La Galatea. Miguel de Cervantes
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Название: La Galatea

Автор: Miguel de Cervantes

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия:

isbn: 4064066444693

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СКАЧАТЬ servida de cantar algunos versos al son de la zampoña de Florisa. A esto respondió Teolinda:

      —Si la mucha causa que tengo de llorar, con la poca que de cantar tengo, entendiera que en algo se menguara, bien pudieras, hermosa Galatea, perdonarme porque no hiciera lo que me mandas; pero, por saber ya por experiencia que lo que mi lengua cantando pronuncia mi corazón llorando lo solemniza, haré lo que quieres, pues en ello, sin ir contra mi deseo, satisfaré el tuyo.

      Y luego la pastora Florisa tocó su zampoña, a cuyo son Teolinda cantó este soneto:

       TEOLINDA

       Índice

      Sabido he por mi mal adónde llega

       la cruda fuerza de un notorio engaño,

       y cómo amor procura, con mi daño,

       darme la vida qu’el temor me niega.

       Mi alma de las carnes se despega,

       siguiendo aquella que, por hado estraño,

       la tiene puesta en pena, en mal tamaño,

       qu’el bien la turba y el dolor sosiega.

       Si vivo, vivo en fe de la esperanza,

       que, aunque es pequeña y débil, se sustenta

       siendo a la fuerza de mi amor asida.

       ¡Oh firme comenzar, frágil mudanza,

       amarga suma de una dulce cuenta,

       cómo acabáis por términos la vida!

      No había bien acabado de cantar Teolinda el soneto que habéis oído, cuando las tres pastoras sintieron a su mano derecha, por la ladera de un fresco valle, el son de una zampoña, cuya suavidad era de suerte que todas se suspendieron y pararon, para con más atención gozar de la suave armonía. Y de allí a poco oyeron que al son de la zampoña el de un pequeño rabel se acordaba, con tanta gracia y destreza que las dos pastoras Galatea y Florisa estaban suspensas, imaginando qué pastores podrían ser los que tan acordadamente sonaban, porque bien vieron que ninguno de los que ellas conocían, si Elicio no, era en la música tan diestro. A esta sazón, dijo Teolinda:

      —Si los oídos no me engañan, hermosas pastoras, yo creo que tenéis hoy en vuestras riberas a los dos nombrados y famosos pastores Tirsi y Damón, naturales de mi patria; a lo menos Tirsi, que en la famosa Compluto, villa fundada en las riberas de nuestro Henares, fue nacido. Y Damón, su íntimo y perfecto amigo, si no estoy mal informada, de las montañas de León trae su origen, y en la nombrada Mantua Carpentanea fue criado: tan aventajados los dos en todo género de discreción, sciencia y loables ejercicios, que no sólo en el circuito de nuestra comarca son conocidos, pero por todo el de la tierra conocidos y estimados. Y no penséis, pastoras, que el ingenio destos dos pastores sólo se estiende en saber lo que al pastoral estado se conviene, porque pasa tan adelante que lo escondido del cielo y lo no sabido de la tierra, por términos y modos concertados, enseñan y disputan. Y estoy confusa en pensar qué causa les habrá movido a dejar Tirsi su dulce y querida Fili, y Damón su hermosa y honesta Amarili: Fili de Tirsi, Amarili de Damón, tan amadas, que no hay en nuestra aldea, ni en los contornos della, persona, ni en la campaña, bosque, prado, fuente o río, que de sus encendidos y honestos amores no tengan entera noticia.

      —Deja por agora, Teolinda —dijo Florisa—, de alabarnos estos pastores, que más nos importa escuchar lo que vienen cantando, pues no menor gracia me parece que tienen en la voz que en la música de los instrumentos.

      —Pues ¿qué diréis —replicó Teolinda— cuando veáis que a todo eso sobrepuja la excelencia de su poesía, la cual es de manera que al uno ya le ha dado renombre de «divino» y al otro de «más que humano»?

      Estando en estas razones las pastoras, vieron que por la ladera del valle por donde ellas mesmas iban, se descubrían dos pastores de gallarda dispusición y estremado brío, de poca más edad el uno que el otro; tan bien vestidos, aunque pastorilmente, que más parescían en su talle y apostura bizarros cortesanos que serranos ganaderos. Traía cada uno un bien tallado pellico de blanca y finísima lana, guarnecidos de leonado y pardo, colores a quien más sus pastoras eran aficionadas; pendían de sus hombros sendos zurrones, no menos vistosos y adornados que los pellicos; venían de verde laurel y fresca yerba coronados, con los retorcidos cayados debajo del brazo puestos. No traían compañía alguna, y tan embebecidos en su música venían, que estuvieron gran espacio sin ver a las pastoras, que por la mesma ladera iban caminando, no poco admiradas del gentil donaire y gracia de los pastores; los cuales, con concertadas voces, comenzando el uno y replicando el otro, esto que se sigue cantaban:

       DAMÓN TIRSI

       Índice

      DAMÓN

       Tirsi, qu’el solitario cuerpo alejas,

       con atrevido paso, aunque forzoso,

       de aquella luz con quien el alma dejas:

       ¿cómo en son no te dueles doloroso,

       pues hay tanta razón para quejarte

       del fiero turbador de tu reposo?

       TIRSI

       Damón, si el cuerpo miserable parte

       sin la mitad del alma en la partida,

       dejando della la más alta parte,

       ¿de qué virtud o ser será movida

       mi lengua, que por muerta ya la cuento,

       pues con el alma se quedó la vida?

       Y, aunque muestro que veo, oigo y siento,

       fantasma soy por el amor formada,

       que con sola esperanza me sustento.

       DAMÓN

       ¡Oh Tirsi venturoso, y qué invidiada

       es tu suerte de mí con causa justa,

       por ser de las de amor más estremada!

       A ti sola la ausencia te disgusta,

       y tienes el arrimo de esperanza

       con quien el alma en sus desdichas gusta.

       Pero, ¡ay de mí!, que adonde voy me alcanza

       la fría mano del temor esquiva

       y del desdén la rigurosa lanza.

       Ten la vida por muerta, aunque más viva

       se te muestre, pastor; que es cual la vela,

       que cuando muere, más su luz aviva.

       Ni con el tiempo que ligero СКАЧАТЬ