El libro negro del comunismo. Andrzej Paczkowski
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Название: El libro negro del comunismo

Автор: Andrzej Paczkowski

Издательство: Bookwire

Жанр: Документальная литература

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isbn: 9788417241964

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СКАЧАТЬ filiación e incluso una parte de los socialistas que siguen admirando la revolución de Octubre y a su líder, Lenin. En efecto, este terror masivo se inició en los primeros meses del régimen bolchevique, bajo las órdenes directas de aquel, el inventor del primer sistema totalitario de la historia. Un tipo de dictadura inédito que no se conforma con tomar el poder y controlar a la sociedad, sino que exige remodelar al individuo para crear un «hombre nuevo» cuyo modelo de producción lo proporcionó George Orwell en su famosa novela 1984.

      Este virus totalitario no se limitó a la URSS, sino que contaminó desde los años veinte a la Internacional Comunista y a todos los partidos comunistas. La apertura de los archivos de la Komintern y de la URSS —aunque parcial— a partir de 1991-1992 demostró, sin objeción posible, la sumisión cada vez más absoluta de esos partidos al Partido Bolchevique, convertido en Partido Comunista de la Unión Soviética. Sumisión ideológica y política, pero también financiera, organizativa y policial, asegurada mediante la selección, la formación y el control estrecho de los cuadros dirigentes. Como demostró hace tiempo la obra de Antonio Elorza y Marta Bizcarrondo Queridos camaradas, el Partido Comunista de España vivió esa experiencia. Mis propios trabajos y los de otros historiadores, desde hace treinta años, sobre el Partido Comunista Francés subrayan las mismas similitudes. Lo que no impide que los comunistas intenten reiterar la operación de amnistía de la dirección soviética y de amnesia obligatoria de todos los soviéticos que inició Nikita Jruschov en su famoso «informe secreto» de febrero de 1956, en el que, para salvaguardar la legitimidad del régimen y del conjunto del sistema comunista mundial, acusaba a Stalin de todos sus males con el fin de exonerar mejor a Lenin. Esta maniobra, que funcionó durante un tiempo, ha dejado de ser válida. Cada día Lenin aparece un poco más no solo como el fundador del bolchevismo, sino como el inventor de la lógica totalitaria que, por contagio nazi alemán y fascista italiano, transformó el siglo XX en una inmensa matanza de civiles inocentes.

      STÉPHANE COURTOIS

      París, 10 de abril de 2021

       Nota del editor español

      Este libro fue publicado originalmente en 1997, pero, como expresa Stéphane Courtois en el prólogo de esta edición, no solo mantiene su vigencia, sino que las investigaciones posteriores corroboraron, y en ocasiones aumentaron, los datos expuestos en su momento.

      Con el fin de actualizar el texto, y de acuerdo con los autores, el editor ha ajustado algunas frases para evitar ciertas incoherencias cronológicas. Aun así, en algunas partes del libro hemos considerado necesario respetar el texto original en lo referido al desfase temporal con lo narrado originalmente.

      LOS CRÍMENES DEL COMUNISMO

      por

      Stéphane Courtois

      Traducción: César Vidal

      La vida ha perdido contra la muerte, pero la memoria gana en su combate contra la nada.

      TZVETAN TODOROV, Los abusos de la memoria

      Se ha podido escribir que «la historia es la ciencia de la desgracia de los hombres»1 y nuestro siglo de violencia parece confirmar la veracidad de esta frase de una manera contundente. Es cierto que en los siglos anteriores pocos pueblos y pocos estados se han visto libres de algún tipo de violencia en masa. Las principales potencias europeas se vieron implicadas en la trata de esclavos negros; la República francesa practicó una colonización que, a pesar de ciertos logros, se vio señalada por numerosos episodios repugnantes que se repitieron hasta su final. Los Estados Unidos siguen inmersos en una cierta cultura de la violencia que hunde sus raíces en dos crímenes enormes: la esclavitud de los negros y el exterminio de los indios.

