Gabriela de Laperrière de Coni. Graciela Tejero Coni
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СКАЧАТЬ fallecimiento prematuro en el inicio de su cuarta década.

      “En la biblioteca de la casa, o más bien en el de la abuela, (…) el número de mujeres capaces de apreciar las obras de elección debe ser restringido, Teresa tomó un libro (…) desde luego fuera de lugar junto a las obras de Chateaubriand, Lamartine, Musset y las novelas del joven George Sand”

      (Los Esponsales -1892), y las diferencias de edad, por la violencia en­tre los sexos, por el ahondamiento en las relaciones incestuosas y por la exposición de los intercambios de roles y de expectativas de género.

      Al comienzo, Sand fue un pilar en la conformación de la narrati­va romántica, pero la evolución de sus obras también la llevaría a ser un punto de referencia de la novela realista de mediados del siglo XIX.

      “Dado que antes de contar una historia, hay siempre que descri­bir, y que es no solamente la moda -una moda empujada frecuen­temente hasta una minuciosidad exagerada- pero que es todavía una manera de hacer de la pintura y de la literatura a la vez, yo pre­sentaré a mis amigos de la “Revista”, la siguiente pequeña imagen”

      El viraje hacia el realismo también fue experimentado por la na­rrativa de Gabriela, despojándose del romanticismo de sus primeros tiempos en los que escribe los Cuentos, hacia el sesgo realista de sus novelas, en particular su autobiográfica Vers l’oeuvre douce de 1903.

      George Sand escribe su hermosa selección Cuentos d’une grand’mère de 1873 (Cuentos de una abuela), que recoge los relatos que primero con­taba a sus nietos antes de dormir y que más tarde recordaba y escribía.

      “En el comedor bien caldeado, a la sombra de la lámpara re­cubierta con una pantalla de muselina rosa y encaje blanco, que arroja alrededor de ella sus suaves reflejos, una abuela conversa con sus niños.”

      El atuendo masculino que vestía, hizo famosa a Sand, le permitió cir­cular libremente por París, y obtuvo de esta forma, un acceso a lugares que de otra manera hubieran estado vedados para una mujer de su con­dición social. Esta era una práctica excepcional para el siglo XIX, donde los códigos sociales, especialmente de las clases altas, eran de una gran importancia y transgredirlos le trajo consecuencias de marginación. En su vida sentimental hubo de todo: desde un matrimonio en prin­cipio monógamo y frustrante, hasta el desenfreno amoroso con un jo­ven escritor de 19 años, pasando por muchos otros amantes y alguna experiencia lésbica. La escritora tuvo que sacar del colegio a su hijo adolescente Maurice porque todos sus compañeros le decían que su madre era una “putaine”. También su libertad de espíritu, sin atadu­ras e hipocresías sociales, debieron atrapar la empatía de la muy jo­ven Gabriela, que tenía 13 años al momento de morir George Sand.

      La escritora y Gabriela, también se asociaron en su vida, sin sa­berlo, en un punto: el “silenciamiento”, pues a pesar de ser una escri­tora largamente respetada en su tiempo, con libros vendidísimos en Francia y en Europa y aplaudidos por la crítica, a pesar de ser la es­critora francesa más importante del siglo XIX, luego de su muerte en 1874, por prejuicio de clase y antifeminista, sus escritos fueron des­vaneciéndose, aunque las escritoras feministas continuaron leyén­dola hasta entrado el siglo XX.

      En Buenos Aires y veintisiete años después, en ocasión de dar Gabriela su conocida Conferencia por la Paz y hacer el llamamiento a formar la Liga Americana de Mujeres para la paz y el progreso, esto sucedió:

      Sus ideas feministas y sus vínculos con Europa

      Gabriela de Laperrière arribó a Buenos Aires con su esposo Henri Menjou, periodista y escritor francés en fecha incierta entre 1884 y 1885. Desde entonces, ella alternó su vida americana con frecuentes viajes a Francia, particularmente a París con la que nunca perdió vín­culo y donde también nutrió sus ideas feministas y su práctica política.

      En 1880, Gabriela con 19 años de edad había contraído matrimo­nio en Burdeos, residiendo luego en París. En esa misma fecha, Louise Michel regresó a Francia, amparada por una primera amnistía par­cial concedida a los participantes en la Comuna de París. Quien in­mediatamente reasumió su puesto de combate, intervino en mitines y ofreció conferencias. Fue arrestada varias veces y condenada en 1883 a seis años de prisión y 10 años de libertad vigilada.

      Al regreso de Louise Michel a París en 1895, Gabriela con Emilio Coni y su hijo “Emilito” hacía ya un año atrás que vivían en la gran ciudad y muy probablemente fueron testigos de la multitudinaria manifestación que le dio a Louise Michel la bienvenida. Reconociéndose ésta ya como una figura destacada del anarquismo brindó conferencias en Londres, París y toda Francia. En 1898 escribió Memorias de la Comuna.

      Louise Michel, a los 75 años, murió de una pulmonía en enero de 1905 y miles de personas acudieron a su funeral en París.

      Otra gran revolucionaria, Clara Zetkin (1857 -1933), fue contempo­ránea de Gabriela y de ella seguramente tomó enseñanzas.

      Gabriela nos dejó testimonio de cómo sus vínculos con luchado­ras feministas europeas marcaron su acción:

      “En París, esa ciudad en que basta que una iniciativa sea ge­nerosa para que parezca natural, he escuchado conferencistas que me encantaban por su sencillez y convicción. No solamen­te sus palabras me conmovían más que las de los hombres, sino también las comprendía mejor!