Gabriela de Laperrière de Coni. Graciela Tejero Coni
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      Entre 1870 y 1878, Burdeos vive una eclosión de sindicatos profesio­nales: (1871: carpinteros, carpinteros de obra, empleados de comercio; 1872: toneleros, pintores, yeseros, talladores de piedra, albañiles, sas­tres; 1873: ebanistas, mecánicos; 1874: zapateros, fabricantes de esco­bas; 1875: hojalateros; 1877: panaderos, carroceros; 1878: marineros).

      Para unir más allá del oficio, se crean: las Uniones obreras, los Comités de obreros en 1873; una Unión de sindicatos obreros en 1880; la Unión de las cámaras sindicales obreras de Burdeos; la Unión fe­derativa de sindicatos en 1890. Las influencias “reformistas” o “socialistas” provocarán las escisiones. Algunos sindicatos se adhe­rirán a la creación del primer sindicato interprofesional nacional, la Confederación General del Trabajo en 1895.

      En 1876, una sede común de sindicatos representa el primer acto en Burdeos de la voluntad de una Bolsa del trabajo para la cual se comprometerá fuertemente una campaña en 1887.

      La industria y el salario femenino

      La industria se distribuye sobre todo alrededor de la alimentación vinculada con los productos de las colonias y de las Antillas con una fuerte proporción de mano de obra femenina frecuentemente contra­tada de forma estacionaria: aceiteras, azucareras (30% de mujeres), bizcocherías (60% de mujeres), chocolatería, conserverías (40% de mujeres), ron, licores, tabaco (95% de mujeres). En los suburbios de Burdeos, funcionan los secaderos de bacalao en Tierra-nueva, una fábrica de allumettes (90% de mujeres).

      Existe además una industria metalúrgica: astilleros, herrería, fun­dición, transporte de vagones, mantenimiento de las vías férreas. Las mujeres son contratadas sobre todo en las fábricas de embalaje metá­lico y de cápsulas (para las bebidas y las latas de conserva).

      Las empresas de ropa las utilizan para los oficios de costureras, mo­distas, camiserías. La nueva industria del calzado emplea tantas muje­res como hombres delante de las maquinas. Los empleos de servicio se desarrollan con mano de obra femenina: hospitales, correos, bancos.

      El empleo de las mujeres representa un tercio de los efectivos, qui­zás la mitad en ciertos sectores.

      La ley de marzo de 1874 prohíbe el trabajo de mujeres bajo tierra y el trabajo de noche de las mujeres menores.

      El trabajo de las mujeres es un tema de debate en la sociedad del siglo XIX

      Los socialistas (entre ellos Proudhon) están en contra, consideran que el deber de la mujer es cuidar a su hombre y su casa. Al contrario, Jules Guesde se pronuncia por “la emancipación económica, civil y po­lítica y la unión de las mujeres”. El Código Civil (código de Napoleón) les considera menores y las sitúa bajo la autoridad de su padre, des­pués del marido, sin derechos civiles y políticos.

      El derecho al trabajo de las mujeres es cuestionado también por los sindicalistas temiendo que crea competencia, alimenta el desempleo y hace bajar los salarios. De hecho, los patrones utilizan los bajos sala­rios de las mujeres para hacer presión sobre los salarios de los hombres.

      En junio de 1880, el diario “L’égalité” publica el programa de tra­bajadores socialistas, escrito por Karl Marx en Londres. Quizás es un eco advenedizo en Burdeos. Una reivindicación es la igualdad de sa­larios para los dos sexos.

      Las ideas de Proudhon, el reformista radical, siembran la duda e influyen en los sindicalistas.

      Los numerosos partidarios de Jules Guesdes, del Partido obrero, observan que el trabajo es emancipador para la mujer pero conside­ran que la liberación de la misma sólo puede suceder en el marco de la liberación conjunta del proletariado.

      El congreso nacional de asociaciones de trabajadores, que tiene lu­gar en Burdeos del 28 al 30 de junio de 1880, declara en una resolución “no poder admitir la emancipación política de la mujer”.

