Название: Decadencia
Автор: Adrian Andrade
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Universo Adriático
isbn: 9789942868176
isbn:
Aparte de escribir sus memorias en un cuaderno, se ponía a dibujar las imágenes soñadas ya que funcionaban como puntos de referencia para tratar de ablandar su mente. Desafortunadamente culminaba por frustrarlo. Por cuestión personal, algunos datos eran reservados para sí solo, una especie de protección también.
Fuera de lo recordado, Elder desconocía el mundo; ignoraba el olor de las flores, el calor tibio del sol, la frescura de los vientos provenientes de las montañas y la suavidad de las hierbas verdes de los campos.
Sus sentimientos consistían en confusión, desorientación y depresión. Había días en que manifestaba brotes de crisis mediante golpes a las paredes hasta sangrarse las manos. En este tipo de casos, los enfermeros llegaban y lo sedaban como se había vuelto costumbre. Posterior del efecto, Elder despertaba suplicándoles que le removieran el chaleco protector.
En cuanto a las sesiones psicológicas, tratamientos y el necesario baño, lo llevaban esposado y vendado hacia las habitaciones selectas. La seguridad del Sector Cero se basaba en la absoluta protección de Elder. Sin excepciones.
Por lo menos, no debía preocuparse por un techo en donde dormir ni trabajar para comer. De forma continua solía despertarse por temblores de los cuales sucedían y en raras ocasiones. Resultaban productos inexplicables de su imaginación.
En sus tiempos libres los cuales abundaban con frecuencia, se quedaba mirando el anochecer mediante la luz filtrada. La habitación tenía unos pequeños ventanales conectados a través de unos túneles hacia la superficie para recibir la luz del sol y a su vez transportarla a su lugar. Una forma eficaz de ahorrar energía y calefacción durante el día. No tan viable para llevar a cabo un escape.
Su dieta consistía en ensaladas, verduras y pescado. Una alimentación exigentemente ligera. Elder no podía comer otros alimentos porque su estómago era muy sensible. Desacostumbrado a comer platillos fuertes.
No tenía horarios fijos, él dormía y se despertaba a la hora que fuera, excepto en los días inesperados de pruebas. En cuanto a su ropa, llevaba puesto pantalones, camisa y calcetines blancos. Cada día vestía de blanco en un escenario de por sí invadidos de tonos blancos. También desconocía los colores primarios y secundarios. Quizás sólo le hacía falta verlos para acordarse.
Un factor positivo era escribir el idioma y comprenderlo en su perfección; pero a pesar de esta habilidad, seguía al pie la prohibición de leer libros. Previsión por parte de los doctores, no fuera que Elder adoptara una idea descabellada e intentara llevarla a cabo.
Existían ideologías sobre las capacidades y reacciones físicas de su cuerpo, miedo de llegar a ser más de lo que se aparentaba. Esas cuestiones provenían de estudios en cuanto a su impresionante genética. Un ADN perfeccionado a comparación de un simple humano.
Aquello daba como beneficios: la sanación rápida, fuerza brutal física y una desenvuelta mentalidad. Elder consistía en un tipo de arma, posiblemente manipulado genéticamente por otros científicos experimentales de gobiernos pasados o hasta rusos.
Los tres doctores procuraban no revelarle los resultados por miedo a darle una razón para rebelarse. Ante esa paranoia surgía la urgencia de Berger por abrirle la cabeza para entrar en directo contacto con su genética, estudiarla y sintetizarla.
Finch no concordaba con esta operación debido a que todavía había mucho por aprender de este humanoide extraordinario de veinte y dos o tres años de edad calculados en aproximación. En cuanto a Menard, ella estaba molesta de tratar constantemente las crisis del humanoide, por lo que concordaba con el plan de Berger para liberarse de este fastidio.
Entre tanto alboroto científico, una mujer se oponía por completo a las teorías formuladas, animando a Elder de seguir luchando. Podría decirse que era la única del sector que lo trataba como un verdadero ser humano. El nombre de la valiente jovencita era Hanna y era la única con quien platicaba en secreto.
Sus actividades consistían en llevarle de comer, acompañarlo a los exámenes y limpiar su celda o habitación bajo la regla de evitar cualquier contacto físico o verbal. Esta clase de cuidados no le molestaba en lo absoluto; al contrario, le daba gusto ser de gran ayuda para el único invitado del Sector Cero.
—¿Cómo te encuentras? —saludó Hanna compartiéndole una bella sonrisa para reanimarlo de un posible mal día.
—Anoche me acordé de cuando estuve en la isla.
Hanna simuló desinterés ante la cámara conforme recogía la basura. Intercambiar palabras era ligeramente aceptable, el objetivo para evitar sospecha radicaba en no mirarse a los ojos. Quedarse quieta frente a frente con éste la pondría a merced de una desagradable expulsión. Suceso del cual no podía darse el lujo, no cuando faltaba mucho por hacer de su parte.
—Cuéntame.
—Es confuso, sólo veo imágenes al azar.
—Tómalo con calma, tienes todo el tiempo del mundo.
—No es cierto.
Hanna sonrió a la pared, tomó el plato todavía con algunos vegetales y lo vació a la bolsa de la basura. No quiso confirmar el presentimiento de Elder, decidió mejor contagiarle de optimismo mediante un gesto amistoso.
—Hanna —llamó Elder.
—¿Qué sucede?
Hanna se detuvo en la puerta sin atreverse a mirar atrás aunque se estuviese muriendo por hacerlo.
—¿Seré acaso un monstruo?
—Absolutamente no, eres el único humano de todos los monstruos que habitan en este lugar.
Hanna pretendió limpiar alrededor de la entrada.
—¿No conoces a alguien más que sea la excepción a tu generalización?
—Si necesitas algo, sólo pídelo.
Hanna cerró la puerta evadiendo la pregunta.
Aquella dulce voz tranquilizaba su encierro ya que era la única con quien podía platicar haciéndolo sentir otro humano más y no como otra rata más de laboratorio.
Cada noche, Elder distraía su odio con los pasos de algunos científicos ambulantes. Le era difícil conciliar el sueño porque sus oídos se habían vuelto más sensibles al entorno, muy probable que haya sido por el espacio limitado. En cuanto a su vista, el exceso del color blanco de las paredes, techos, muebles y vestuarios, provocaba mantener semejantes tonalidades en la oscuridad.
—Otra mañana más Elder —ingresaba Hanna con su perfeccionado desinterés—. Si tan sólo pudieras ver el amanecer.
—Descríbemelo —pidió Elder.
—No sabría cómo empezar.
—Por favor.
Hanna se tomó un largo minuto mientras le colocaba el desayuno. Inclusivo hizo caer uno de los cubiertos para darse tiempo de buscarlo y recogerlo para así explicarle un poco.
—Es СКАЧАТЬ