Название: Compañero Presidente
Автор: Mario Amorós Quiles
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
Серия: Oberta
isbn: 9788437084350
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Así interpretó la izquierda en el siglo XX aquel dramático enfrentamiento y por ello invocó, particularmente Salvador Allende, en reiteradas ocasiones el ejemplo de Balmaceda[4](De Ramón, 2004: 79).
En cualquier caso, aquella guerra marcó una cesura en la evolución política del país y abrió paso al denominado periodo parlamentario, que se prolongó hasta la promulgación de la Constitución de 1925, restauradora del presidencialismo. En este contexto histórico nació Salvador Allende, en un tiempo en el que el movimiento obrero emergió de manera definitiva como un actor social relevante.
Allende fue el quinto hijo del matrimonio formado por el abogado Salvador Allende Castro y Laura Gossens Uribe, pero sus dos hermanos mayores murieron en la infancia. Antes que él también llegaron Alfredo e Inés y en 1910 nació su hermana Laura, a la que tuvo especial cariño y con quien compartiría trinchera en las filas del socialismo. Era muy pequeño cuando su familia, por el trabajo como funcionario del progenitor, se trasladó a vivir a Tacna, donde permanecieron hasta 1916 e inició sus estudios en la Sección Preparatoria del liceo local. Pasaron también algún tiempo en Iquique y en la meridional Valdivia, para regresar, en 1920, al puerto. En Valparaíso cursó los estudios secundarios en el liceo Eduardo de la Barra y fue en aquellos años cuando un sencillo zapatero libertario, quien vivía frente a su casa, le transmitió la semilla del pensamiento revolucionario (Debray, 1971: 61-62):[5]
Cuando era muchacho, en la época en que andaba entre los 14 y 15 años, me acercaba al taller de un artesano zapatero anarquista llamado Juan Demarchi, para oírle su conversación y para cambiar impresiones con él. Eso ocurría en Valparaíso en el periodo en que era estudiante del liceo. Cuando terminaba mis clases iba a conversar con ese anarquista que influyó mucho en mi vida de muchacho. Él tenía 60, o tal vez 63 años, y aceptaba conversar conmigo. Me enseñó a jugar ajedrez, me hablaba de cosas de la vida y me prestaba libros (...) esencialmente teóricos, como de Bakunin por ejemplo, y sobre todo, los comentarios de él eran importantes porque yo no tenía una vocación de lecturas profundas y él me simplificaba con esa sencillez y esa claridad que tienen los obreros que han asimilado las cosas.
El 23 de enero de 1971, durante sus primeros meses como Presidente de la República, Allende evocó su vida en Valparaíso en la ceremonia en la que la Municipalidad le otorgó la Medalla Diego de Almagro (Allende, 1971b: 154):
Para mí este acto tiene un contenido personal que puedo destacar: empecé a corretear, hace muchos años, para así decirlo, por las calles de Valparaíso, como estudiante del Liceo Eduardo de la Barra. Aquí vivieron los míos, y aquí seres queridos pagaron el tributo que todos pagamos a la vida. Por eso, al recibir de la Municipalidad esta distinción se reactualizan un cúmulo de recuerdos que se agolpan. Habiendo además cometido, no el delito, sino el hecho significativo de amarrarme más al puerto, ya que mi compañera es porteña. Entonces, para mí, todo lo envuelven el mar y los cerros, el recuerdo de mi infancia y de la juventud, la iniciación de mis trabajos como médico y la cárcel, donde estuviera recluido por mis ideas. Todo ello implica el haber estado siempre amarrado y anclado a esta ciudad.
Ayer, por ejemplo, para acentuar una vez más el golpe de recuerdos, llegué hasta el cerro Cordillera y en un trozo de ese sector, identificado por el tiempo, existe un edificio tosco, casi en ruinas, a pesar del esfuerzo que se ha hecho para adosar sus dos pabellones. Es una vieja y nueva escuela, es la Escuela Blas Cuevas, que cumple el 25 de octubre de este año 100 años de existencia. Esa escuela la fundaron Blas Cuevas y el doctor Allende Padín.