      En 1888 se lleva a cabo el congreso de la Federación Nacional de Sin­dicatos, primera estructura nacional de coordinación sindical, de con­cepción colectiva. El congreso se realiza en Burdeos porque los nuevos militantes sindicalistas bordeleses (entre ellos Raymond Lavigne) naci­dos de los obreros portuarios y de carpinteros han hecho caer la Unión de sindicatos bordeleses en el campo de los revolucionarios en 1887. La Séptima resolución del congreso preconiza ¡“la igualdad de salarios para el hombre y la mujer esperando que el trabajo de la mujer pueda ser definitivamente suprimido”!. Es también este congreso el que lan­zará el eslogan de la jornada de ocho horas de trabajo. Y propondrá una jornada anual internacional de lucha de los trabajadores, el 1° de mayo.

      Condiciones de trabajo de las mujeres y luchas femeninas

      El 14 de noviembre de 1844, Flora Tristán fallecía en Burdeos, agota­da durante su recorrida por Francia realizando encuentros con obre­ros, llamando a la unión obrera y a la emancipación de las mujeres. Quedaba quizás en las memorias colectivas, a fin de siglo, que sus fu­nerales fueron seguidos de una suscripción permanente para erigir­le una estela inaugurada en 1848 en presencia de ocho mil personas.

      En Burdeos, como en todo el país, las mujeres tienen salarios in­feriores a la mitad de los salarios de los hombres: 1,25 francos de me­dia, frecuentemente menos, quizás 1,50 francos, raramente 2 francos. Un almuerzo cuesta entre 50 y 70 céntimos. El trabajo es efectuado en condiciones de insalubridad. Las largas jornadas de 12 horas se repi­ten (hasta la ley de 1892 que lo limita a 11 horas) sin descanso sema­nal. Además, el empleo es estacionario en el sector agro-alimentario.

      La crisis económica de 1880, el éxodo rural, el desempleo, pesan más intensamente sobre las mujeres. Muchas son muy pobres, vesti­das con andrajos. Viven lejos en los suburbios insalubres o en los som­bríos callejones de los viejos barrios. La prostitución está muy presente.

      En la historia de Burdeos, las mujeres ya se habían manifestado contra el aumento del precio del pan y soportado una feroz represión.

      Ellas quieren sindicalizarse. Las mujeres quieren crear uniones an­tes de la ley de 1884 permitiendo los sindicatos (la adhesión de una mu­jer se hacía bajo la autorización del padre o del marido).

      En agosto de 1880, es creado un sindicato femenino, “Las corpo­raciones de damas bordelesas reunidas”, compuestas por costure­ras, modistas, costureras de botines. Actúa para obtener una tarifa para cada corporación, intervenir en las discusiones entre patrones y obreras, ocuparse de la ubicación de sus miembros y de la educación de sus hijos. Muy corporativista, este sindicato desaparece en 1883.

      Pero es el inicio de un movimiento que va a confirmarse en los años siguientes.

      En 1889, otra cámara sindical de mujeres se pone en marcha y perdu­rará: “la de las obreras costureras para hombres de la ciudad de Burdeos”.

      En julio de 1891 será creada la cámara sindical de obreros y obre­ras de fósforos: 160 adherentes, una vicepresidencia adjudicada a una mujer; después en septiembre de 1891, el sindicato de obreros y obreras de tabaco de Burdeos: 685 adherentes, la presidencia es dada a una mujer. Estos dos sindicatos durarán hasta el cierre de estas fábricas en 1967 y 1987 respectivamente.

      Ellas van a organizar huelgas por la igualdad de salarios con los hombres, las condiciones de trabajo y contra la arbitrariedad patro­nal. En 1876, ciento cincuenta cribadoras de resina, empleadas de aceiteras, se ponen en huelga por el aumento de 25 céntimos sobre su salario de 1,25 francos. No ganaron la causa. En 1882, en las calles de Burdeos, 300 cigarreras en huelga se manifiestan. Ellas renovarán las acciones en los años siguientes para denunciar la baja de salarios seguida de la introducción de nuevas СКАЧАТЬ