Otra historia de la ópera. Fernando Sáez Aldana
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СКАЧАТЬ o más manos: como el de Turandot, de Giacomo Puccini, con texto de Giuseppe Adami y Renato Simoni, quienes adaptaron una fábula de Carlo Gozzi inspirada a su vez en un cuento de las Mil y una noches.

      Libretos de primera mano

      Son aquellos cuyo texto es totalmente original y fueron redactados íntegramente por los propios compositores.

      En 1813 el escritor Johann Paul Friedrich Richter, conocido como Jean Paul, escribió en su ciudad natal:

      «Hasta el momento, el buen Dios ha otorgado siempre el don de la poesía con una mano y el de la música con la otra, y esto a seres tan alejados el uno del otro que hemos de esperar todavía al hombre que sabrá a la vez componer el libreto y la música de una verdadera ópera.»

      Palabras extraordinariamente proféticas, teniendo en cuenta el lugar (Bayreuth) y el año (1813) en que fueron escritas. Pues el máximo exponente del compositor de óperas autor de sus propios libretos fue Richard Wagner, que además de músico fue un prolífico autor de ensayos en los que abordó cuestiones políticas, filosóficas y de teoría musical entre los que destacan Arte y revolución, Ópera y drama y La obra de arte del futuro, además de panfletos tan reprobables como El judaísmo en música. Wagner escribió los textos de todas sus óperas, con una extensión proporcionada a su larga duración.

      El proceso creativo de sus dramas comenzaba con la redacción de un esbozo en prosa del argumento, que después versificaba, y finalmente componía la música. En su obra más ambiciosa, El Anillo del Nibelungo, tan extensa que la dividió en una serie de cuatro capítulos, el proceso literario fue retroactivo, comenzando por el final (El Ocaso de los Dioses) y acabando por el principio (El Oro del Rin). Cuando completó los cuatro libretos, Wagner inició la composición en orden cronológico sin que el espectador, oyente o lector de la inmensa obra pueda percatarse de este viaje de vuelta e ida de la historia.

Illustration

      Richard Wagner (1813-1883)

      Pero Wagner no fue un mero redactor de sus libretos. Como señala Roger Scruton en su ensayo El anillo de la verdad:

      «La música dejaba de estar al servicio de las palabras: más aún, los roles de las palabras y la música se invertirían, las primeras explicadas por la segunda. La música debía introducir en el drama aquellos niveles más profundos de significación, simbolismo y emoción primordial que las palabras, por sí solas, no pueden más que insinuar».

      Estas palabras serían la respuesta adecuada a la pregunta que formula la Condesa en Capriccio, de Richard Strauss: «¿Son las palabras las que conmueven mi corazón o es la música la que me habla con más fuerza?».

      Además de Wagner, otros compositores optaron por escribir su propio libreto, como Ruggero Leoncavallo (Payasos), Modest Mussorgski (Jovánschina), Nicolái Rimski-Korsakov (Mozart y Salieri), Olivier Messiaen (San Francisco de Asís), Ferruccio Busoni (Doctor Fausto) o Giancarlo Menotti (La médium, El cónsul).

      • Salomé, de Richard Strauss, quien adaptó fielmente la traducción al alemán del drama de Oscar Wilde realizada por Hedwig Lachmann.

      • Mefistófeles, de Arrigo Boito, basado en el Fausto de Goethe.

      • Los Troyanos, de Héctor Berlioz, según La Eneida, de Virgilio.

      • Wozzeck y Lulú: Alban Berg adaptó los dramas Woyzeck, de Georg Büchner y La caja de Pandora, de Franz Werdekind.

      • El rey Arturo: Ernest Chausson utilizó una conocida leyenda medieval.

      • Pelleas y Melisenda, de Claude Debussy sobre el drama homónimo de Mauricio Maeterlinck.

      • Beatriz y Benedicto, de Héctor Berlioz, basado en Mucho ruido y pocas nueces, de William Shakespeare.

      • El caso Makropulos, de Leos Janacek (de la obra teatral de Karel Čapek).

      • Boris Godunov, de Modest Musorgski (del drama de Alexander Pushkin).

      • El ángel de fuego, de Sergéi Prokofiev (de la novela de Valeri Briúsov).

      • Moisés y Aarón: Arnold Schönberg extrajo el libreto de la Biblia.

      • Los soldados, de Bernd Alois Zimmerman (del drama de J.M.R Lenz).

      En raras ocasiones, el compositor y el libretista redactaron el texto a medias, como hicieron Richard Strauss y Clemens Krauss en Capriccio, Benjamin Britten y Peter Pears en Sueño de una noche de verano o Piotr Ilich Chaikovski y Viktor P. Burenin en Mazepa.

      Libretos de segunda mano

      La mayoría de los textos de óperas están basados en una obra literaria anterior y ajena al compositor. Aunque estos libretos proceden de todos los grandes géneros literarios (narrativa, teatro, poesía, cuento o leyenda popular e incluso ensayo), tratándose de «teatro cantado» es lógico que la mayor parte sean adaptaciones de obras teatrales.

      Libreto y teatro

      La lista de libretos procedentes de obras teatrales es muy larga. Como ejemplos de óperas famosas podremos citar las siguientes:

      Del teatro antiguo (Grecia y Roma)

      • Medea, de Luigi Cherubini, cuyo libretista François-Benoît Hoffman extrajo la historia de Corneille y éste de Eurípides.

      • La «saga» de óperas basadas en los mitos labdácidos de Sófocles: Edipo de Enesco y Edmond Fleg, Edipo Rey de Stravinski y Cocteau, y las Antígonas de Karl Orff y Friedrich Hölderlin, y de Tommaso Traetta y Marco Coltellini.

      • Elektra, de Strauss y Hofmannsthal, a partir de Sófocles.

      Del teatro clásico (siglos XVI y XVII)

      • La mayoría de las obras teatrales de esta época que inspiraron libretos operísticos son de William Shakespeare:

      – Otelo inspiró la ópera homónima de Verdi y Boito (la de Rossini no procede del drama shakespeariano).

      – Las alegres comadres de Windsor, el Falstaff de Verdi/Boito y el título homónimo de Otto Nicolai y Salomon Herman Mosenthal.

      – Romeo y Julieta, la ópera homónima de Charles Gounod con libreto de Jules Barbier y Michel Carré (los Capuletos y Montescos de Bellini y Romani no están inspirados en este drama).

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