En diciembre de 1924, concluyó los estudios secundarios con mención honorífica, fue campeón juvenil de natación y decatlón y presidente del Centro de Alumnos. Al año siguiente solicitó la admisión como voluntario para cumplir el servicio militar en el regimiento Coraceros de Viña del Mar y cuando su familia tuvo que regresar a Tacna pidió el traslado al regimiento Lanceros de esta ciudad. Al concluirlo, en 1926, decidió cursar los estudios de Medicina en la Universidad de Chile, en Santiago, donde su hermano Alfredo estaba a punto de licenciarse en Derecho (Jorquera, 1990: 39-49).
Por primera vez se estableció largo tiempo en la capital, en un momento político convulso que desembocó en la dictadura del coronel Carlos Ibáñez del Campo, que reprimió al movimiento obrero y a la izquierda y se prolongó desde 1927 hasta 1931. Durante su etapa universitaria fue presidente del Centro de Alumnos de Medicina en 1927, con apenas 19 años, y vicepresidente de la combativa Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile en 1930 desde las filas del grupo Avance, mientras que al año siguiente fue delegado de la Escuela de Medicina en el Consejo Universitario. Los alumnos de ésta eran los de ideas más avanzadas, ya que la mayor parte procedía de provincias y vivían en un barrio muy modesto, mezclados entre las clases populares. Por las noches Allende se reunía con los otros muchachos que vivían en la misma pensión para leer en voz alta a Marx, Lenin y Trotsky.
Óscar Waiss, uno de sus compañeros en Avance y posteriormente en el Partido Socialista, recuerda una de las primeras intervenciones de Allende en las agitadas asambleas universitarias de aquellos años (1986: 21-22):
El debut de Allende fue muy curioso. Cuando éramos una minoría insignificante, nos resultaba muy difícil intervenir en las Asambleas, porque nuestros adversarios armaban un chivateo insoportable. Entonces decidimos lanzar a Salvador a la tribuna, porque tenía un aspecto de pije, no lo conocían y su origen social era claramente burgués. Subió el Chicho[6] –ya lo llamábamos así– al sitio señalado y comenzó su intervención diciendo con voz sonora: «Señores». Los radicales, que eran el núcleo principal de la derecha, se callaron pensando que se trataba de uno de ellos; nosotros permanecimos en silencio muy desconcertados, pues en esos tiempos decir «señores» en vez de «compañeros» significaba una herejía repudiable. Pero Salvador tenía una notable inteligencia y agilidad mental extraordinaria; se lanzó pues a hablar de la libertad, tema en que nadie se atrevía a mani festar discrepancias o reservas, y, en nombre de esa libertad reconquistada, pidió respeto para exponer sus ideas. Logró el milagro y, desde ese día, se convirtió en un líder universitario.
Por el realismo político del que ya entonces hacía gala, Allende fue expulsado de Avance en 1931, tal y como él mismo explicó el 2 de diciembre de 1972 a los estudiantes de la Universidad de Guadalajara, México, para exhortarles a que huyeran del extremismo estéril (Witker, 1980: 4-5):
Entonces, uno se encuentra a veces con jóvenes que como han leído el Manifiesto Comunista, o lo han llevado largo rato debajo del brazo, creen que lo han asimilado y dictan cátedra y exigen actitudes y critican a hombres que, por lo menos, tienen consecuencia en su vida. Y ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica, pero ir avanzando en los caminos de la vida y mantenerse como revolucionario, en una sociedad burguesa, es difícil.
Un ejemplo personal: yo era un orador universitario de un grupo que se llamaba Avance... el grupo más vigoroso de la izquierda. Un día se propuso que se firmara, por el grupo Avance un manifiesto –estoy hablando del año de 1931– para crear en Chile los sóviets de obreros, campesinos, soldados y estudiantes. Y yo dije que era una locura, que no había ninguna posibilidad, que era una torpeza infinita y que no quería, como estudiante, firmar algo que mañana, como profesional, no iba a aceptar.
Éramos 400 los muchachos de la universidad que estábamos en el grupo Avance, 395 votaron mi expulsión; de los 400 que éramos, sólo dos quedamos en la lucha social. Los demás tienen depósitos bancarios, algunos en el extranjero; tuvieron latifundios –se los expropiamos– y a los de los monopolios les pasó lo mismo. Pero en el hecho, dos hemos quedado СКАЧАТЬ