Únicamente el gesto es nuevo y por eso es inquietante para los demás. Pero es un gesto, igual que lo es un par de labios que se mueven. Hago un ruido y es un gesto. Permanezco callado y es un gesto. Pero el gesto es nuevo, desconocido para ti, por lo cual tú piensas que algo es distinto. Nada es distinto. La corriente viva no puede ser comunicada y, sin embargo, tiene que ser comunicada —de algún modo, tiene que ser señalada; de algún modo, tiene que ser demostrada.

      En el momento en que alguien está listo pata aceptar sannyas, es para esa persona una decisión que conduce a una gran búsqueda y es un gesto que, para mí, significa que la persona está lista para emprender un salto. Y cuando alguien está listo para cambiar, para deshacerse de una vieja identidad, para renacer como alguien nuevo... Cuando alguien está listo, no necesita cumplir con ningún requisito; eso no tiene importancia. El estar listo es el único requisito. Cuando alguien está listo, yo estoy listo para empujar. No es necesario que esa persona llegue, pero, ¿no es maravilloso que comience?

      El que esa persona llegue, no es el punto, en absoluto. Pero uno comienza. El comienzo es algo grandioso. Llegar no es tan grandioso. Comenzar es grandioso porque cuando alguien llega, es capaz. Y cuando alguien comienza, no es capaz. ¿Me entiende? Cuando alguien comienza, es incapaz. Por eso, el comienzo es el milagro.

      Un buda no es un milagro. Un buda es capaz, por eso llega. Es tan matemático, que no hay ningún milagro. Pero cuando alguien se acerca a mí, con todos sus deseos, con todos sus anhelos, con todas sus limitaciones, y piensa comenzar, es un milagro. Y cuando yo tenga que elegir entre Buda y aquella persona, elegiré a ésta. Esta persona es un milagro: un ser tan incapaz y tan valiente.

      No me interesa en absoluto el fin que alguien pueda lograr. Sólo me interesa el comienzo. Esa persona comienza y sé que cuando hay un comienzo, la mitad del fin ya se ha logrado. El comienzo es lo más importante. Cuando hay un comienzo, uno seguirá creciendo.

      No es cuestión de un día o dos, no es cuestión de tiempo. Puede suceder al momento siguiente, o puede que no suceda sino al cabo de muchos nacimientos, pero una vez que se ha comenzado, uno no volverá a ser el mismo. La decisión misma de aceptar sannyas es un gran milagro del cambio. Puede ser que no se logre sino al cabo de muchos nacimientos, pero uno no volverá a ser el mismo. Esto llegará de nuevo y volverá a suceder. Este recuerdo de haber tomado la decisión de ser libre, siempre estará presente en todas las esclavitudes, en todas las sumisiones a las que esté uno sujeto. Esta decisión de ser libre, este anhelo de ser libre, este anhelo de trascender, estará esperando su oportunidad. Por lo tanto, ¿cómo puedo negarle a alguien un comienzo? ¿A quién debo preguntarle si alguien está calificado o no? Si la existencia misma le permite a uno existir, si le permite la vida, y nunca le pregunta a uno: "¿Está usted calificado?", entonces, ¿quién soy yo para hacer esa pregunta?

      Yo no estoy brindando la vida, yo no estoy otorgando la existencia, sólo estoy brindando una conversión. Cuando la existencia está preparada para damos la vida, debemos de estar calificados, con todas nuestras limitaciones y debilidades. Uno debe de ser preciado, incluso ante los ojos de la existencia, uno debe de ser preciado. ¿Quién soy yo para negarle a alguien el comienzo? Pero a veces los gurús se piensan más sabios que la existencia misma. Deciden quién está calificado y quién no. Incluso Dios mismo se acerca a ellos —y ellos deciden quién está calificado y quién no—. Y siempre que alguien se acerca, se acerca Dios. Así que no se ría: siempre que se acerca alguien, se acerca Dios, porque no es nadie más quien puede acercarse.