      Pero todo eso no contradice el hecho de que nuestro siglo parece haber superado al respecto a los siglos anteriores. Un vistazo retrospectivo impone una conclusión sobrecogedora: fue el siglo de las grandes catástrofes humanas —dos guerras mundiales, el nazismo, sin hablar de tragedias más localizadas en Armenia, Biafra, Ruanda y otros lugares—. El imperio otomano se entregó ciertamente al genocidio de los armenios y Alemania al de los judíos y gitanos. La Italia de Mussolini asesinó a los etíopes. Los checos han tenido que admitir a regañadientes que su comportamiento en relación con los alemanes de los Sudetes durante 1945-46 no estuvo por encima de toda sospecha. E incluso la pequeña Suiza se encuentra hoy en día atrapada por su pasado de gestora del oro robado por los nazis a los judíos exterminados, incluso aunque el grado de atrocidad de este comportamiento no tenga ningún punto de comparación con el del genocidio.

      El comunismo se inserta en esta parte del tiempo histórico desbordante de tragedias. Constituye incluso uno de sus momentos más intensos y significativos. El comunismo, fenómeno trascendental de este breve siglo XX que comienza en 1914 y concluye en Moscú en 1991, se encuentra en el centro mismo del panorama. Se trata de un comunismo que existió antes que el fascismo y que el nazismo y que los sobrevivió, y que alcanzó los cuatro grandes continentes.

      ¿Qué es lo que designamos exactamente bajo la denominación de «comunismo»? Es necesario introducir aquí inmediatamente una distinción entre la doctrina y la práctica. Como filosofía política, el comunismo existe desde hace siglos, incluso milenios. ¿Acaso no fue Platón quien, en La República, estableció la idea de una ciudad ideal donde los hombres no serían corrompidos por el dinero ni el poder, donde mandarían la sabiduría, la razón y la justicia? Un pensador y hombre de estado tan eminente como sir Tomás Moro, canciller de Inglaterra en 1530, autor de la famosa Utopía y muerto bajo el hacha del verdugo de Enrique VIII, ¿acaso no fue otro precursor de esa tesis de la ciudad ideal? La trayectoria utópica da la impresión de ser perfectamente legítima como crítica útil de la sociedad. Participa del debate de ideas, oxígeno de nuestras democracias. Sin embargo, el comunismo del que hablamos aquí no se sitúa en el cielo de las ideas. Se trata de un comunismo muy real que ha existido en una época determinada, en países concretos, encarnado por dirigentes célebres —Lenin, Stalin, Mao, Hô Chi Minh, Castro, etc., y, más cerca de nuestra historia nacional, Maurice Thorez, Jacques Duclos, Georges Marchais—.2

      Sea cual sea el grado de implicación de la doctrina comunista anterior a 1917 en la práctica del comunismo real —un tema sobre el que volveremos—, fue este el que puso en funcionamiento una represión sistemática, hasta llegar a erigir, en momentos de paroxismo, el terror como forma de gobierno. ¿Es inocente, sin embargo, la ideología? Algunos espíritus apesadumbrados o escolásticos siempre podrán defender que ese comunismo real no tenía nada que ver con el comunismo ideal. Sería evidentemente absurdo imputar a teorías elaboradas antes de Jesucristo, durante el Renacimiento o incluso en el siglo XIX, sucesos acontecidos durante el siglo XX. No obstante, como escribió Ignazio Silone, «verdaderamente, las revoluciones como los árboles se reconocen por sus frutos». No careció de razones el que los socialdemócratas rusos, conocidos con el nombre de «bolcheviques», decidieran en noviembre de 1917 denominarse «comunistas». Tampoco se debió al azar el que erigieran al pie del Kremlin un monumento a la gloria de aquellos que consideraban precursores suyos: Moro o Campanella.

      Superando los crímenes individuales, los asesinatos puntuales, circunstanciales, los regímenes comunistas, a fin de asentarse en el poder, erigieron el crimen en masa en un verdadero sistema de gobierno. Es cierto que al cabo de un lapso de tiempo variable —que va de algunos años en Europa del Este a varias décadas en la URSS o en China— el terror perdió su vigor y los regímenes se estabilizaron en una gestión de la represión cotidiana a través de la censura de todos los medios de comunicación, del control de las fronteras y de la expulsión de los disidentes. Pero la «memoria del terror» continuó asegurando la credibilidad, СКАЧАТЬ