      ¿Quién soy yo para negar a alguien cuando se acerca a mí? Tal vez no lo sepa esa persona, tal vez no esté consciente de ello, pero yo estoy consciente de ello: que Dios está en busca de sí mismo. Por eso es que no puedo negarlo, sólo me puedo alegrar por su comienzo. Por eso es que no se hace ninguna distinción, por eso no se requiere que la persona esté calificada. Y sannyas es necesario en este momento, para la humanidad entera. La humanidad entera lo necesita. Nos hemos vuelto tan ignorantes de la corriente viva, nos hemos vuelto tan ignorantes de la divinidad de adentro y de afuera, que cada uno de nosotros debe de hacerse consciente. De lo contrario, la situación decaerá tanto, que tal vez nos tardemos un siglo en recuperamos. Ha estado sucediendo por mucho tiempo.

      Darwin pensaba que éramos animales; ahora, se piensa que somos autómatas. ¡Los animales al menos tienen alma! Ellos tenían alma; ahora, nosotros no. Y pronto tampoco seremos unos autómatas tan eficientes, porque habrá computadoras, habrá mecanismos mejores; no sólo seremos máquinas, sino máquinas muy ordinarias.

      Esta es la creencia —no es conocimiento— que se le ha impuesto a la humanidad a lo largo de tres siglos. Ahora se ha vuelto más prominente. Es una creencia, así como cualquier otra creencia. No importa que la ciencia lo sustente, es una creencia. Y cuando la humanidad comience a creerlo, será difícil revivir las almas humanas...

      Por ello, los días que están por venir, serán determinantes. Los años que están por venir, decidirán el destino de los próximos siglos. Esto será determinante —determinante en el sentido de que la creencia de que los seres humanos somos sólo máquinas, instrumentos mecánicos naturales, será predominante—. Cuando esta creencia se vuelva predominante, será muy difícil volver a hallar esa corriente perdida y oculta. Se hará cada vez más difícil; incluso, hoy en día, se ha vuelto tan difícil. Hay tan pocas personas en este mundo que realmente conocen la corriente viva —se pueden contar con los dedos de una mano. Aquellos que hablan, sólo están hablando. Muy poca gente realmente sabe, y con cada día que pasa, esa cantidad disminuye. Aquellos que saben, no están siendo reemplazados por otros. Cada día que pasa, hay menos y menos personas que conocen la corriente viva, que conocen la realidad que yace debajo, que conocen la conciencia, que conocen lo divino.

      Los años por venir serán decisivos. Por lo tanto, aquellos que están, de cualquier modo, listos para comenzar, serán iniciados por mí. Si diez mil son iniciados y uno sólo alcanza la meta, vale la pena tomarse la molestia. Y a todo aquel que llegue a conocer algo acerca de este mundo interior, le pediría que vuelva y que toque en todas las puertas, que se pare encima de los techos y que proclame que algo dichoso, que algo inmortal, que algo divino, es.

      Sé testigo; ve y sé testigo de ello; de lo contrario, la creencia de lo mecánico prevalecerá. Es más fácil verlo ahora, más adelante no será fácil reemplazarlo. La mente es, de algún modo, plástica, más plástica hoy en día —lista para ser moldeada de acuerdo con cualquier modelo. Porque todas las viejas creencias han sido arrancadas, la mente está vacía y sedienta de pertenecer a cualquier cosa —incluso, a una creencia de lo mecánico. Cualquier sinsentido que le puede dar a uno el sentimiento de pertenencia, que le pueda hacer sentir a uno que sabe lo que es la realidad, será acogido. Y la mente humana se aferrará a este sinsentido.

      No se debe desperdiciar ni un solo momento. Aquellos que saben aunque sea un poco, aquellos que han experimentado tan siquiera un atisbo, deben hablar de ello con otros. Y la última parte de este siglo no es tan insignificante como puede parecer. Es muy importante y, de cierto modo, más importante que los siglos mismos. Porque el ritmo del cambio es tan veloz, que estos treinta años son como treinta siglos. Lo que no se pudo hacer en treinta siglos, se podrá hacer en treinta años, en tres décadas. La velocidad del cambio es tal, que el tiempo que parece tan pequeño, no lo es.

      Hay tres creencias que van a matar, que van a destruir el último puente entre la humanidad y la corriente de lo divino que yace por debajo. Una es la creencia de que la mente es sólo СКАЧАТЬ